martes, 20 de noviembre de 2012

Camisas viejas, descamisados nuevos

En el día del 76 aniversario del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera en Alicante, publicamos este artículo del insigne escritor sevillano Aquilino Duque.
A. C. Ademán.
De José Antonio a Dionisio Ridruejo: homenaje Por Aquilino Duque
Copiado de: El manifiesto.com
Yo no voy a repetir lo que ya escribí en su día sobre Dionisio, tanto en prosa como en verso, por no hablar de las cartas que le mandé, que fueron algunas, o de las conversaciones, que fueron bastantes. Cuando publicó Escrito en España, en Argentina si mal no recuerdo, me decía en Madrid que con aquel libro pretendía algo así como echarle un pulso al régimen. El régimen podía impedir la publicación de un libro, pero no su difusión, y de la difusión de escritos como el de Ridruejo fuimos muchos los que nos ocupamos por activa o por pasiva.
Lo que Ridruejo pretendía con aquellos escritos tan inofensivos era lo mismo que otros buscaban con la acción directa. Uno que fue cocinero antes que fraile, Pío Moa, no tiene empacho en confesar que el propósito de él y sus amigos era que el régimen que blasonaba de paternalista no tuviera más remedio que mostrarse represivo. Hay que decir que éstos consiguieron lo que no consiguió Ridruejo ni conseguimos los que le seguíamos, aunque fuera a distancia. El régimen que templaba gaitas con la disidencia teórica no se anduvo con contemplaciones a la hora de hacer frente a la subversión práctica y procuró dar al terrorismo su merecido, aunque sólo fuera por asegurar la libertad y la seguridad de los que no estaban por la labor, que eran la inmensa mayoría de la nación.
La pluma y la bomba
En aquellas calendas, yo ejercía la disidencia desde la barrera, es decir, desde Ginebra, como por otra parte mi compadre Valente (llevé a la pila a una hija suya en representación de Vicente Aleixandre), y desde allá escribíamos versos mortíferos que publicábamos en “el interior” sin mayores dificultades. Unos eran más mortíferos que otros, desde luego, y cuando a Valente le publicaron los de la Revista de Occidente su libro La memoria y los signos, incluyó en él una elegía al poeta brigadista John Cornford que no le gustó a Robles Piquer, entonces al frente de la Censura, aunque no la prohibió, y una especie de sátira de la no violencia que no le pareció bien a Aleixandre, que vivía en Madrid, ni tampoco a mí y eso que vivía en Ginebra.
Con tiempo y democracia, el terrorismo lograría en “el interior” la respetabilidad de que ya gozaba en las naciones “civilizadas” y la Historia les daría la razón a los poetas que habían procurado hacer con sus plumas lo que los terroristas con sus bombas. Nada más lógico pues que en una España así, en una España de valores invertidos, se permita un currinche del estado mayor de la envidia –Ortega dixit– tratar de loco a Dionisio o a José Antonio, qué más da.
En vísperas de una Feria del Libro, me llamaron de un diario sevillano para que recomendara un título cualquiera y, sin pensarlo dos veces, recomendé Canciones, del poeta jerezano José Mateos. Me dijeron que ése ya lo habían recomendado otros y repliqué que el mío era un voto más a su favor. No valió mi argumento, pues preferían que cada entrevistado recomendara un libro distinto. “Pues entonces voy a recomendar un libro que con toda seguridad nadie ha recomendado: las Obras completas de José Antonio Primo de Rivera”. – “Sí, desde luego que nadie ha recomendado ese título, y ¿nos puede decir en pocas palabras los motivos de su recomendación?” – “Pues porque su lectura haría mucho bien por la salud moral de un país que está muy necesitado de ella, y porque en ella aprenderían los españoles de hoy algo que no se encuentra por ninguna parte, a saber: limpieza de prosa y claridad de ideas.”
Un centenario sordo
