martes, 6 de junio de 2017

Los últimos de Filipinas, de Baler a Sanlúcar de Barrameda

La sombra de la parra que da cobijo en la entrada de Bodegas Piñero se agradece. Es mediodía de Junio en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y el sol aprieta contra la cal de los muros, aunque una suave brisa que llega desde la orilla del mar, refresca e impregna el aire de notas salinas y yodadas que se mezclan con el inconfundible aroma de las botas de vino que reposan en la penumbra de las naves del casco de bodega.
Los suelos de albero retienen el frescor del Poniente y nos llevan, entre las andanas, al interior de ese misterio silencioso que, ajeno al ajetreo del mundo actual, obra el milagro del vino generoso andaluz. Disfrutamos de unas copas de manzanilla, nuestro paladar se llena, pleno y gustoso, de notas secas de velo de flor, de puntas salinas y aires que vienen, entre Doñana y Bajo de Guía, de la desembocadura del Guadalquivir, que allí se hace océano Atlántico.
Las bodegas de Jerez y Sanlúcar, ancestrales y acogedoras, despliegan su hospitalidad en la sacristía, sancta sanctorum donde los visitantes descansan agradecidos y rinden homenaje a los finos, manzanillas, palo cortados, amontillados, olorosos y pedros Ximénez, los milagros que salen, venencia mediante en arco volador y preciso, de las botas viejas de roble americano de Kentucky.
Allí acaba la visita a Bodegas Piñero y mientras el anfitrión se afana en agasajar a sus invitados, uno de ellos se fija en las viejas fotos y grabados de la pared. Entre antiguos y valientes toreros y fotos en blanco y negro de las faenas propias de la bodega, llama la atención del cronista un cuadro antiguo, retratos de militares con el uniforme colonial español, sus rostros decimonónicos, la filiación y la firma de cada uno. Son los héroes de Baler, “los últimos de Filipinas”, aquellos  que, más allá del mero cumplimiento del deber, defendieron hasta la extenuación un lejano trozo de España.
En medio de ellos un decreto gubernativo, que los ensalza y les rinde homenaje. Curiosamente, el texto (que reproduzco a continuación), no está escrito por el gobierno de la patria a la que han defendido, sino por el del enemigo, la recién nacida República de Filipinas. Qué lecciones nos da la Historia.

Por J. Compás

República de Filipinas

DECRETO

Habiéndose hecho acreedores a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanza de auxilio alguno, ha defendido su Bandera por espacio de un año realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares, e interpretando los sentimientos del Ejército de esta República, que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno.

Vengo en disponer lo siguiente:


Artículo único. Los individuos de que se componen las citadas fuerzas, no serán considerados como prisioneros, sino por el contrario, como amigos y en su consecuencia se les proveerá por la Capitanía General, de los pases necesarios para que puedan regresar a su país.


Dado en Tarlak a 30 de Junio de 1899.- El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo. – El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores.