domingo, 14 de marzo de 2010

SER HOMBRE O MUJER ES CUESTIÓN DE CULTURA


EL SEXO A LO AÍDO (Francisco J. Contreras)

El Senado aprobó hace días la nueva ley del aborto. Lo hemos conseguido: el embrión de buitre leonado (hay multas por la destrucción de huevos) tendrá mayor protección jurídica que el feto humano. Hemos superado finalmente nuestra arrogancia “especista”: ¿quién nos había dicho que teníamos más dignidad que los demás animales? ¿Qué nos habíamos creído? Henos aquí por fin equiparados con el hermano lince y el admirable quebrantahuesos.

Querría llamar la atención sobre un aspecto de la ley Aído que ha escapado en general al análisis. Es una ley de 23 artículos … y sólo los arts. 12 a 23 regulan el aborto. ¿De qué tratan los anteriores? La Exposición de Motivos asegura que la nueva ley busca “garantizar los derechos relativos a la salud sexual y reproductiva [SSR]”. Los españoles padecemos, según parece, una “salud sexual” muy deficiente, pero la ley Aído va a curarnos (para ir abriendo boca, el ministerio de Igualdad ha invertido 26.000 € en un “mapa de la inervación y excitación del clítoris”). Sobre todo, va a curar a nuestros hijos, que gozarán de una “salud sexual” rozagante gracias a la formación que la ley ha previsto para ellos. Los arts. 1 al 11 trasudan obsesión por la pedagogía sexual: el sistema sanitario deberá “proporcionar educación sanitaria integral y con perspectiva de género sobre SSR” (art. 5.2); “los poderes públicos desarrollarán acciones informativas y de formación sobre SSR […] dirigidas, principalmente, a la juventud” (art. 6); “el sistema educativo contemplará la formación en SSR, incluyendo un enfoque integral que contribuya a […] b) el reconocimiento de la diversidad sexual; c) el desarrollo armónico de la sexualidad acorde con la personalidad de los jóvenes […]” (art. 9).

Términos como “integral”, “enfoque de género”, etc. esconden una densa carga ideológica. Para saber de qué se trata, se puede consultar el Borrador de Estrategia Nacional de Salud Reproductiva [ENSR] de 11/11/2009, elaborado por el Ministerio de Sanidad. Son 192 páginas, la mitad de ellas doctrinales. Su lectura es dura … pero muy reveladora: ahí está la esencia de la nueva izquierda. La ideología que será enseñada en las escuelas (art. 9). Señalemos algunas claves:

- El sexo como centro de la existencia: “el derecho a tener prácticas sexuales no reproductivas” es un “derecho humano universal, basado en la libertad, dignidad e igualdad” [p. 7](ya la ley Aído revelaba en su preámbulo que “el desarrollo de la sexualidad está directamente vinculado a la dignidad de la persona”). El derecho al disfrute no debe verse obstaculizado ni por el temor a la maternidad, ni por “tabúes” morales. La ENSR aboga por “un concepto positivo de la salud sexual que incluye el bienestar, la satisfacción y el placer, dejando de lado la concepción de la sexualidad ligada a la represión, el miedo y lo moralmente bueno o malo” [p. 14].

- El placer sexual debe ser buscado como un fin en sí mismo; su condicionamiento al vínculo matrimonial (o, siquiera, a la existencia de un sentimiento) es castrante y culpabilizador: “antes se dignificaba la sexualidad mediante el matrimonio, […] mientras que en la actualidad se exige en cambio su dignificación mediante el amor romántico. Esto indica la vivencia del deseo sexual con culpabilidad y vergüenza por parte de las mujeres […]”[p. 25] (la ENSR constata que un porcentaje preocupante de mujeres –incluso jóvenes- sigue vinculando el sexo con el amor: este dato es interpretado como el resultado de la persistencia de “estereotipos sexistas” nocivos: cf. p. 38).

- Una vida tan orgasmocéntrica tropezará antes o después con un embarazo indeseado (pues los anticonceptivos pueden fallar, o a veces uno olvida utilizarlos). El derecho al placer es, por tanto, inseparable del derecho al aborto: “uno de los derechos básicos de las mujeres en materia de salud reproductiva es el derecho a decidir libremente [la continuación o no de su embarazo]” [p. 15].

- Los rasgos masculinos y femeninos (por ejemplo, la maternidad) no se basan en la naturaleza, sino en la cultura; son “roles” que es preciso deconstruir: “los estereotipos acerca de lo que es ser hombre o ser mujer en nuestra sociedad tienen graves repercusiones para la vivencia de la sexualidad de un modo placentero” [p. 24]. Especialmente nefando es el “estereotipo” de la complementariedad hombre-mujer: “a mujeres y hombres se nos educa en un rol de complementariedad […]. [A causa de ello] los individuos están mediatizados en sus comportamientos sexuales por las normas y la moral establecida, viéndose auto-juzgados y juzgados socialmente cuando tratan de transgredir lo que se espera para unas y otros” [p. 24].

- La maternidad es otro “mito” perjudicial para la mujer: “el mito del instinto maternal, supuestamente natural e intrínseco, predestina a las mujeres a ser madres para que posteriormente se dediquen al cuidado de las criaturas”; “el rol maternal tiene efectos profundos […] en la desigualdad sexual” [p. 27]; “la maternidad no es un hecho natural” [p. 28].

- Los niños tienen también derechos sexuales: “las personas tienen y viven su sexualidad desde que nacen hasta que mueren; tendrán diferentes necesidades relacionadas con la salud sexual, y necesitarán de servicios que les faciliten educación, atención, etc.” [p. 30]. Es precisa, pues, una “formación sexual integral desde la infancia”: “a través de ella, mujeres y hombres podrán decidir con autonomía sobre su vida sexual, desde la niñez hasta la vejez. La educación sobre la sexualidad permite vivirla libremente sin temores ni prejuicios” [p. 69].

Esto es lo que se nos viene encima.

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