viernes, 20 de abril de 2012

Leopoldo Panero, poeta del dolor y el estoicismo

Libros

«En lo oscuro»: Leopoldo Panero, poeta del dolor y el estoicismo

Una antología recupera a uno de los grandes nombres de nuestra lírica, cuando se cumplen 50 años de su muerte

Día 08/03/2012 - 17.10h
«En lo oscuro»: Leopoldo Panero, poeta del dolor y el estoicismo
teodoro naranjo domínguez

Panero, Leopoldo Panero, la voz de un alma herida. Quizá no fue el hombre más alegre de nuestra poesía contemporánea. Acaso tampoco el más dicharachero, pero la hondura de sus versos, su aliento humanísimo, su precisión emotiva, siguen intactos medio siglo casi ya su muerte, cuando una angina de pecho se lo llevó en su querida tierra leonesa, un 27 de agosto del 62, a los cincuenta y tres años.
Leopoldo Panero, como un San Sebastián de nuestra poesía, llevaba sobre el cuerpo todas las saetas envenenadas de nuestra Guerra Civil y aquella posguerra interminable, en la que vistió la camisa azul y mezcló versos extraordinarios con el yugo y las flechas, la mística joseantoniana (probablemente más sentimental que otra cosa) con cantos inolvidables como «La estancia vacía», de 1944, de tono parecido e igual de emocionante que «La casa encendida» de su buen amigo Luis Rosales, y publicada en el mismo año que otros títulos imprescindibles de nuestra lírica de posguerra: «Sombra del paraíso», de Vicente Aleixandre, e «Hijos de la ira», y su más de un millón de cadáveres, de Dámaso Alonso.
«En lo oscuro»: Leopoldo Panero, poeta del dolor y el estoicismo
Georges Roualt
Portada de la antología de Cátedra dedicada a Leopoldo Panero
Panero no era una de aquellas iglesias sin bendecir, aquellos hombres que no conocen el dolor como escribía Luis Rosales, porque Leopoldo Panero parecía llevar cosido al alma un dolor supremo, dolor erigido sobre las queridas ruinas de la infancia y la adolescencia en Astorga, dolor de los padres que nos dejan, dolor de estar a cinco minutos (o diez metros, como prefieran) de ser ejecutado por «rojo» (por solidarizarse con Socorro Rojo Internacional) en los primeros días de la España rebelde, dolor de su querido hermano Juantambién grandísimo poeta alférez provisional entre los de Franco, y que moriría muy joven, en 1937, con apenas 29 años, en un accidente de circulación, dejando nuestro poeta trastornado por la pena: «A ti, Juan Panero, mi hermano, / mi compañero y mucho más; / a ti tan dulce y tan cercanio; / a ti para siempre jamás».
Y luego los días de la hambruna en los 40, las mondas de patata que comía más de media España, en aquellos días en los que Jaime Gil de Biedma vio cómo «media España ocupaba España entera».
«En lo oscuro»: Leopoldo Panero, poeta del dolor y el estoicismo
ABC
Ejemplar de la revista «Escorial», una de las más destacadas de la posguerra
Panero fue hombre que en la distancia se nos antoja hondo de corazón como tan honda fue su poesía, vinculada a la Generación del 36 (Ridruejo, Rosales, Vivanco, Valverde...¡qué generación!) y a la revista «Escorial».
Tres eran tres sus hijos, Juan Luis, Lepoldo María y Michi (también poetas los dos primeros) y Felicidad Blanc, su esposa, que en aquella terrible película de Jaime Chávarri del 76, «El desencanto», casi un reality show, ajustaban dramáticas cuentas con su padre y con la España que él representaba, cara al sol, con la camisa nueva.
Pero media siglo después, al margen de la despiadada historia, es su poesía, inmensa, como si alguien te escanciara el corazón de hermosura y desconsuelo, lo que queda, lo que perdura, lo que es inmutable.
Poesía felizmente recuperada ahora en una extraordinaria antología «En lo oscuro» (Cátedra, Letras Hispánicas) con no menos extraordinaria del profesor Javier Huerta Calvo, autor también de uno de los estudios más exhaustivos que se han realizado del poeta astorgano, no tan conocido entre nosotros como debiera, algo, desgraciadamente común en toda su generación, sin duda apostasiada por la putañera Guerra Civil.
Demos paso, pues a Leopoldo Panero, un estoico del siglo XX.

