sábado, 19 de abril de 2014

En la muerte de Gabriel García Márquez



“Ella se quitó los lentes sin sorpresa, con un dominio absoluto, y lo encandiló con su risa solar”. No recuerdo el año exacto en que leí El amor en los tiempos del cólera, si sé que, desde que la leí cada vez que me preguntan cuál es mi novela favorita, lo más probable es que la cite como tal, a mí sí que me encandiló la prosa jugosa y entera, redonda en la boca, de García Márquez, la riqueza de vocabulario, como un depósito rebosante de palabras, siempre bien puestas, en su sitio y en su ritmo.
Ha muerto Gabriel García Márquez, escritor, no diré más, no quiero juzgar al hombre, que no me era simpático, como tampoco me lo son Picasso o Alberti. ¿Qué importa lo que yo piense de él? Importa que, como el caudaloso y pausado río Magdalena de la citada novela, la creatividad de Gabo fue también rica y plena, llena de inmensas páginas que quedan después del hombre.
Javier Compás

lunes, 14 de abril de 2014

Presentación en Sevilla de: Soldados de Hierro. Los voluntaios de la División Azul.


"Aún hay prejuicios con Edgar Neville"



Entrevista Pepe Viyuela

Pepe Viyuela: "Aún hay prejuicios con Edgar Neville"

  • Entrevista con el actor, que pone a punto en el Teatro Fernán Gómez de Madrid una de las comedias más libérrimas del versátil autor de la 'otra' Generación del 27



Su Chema de Aída ha dado a Pepe Viyuela (Logroño, 1963) el Ondas a Mejor Actor y una gran popularidad. Sin embargo, a pesar de los ocho años que lleva inmerso en la serie, el actor nunca ha dejado por mucho tiempo los escenarios. Tras sus éxitos con El pisito, de Azcona, o Los habitantes de la casa deshabitada, de Jardiel Poncela, vuelve a otro humorista de la otra Generación del 27, Edgar Neville, y rescata en el Teatro Fernán Gómez de Madrid su comedia más exitosa: El baile.

¿Ya era hora de reponer a Neville?
La verdad es que Neville era un desconocido para mí hasta El baile. Y cada vez le admiro más como intelectual y como personaje, porque tuvo una trayectoria vital increíble: aristócrata, discípulo de Gómez de la Serna, amigo de Lorca, trabajó en Hollywood, dirigió filmes geniales aquí...
De su repertorio, ¿por qué se decidió por El baile?
Sencillamente, la leí y me encantó. Además, era abordable desde el punto de vista de producción. Lo que sí quisimos hacer es traerla a nuestros días y retocamos un poco el tercer acto, que creíamos que había quedado algo flojo. Curiosamente, hablamos con la viuda de Mingote, que fue secretaria de Neville, y ella estaba de acuerdo en que fallaba eso. Así que nos quedamos muy contentos.

Aún así, es muy moderno lo que planteaba en plena censura: dos amigos comparten una mujer durante toda su vida...
Sí, de un modo quizás algo ingenuo plantea la convivencia de dos hombres con una mujer, algo impensable para la época. Ambos tienen como pasión la entomología, y yo creo que esto es como un experimento. Como si ellos fueran bichos. Plantean, ¿es este ménage à trois posible en nuestra sociedad? Hablan de un amor generoso, en el que no hay exclusividad. Se dicen: "Si yo la amo, ¿por qué tú no?". Vamos a ser amigos a pesar de que tú seas un pelmazo para mí. En el fondo, es algo muy profundo, porque al final prevalece el amor y la amistad en el tiempo. Ese compartir los hace mejores. Es normal que la obra fuera un gran éxito. Estuvo en cartel siete años y se estrenó en Londres y Rusia. Es el mayor éxito de Neville.

Resulta extraño que Neville haya caído en el olvido, igual que otros humoristas de éxito de su época como López Rubio. Decía Cercas que ganaron la guerra, pero perdieron la Historia de la Literatura. ¿Está de acuerdo?
Absolutamente. De hecho, lo corroboro. Llevo tres años moviendo esta función de Neville y aún hay prejuicios con él. Me dicen: "Siendo de izquierdas, ¿cómo montas a Neville?". ¡Pues por eso mismo! No voy de abanderado de la reconciliación ni nada así, pero creo que ahí está una clave. Más allá de ser de izquierdas o derechas, está la estupidez. Me parece un error que los chicos jóvenes no conozcan a este hombre, que por otro lado tuvo una vida muy libre. Le tocó un bando y ya está.

lunes, 7 de abril de 2014

La revolución traicionada

La revolución traicionada Publicada en el año del centenario de Octavio Paz, la primera novela de Antonio Rivero Taravillo recrea la enigmática peripecia de un miliciano homenajeado por el escritor mexicano.

Ignacio F. Garmendia | Diario de Sevilla.

Los huesos olvidados. Antonio Rivero Taravillo. Espuela de Plata. Sevilla, 2014. 204 págs. 18 euros.

Pese a su evolución posterior y aunque nunca llegó a traspasar la categoría de "compañero de viaje", es sabido que Octavio Paz apoyó con fervor la causa republicana, estuvo muy próximo a los comunistas y fue uno de los más jóvenes participantes en el Congreso de Escritores Antifascistas que celebró sus sesiones en Valencia durante el verano de 1937. Por esa época escribió poemas inequívocos como ¡No pasarán! o Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón, reunidos en un libro del mismo año que le publicó Altolaguirre, Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre España. Del segundo de los poemas citados nace esta novela, primera del ensayista, traductor y poeta Antonio Rivero Taravillo, donde se recrea la historia de un miliciano poumista que no murió del modo que se dijo que había muerto. El propio Paz lo había explicado en una glosa añadida a la cuarta edición de Libertad bajo palabra (1979) y su primera mujer, la también escritora Elena Garro -a quien llamaban despectivamente la Pacecita- se refirió al episodio en sus amargas y tardías Memorias de España 1937 (1992), verdadero ajuste de cuentas donde recordaba los ya lejanos días en los que convivió con los no siempre afables ni respetuosos miembros de la intelligentsia republicana.

Ambos autores, entonces recién casados, aparecen como personajes de Los huesos olvidados, pero el fantasmal protagonista de la novela es ese miliciano, de apellido Bosch, que había compartido con Paz los tiempos de la primera juventud -cuando ambos, todavía en México, se dedicaban al activismo libertario- y la noticia de cuya muerte leyó aquel, impresionado, antes de venir a España. Para imaginar el más que probable fin de aquel hijo de catalanes -el verso de Paz, "Has muerto entre los tuyos, por los tuyos", se revelaría involuntariamente profético-, Rivero echa mano del clásico recurso a una indagación que décadas después trata de arrojar luz sobre hechos silenciados o de los que apenas queda memoria, y lo hace a través de un personaje de ficción, la profesora Encarna Expósito, que descubrió por una carta que era hija de Bosch y desde entonces vive obsesionada con reconstruir su peripecia. Por la novela aparecen muchos otros personajes reales, pero son los envejecidos Paz y Garro los únicos que llegan a encontrarse -por separado y en el presente de los años noventa- con una investigadora que se ve obligada a suplir con evocaciones generales su falta de datos precisos.

Tras un arranque convencional, Los huesos olvidados gana en intensidad conforme avanza y brilla más en la recreación histórica que en el desarrollo de la trama, más un hilo conductor que permite la narración de los hechos que una construcción con vida propia. Al margen de su constancia en la búsqueda o de detalles aislados, el personaje de la investigadora no adquiere entidad hasta la tercera parte de la novela, pues la segunda funciona como un excurso que rompe el relato de la pesquisa para rememorar directamente los llamados "sucesos de mayo" del 37, que en realidad se prolongaron hasta junio con la detención y asesinato de Andreu Nin y la disolución del POUM al que pertenecían Bosh y otros revolucionarios -acusados de trotskistas- no adscritos a la disciplina soviética. El crudo enfrentamiento en el bando republicano tuvo como consecuencia el control casi exclusivo del poder por los comunistas, entregados a la línea que marcaban los comisarios políticos de Stalin y sus esbirros -"simiescos", por las iniciales- del Servicio de Información Militar, entre quienes medraban los "sacripantes del Partido" (Cernuda) y los "tristes obispos bolcheviques" (Vallejo). La tercera parte, que incluye guiños metaliterarios al modo en que se han contado los hechos y reflexiones sobre el alcance de lo narrado, retoma la exploración para cerrar un relato que partió de una anécdota y pese a ello logra trazar un verosímil panorama de conjunto.