El templo vacío (fragmento)

miércoles, 18 de abril de 2012

Nuevo libro-recopilación de Fernando Iwasaki: Papel Carbón

Iwasaki regresa a su juventud

Fernando Iwasaki recopila sus dos primeros libros en el volumen 'Papel Carbón', unos relatos que ya apuntaban el humor y las inquietudes de este maestro del género breve.
Braulio Ortiz (Diario de Sevilla)


Fernando Iwasaki recupera ahora dos conjuntos de cuentos publicados por primera vez en 1987, en Lima, y en 1993, en una editorial de Bilbao.
Papel carbón. Fernando Iwasaki. Páginas de Espuma. Madrid, 2012. 272 páginas. 18 euros.

Un veinteañero Fernando Iwasaki apuntó en el prólogo de su primer conjunto de relatos que "los libros son como los hijos, unas veces nacen cuando uno quiere y otras vienen solos". No sospechaba el autor, en ese tiempo en que redactaba sus textos a máquina, del que quedarían las copias de papel carbón como "partituras de una forma de escribir que ha sido abolida para siempre", que con los años tendría una verdadera familia numerosa, con alumbramientos tan felices como Ajuar funerario, ya en su séptima edición. Convertido en una referencia indiscutible de la narrativa en español, este limeño afincado en Sevilla recoge en el volumen Papel Carbón sus dos primeros libros: Tres noches de corbata, aparecido en 1987, y A Troya, Helena, publicado en 1993. Unos relatos que, a pesar de que su creador los juzga "arcaicos, vetustos y decadentes", ya desvelan el ingenio y la audacia que caracterizaría a Iwasaki. Al releer su obra, el narrador admite "reconocerse" en aquellos relatos, pero también, generaliza, "en los inéditos de muchos amigos que me enviaron con la misma edad sus primeros manuscritos. Cuando tenía 23 o 24 años, no había nadie en Lima que pudiera aconsejarme y por eso cuando he tenido ocasión, he sido medio padrino de más de un escritor en agraz. Salvo excepciones fulgurantes (Rubén Darío, Thomas Mann o Vargas Llosa), todos los jóvenes de veintipocos años que soñamos con ser escritores nos parecemos y nos parecimos".

En el primer cuento, La sombra del guerrero, un peruano recibe información sobre sus orígenes japoneses, como si el autor quisiera presentarse a los lectores que ya lo conocen. ¿Cambió el orden de los cuentos para esta reedición, para plantear nuevos significados? "No, el orden es el mismo de entonces, y en el Perú aquello no era ningún guiño porque allá no era extraño encontrarse con personas de ascendencia japonesa. Es verdad que 25 años más tarde y en Sevilla ese orden sí que tiene otras connotaciones que hasta ahora no había advertido". No hace falta, en todo caso, que Iwasaki recurra a trucos para que sus admiradores lo reconozcan en estas páginas: aquí abundan los rasgos más destacables de su narrativa, como ese interés por el terror que tan buenos resultados le ha dado. "Siempre me gustó el género, porque me convertí en lector de relatos gracias a Poe y Lovecraft. Cortázar no era especialista en cuentos de miedo pero tenía El ídolo de las Cícladas, y Borges había escrito There are more things dedicado precisamente a Lovecraft", cuenta el escritor.

En estas piezas rescatadas sorprende, sin embargo, la madurez que posee el joven Iwasaki, capaz de perfilar personajes tan conmovedores como el viejo protagonista de La otra batalla de Ayacucho. "Por desgracia aquel anciano era un trasunto de mi abuelo materno. Mucho tiempo después de su muerte descubrí que tenía tres doctorados, en Filosofía, Derecho e Historia. ¡Y pensar que cuando era niño ayudamos a mi madre a tirar su biblioteca a la basura!", lamenta alguien a quien le parece "una pesadilla recordar estas cosas, ahora que mi vida transcurre entre libros" y que reivindica que la literatura ayuda "a resolver cosas, todos somos como Fabrizzio del Dongo al comienzo de La Cartuja de Parma: caminamos por un campo de batalla sin saber que se libra una batalla".

Son muchas las conexiones con la actualidad que desdicen la condición de arcaicos que Iwasaki atribuye a sus primeros cuentos, como en esa visión de los toros en la que, como ahora, los personajes se quejan de que las ganaderías ya no son lo que eran. "En los toros y en el flamenco siempre hay que quejarse de que las cosas ya no son como antes. Es un piropo decirle a un cantaor o a un matador que nos recuerda a Chacón o Manolete, pero en la intimidad de la pareja nadie soportaría que le dijeran me has recordado a Fulanita o lo que me hiciste también le gustaba a Menganito", bromea. Ese relato taurino es uno de los que pone de manifiesto el oído de Iwasaki para reflejar diferentes formas de hablar, algo a lo que ha contribuido el proceder de Perú y residir en Andalucía. "Siempre me ha interesado trabajar el lenguaje, tanto en novelas como Neguijón como en libros de relatos como España, aparta de mí estos premios. Pero ahora soy consciente de que hay que dar pequeñas pinceladas y no tremendos brochazos, como los que di en más de un cuento".
 http://www.diariodesevilla.es/article/delibros/1236287/iwasaki/regresa/su/juventud.html

lunes, 16 de abril de 2012

Una novela llamada a ser la inspiración para revitalizar el patriotismo



Enrique de Diego

 

Las Navas de Tolosa

Una novela llamada a ser la inspiración para revitalizar el patriotismo


El periodista y escritor Enrique de Diego recrea en su novela "Las Navas de Tolosa" (Editorial Rambla) la batalla de la que se conmemoran ochocientos años y que fue la más decisiva de la Reconquista y al nivel de Las Termópilas o Waterloo en cuanto a su influencia en el devenir histórico de la humanidad.
El conocido periodista ha reflejado la epopeya en una novela coral, en la que refleja la movilización general de todos los sectores de la sociedad de los reinos de España, sitúa el cantar del Mío Cid como un texto de propaganda para la movilización hacia Las Navas, rinde homenaje a las órdenes militares, que tan relevante papel tuvieron en el campo de batalla, y se introduce en el mundo de la frontera con las milicias concejiles.
Por de pronto, Castilla había sufrido pocos años antes la derrota de Alarcos y supo sobreponerse, cuestión que el autor destaca como un ejemplo de esfuerzo común y de lucha contra las adversidades. En Las Navas de Tolosa estuvieron presentes, con sus ejércitos, tres reyes, Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, así como nobles portugueses y leoneses, bajo el ideal común de la Cristiandad y bajo la ideología gótica, de respuesta de España a la invasión musulmana, como resaltó en su libro "Hechos de España", don Rodrigo Ximénez de Rada, que ocupó un lugar destacado en el hecho histórico, como encargado de la logística, y que es recuperado en la novela como una de las figuras egregias de nuestra historia común.



Especial relevancia tienen los personajes femeninos, mujeres de la frontera, como Araceli, y también los miembros de las Órdenes militares. Enrique de Diego ha dado vida a templarios que piensan y actúan como tales, que rezan y combaten. Personajes de la fuerza del mariscal del Temple, Álvar Mozo. También ha encarnado a la Órden de Calatrava, vanguardia de la frontera, y se detiene en la Órden de Santiago, la única que admitía casados, a través de la relación entre un padre y un hijo santiaguistas.
La novela "Las Navas de Tolosa" está llamada a ser una fuerte inspiración para una revitalización del patriotismo, desde la comprensión de nuestra historia con pleno rigor, porque quizás no son de suficientemente conocidas cuestiones como que los vascos, con su señor de Vizcaya, don Diego López de Haro, entraban en vanguardia en el combate, honor concedido por su condición de ser los más castellanos, con Vizcaya como cuna de Castilla. O que los navarros, infantes del Valle del Baztán, tuvieron un papel muy destacado en la batalla. En ese sentido, los protagonistas de la novela siempre se mueven con los canones mentales de la época.
"Las Navas de Tolosa" no es una novela sobre la batalla, sino la novela sobre la batalla. Amanece el 16 de julio de 1212: tres reyes cabalgan hacia la muerte o hacia la gloria...

Adjuntamos enlace con interesante entrevista al autor para el diario digital El Aguijón.