La novela se relaciona en efecto con Homenaje a Cataluña de Orwell y Enterrar a los muertos de Martínez de Pisón, donde este seguía el rastro de José Robles -desaparecido como Nin, como Bosch, como tantos otros-, pero lo que en el primero era autobiografía y en el segundo una quest o inquisición en primera persona, aquí toma una forma híbrida, con partes "de cuento y de testimonio" que no llegan a ensamblarse o a fluir entrelazadas. Tanto por el mencionado trabajo de recreación, sin embargo, como por el indudable interés de la historia, también por la familiaridad con el contexto literario de esos años y por la invitación explícita a recuperar todas las memorias, incluida la que es "incómoda para unos y para otros", Los huesos olvidados no merece pasar desapercibida entre las demasiadas novelas rutinarias o prescindibles que se han dedicado a los años de la Guerra Civil, frente a las que esta de Rivero destaca por su mirada limpia y su absoluta falta de sectarismo.

HABILIDADES por Fernando Iwasaki

¿De qué sirve la habilidad para calentar cuando no se tienen los conocimientos para cocinar? 

6 abr. 2014ABC (Sevilla)FERNANDO IWASAKI www.fernandoiwasaki.com


LOS resultados del último informe PISA han vuelto a deparar un pésimo resultado para el educando español, aunque en este caso la materia evaluada se me antoja de un valor discutible, pues se supone que las «habilidades» de los jóvenes españoles están (otra vez) por debajo de la media europea. ¿A quién se le ocurre creer que si estamos mal en conocimientos podríamos estar mejor en habilidades? Entiendo las «habilidades» y las «competencias» como una suerte de «gestión» y —por lo tanto— donde no hay conocimientos no hay nada que gestionar.
Se supone que la «habilidad» para comunicarse es estupenda, pero el desparpajo, la extroversión y la simpatía no sirven para nada cuando los mensajes son huecos, anodinos e intrascendentes. Algunas de las jóvenes estrellas de la política nacional dizque son buenos comunicadores, pero sus discursos son un conjunto de naderías, lugares comunes y fórmulas retóricas que no trasmiten ninguna sustancia intelectual, aunque la puesta en escena parezca convincente. Hoy por hoy, tener «habilidad» para comunicar es ser un persuasivo muñeco de ventrílocuo, porque muy pocos elaboran sus mensajes y la mayoría se conforma con repetir como loros lo que les enseñan otros.

Me consta que muchos jóvenes son muy competentes con las nuevas tecnologías, pero casi nadie lee los manuales elaborados por los fabricantes. ¿Para qué coger el mapa de una ciudad si los GPS de los coches y los móviles sirven para llegar hasta los destinos finales en cualquier lugar del mundo? Conozco jóvenes que cuando viajan están más pendientes de las pantallas de sus móviles que de las ciudades que visitan. ¿Cómo se orientarían sin los artilugios digitales? Los conocimientos podrían ser las referencias a través de las cuales construir los mapas de los territorios que uno se dispone a descubrir.
En realidad, no me preocupa que un joven sea incapaz de desarrollar las nuevas «habilidades» que hacen falta para triunfar en el mundo contemporáneo, porque lo que me apena de verdad es lo complicado que resulta encontrar jóvenes menores de 30 años que sepan preparar un cocido, unas lentejas, una alboronía o unas papas con chocos. ¿De qué sirve la habilidad para calentar cuando no se tienen los conocimientos para cocinar? Por no hablar de que esos mismos conocimientos sirven para saber apreciar la buena mesa y reconocer las deudas de la gastronomía con la pintura, la historia y la literatura.

La pedagogía contemporánea le da un valor enorme a las «habilidades» y las «competencias», y aquí reconozco que uno proviene de un mundo abolido y quizá cancelado, donde los conocimientos eran lo más importante. Todavía nadie ha dicho alto y claro que la «habilidad» y la «competencia» consisten en hacer mucho sabiendo poco, así que sería de agradecer que alguien nos sacara del error o que fuera totalmente sincero, pues lo del PISA ya es deprimente.


miércoles, 2 de abril de 2014

Los Neorrepublicanos, por Alfonso Lazo


A DISTANCIA

Los neorrepublicanos

 

CRECEN LAS BANDERAS republicanas en los mítines del PSOE poszapaterista y en las manifestaciones callejeras. Ellos no lo saben, pero su republicanismo no viene de la Segunda República, viene directamente de la Falange: hijos y nietos de falangistas, si no antiguos falangistas ellos mismos, cualquier día los veremos entonando un viejo himno: «No más reyes de estirpe extranjera, / ni más pueblo sin pan que comer. / El trabajo será para todos / un derecho más bien que un deber»; que no es un himno anarquista, ni el canto de La Internacional, sino el himno de las JONS de los años 30.
Falange Española de las JONS tomó de otros partidos fascistas el llamado «principio del caudillaje», incompatible con la monarquía hereditaria. Los falangistas sentían odio y repulsa hacia los Borbones a quienes responsabilizaban de la decadencia de España; pero desaparecido el fascismo de Europa, y con él la teoría del caudillaje, optaron por alguna clase de republicanismo autoritario. En 1956, una revista andaluza del Frente de Juventudes, cuyo director ocupó con el tiempo puesto importante en el PSOE, sostenía que la «república presidencialista» era lo más acorde con los principios joseantonianos. En los campamentos del Frente de Juventudes miles y miles de muchachos fueron educados en el desprecio por la monarquía. Una educación emotiva de argumentos primitivos idénticos a los que manejan los neorepublicanos de hoy: que si los Borbones mujeriegos, que si los gastos de la casa real (como si el Eliseo fuera gratis), que si la inutilidad de la corona (como si los presidentes de Alemania y Austria gozarán de algún poder), que si el rey mató un elefante...

En julio de 1947 las Cortes franquistas aprobaron la Ley de Sucesión: a la muerte del caudillo vitalicio la corona sería restaurada en algún príncipe Borbón. Los jóvenes de Falange entraron entonces en rebeldía; las centurias falangistas llegaron a darle la espalda a Franco durante una concentración en El Escorial; y cierto 20 noviembre, en la penumbra de la basílica del Valle de los Caídos, presente el dictador y sus ministros, alguien gritó desde las filas uniformadas de azul: ¡Franco, traidor! Cuando a finales de los años 50 Sevilla tuvo un gobernador monárquico (Nicolás Salas ha escrito acertadamente sobre el asunto), la Falange sevillana le hizo la vida difícil acusándolo de proteger a los seguidores de don Juan, padre de nuestro actual rey. Por toda España los jóvenes falangistas pegaban carteles antimonárquicos. Cosas que tenían que dejar un poso.

A finales de abril del año pasado, en Sevilla y bajo el patrocinio de la Asociación Cultural Ademán (cuyo nombre lo dice todo a quienes recuerden la letra del 'Cara al sol'), Javier Castro-Villacañas presentó su libro El fracaso de la monarquía. En los años 60 hubo un escritor falangista, Demetrio Castro Villacañas, muy conocido por sus virulentos artículos antimonárquicos; ignoro si es pariente de Javier.

Decía don Ramón Carande, y lo recoge Aquilino Duque en su último libro, que «los españoles tenemos el gobierno que nos merecemos, pero que en cambio nuestro Rey es un regalo inmerecido». Carande también había sido un tiempo falangista, pero hasta su muerte con casi cien años fue hombre de extrema lucidez.