Por los mismos días me encontré con un ingenuo que me preguntó si se celebraría con carácter oficial el entonces próximo centenario del nacimiento de José Antonio. José Antonio dio la vida por una España que conciliara la justicia social con el sentimiento nacional, y no tengo la impresión de que estén bien vistas esas cosas por unos políticos de ideas turbias y unos folicularios que, en la feria y fuera de ella, confunden la prosa con la broza.
Ese centenario se celebró por fin sin que muchos que habían hecho carrera con la camisa azul se rebajaran a participar en él, y eso explica que algunos que nunca vestimos camisa alguna, nos sumáramos a los que nunca cambiaron de camisa sin temor a que nadie nos tachara de oportunistas ni de aprovechados y sin otra finalidad que la de honrar con la mejor voluntad la memoria de uno de esos españoles que hacen bueno aquello de que “ser español es una de las pocas cosas serias que se puede ser en el mundo”. Fruto de aquellas jornadas nació un libro que salió adelante entre las reticencias de los medios de confusión escrita y audiovisual y la antipatía o el desdén de la clase política en general y de sus intelectuales orgánicos, tránsfugas en muchos casos de las filas de Falange.
Como botón de muestra, mencionaré al director del Ateneo madrileño, antiguo jefe de centuria, que mandó retirar el retrato de José Antonio, aunque también es justo congratularse de que un notorio ex falangista que culminó su carrera en la presidencia de un sindicato vertical no protestara cuando alguien exhumó un rancio artículo suyo en Arriba sobre su amada –y provechosa- camisa azul, bien guardada en el desván de sus recuerdos o en el armario de sus esqueletos. Espero que por lo menos se tenga en cuenta el valor moral de rendir homenaje a José Antonio en una España que, por activa y por pasiva, reniega de sí misma, y nadie más valeroso que Jaime Suárez que, contra viento y marea y sin el menor apoyo oficial, sacó aquel libro adelante.
Dice Chesterton que “no es casualidad que la palabra “homenaje” signifique en realidad hombría”. “Homenaje”, según Corominas, es palabra que data más o menos de 1140 y procede del occitano antiguo omenatge, que significaba “vasallaje”, el vasallaje que se rinde a la “hombría”, que viene de “hombre”, como omenatge viene de ome. Cuando homenajeamos a alguien nos declaramos en cierto modo sus vasallos, pero al mismo tiempo que nos inclinamos ante su hombría afirmamos la nuestra, no sólo porque reconocemos los méritos de alguien que nos es superior, sino porque al hacerlo de modo libre, nos rebelamos contra eso que llaman la “opinión pública”, por otro nombre “envidia igualitaria”. Sería ingenuo e indecente esperar por ello ningún tipo de reconocimiento.
La filosofía que hay detrás de este concepto del homenaje es la del anónimo Soneto a Cristo crucificado: No me tienes que dar porque te quiera. Con esa idea se ha hecho a lo largo de tres mil años esa España grande que seguirá existiendo cuando nadie se acuerde de los sayones beodos que hoy se juegan a los dados su sagrada inconsutilidad.

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Premio nacional de literaturaAquilino Duque Gimeno, escritor español nacido en Sevilla el 6 de enero de 1931. Licenciado en derecho por la Universidad de Sevilla, amplió estudios en las Universidades de Cambridge (Trinity Hall) y la Southern Methodist University en Dallas, Tejas.
En 1975 fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura de España. Anteriormente había obtenido el Premio Leopoldo Panero de poesía en 1968, el Premio Ciudad de Sevilla de novela en 1970 y el Premio Fastenrath de la Real Academia Española en 1972.

lunes, 19 de noviembre de 2012

PRADA ATRAPADO AL FINAL POR SU OBSESIÓN: LA FALANGE


“Volvían con camisas viejas y zurcidas de remiendos, pero la muerte, finalmente, no los había llevado, como a tantos otros que hacían guardia sobre los luceros, impasible el ademán, esperando la resurrección de la carne...”

De Prada hace ya mucho, ese tiempo lejano de afrentas literarias, aún a la sombra de Umbral del que desertó pese a llevarse su “fondo de comercio literario” (en definitiva, un modo casi industrial de hacer metáforas que escandalizaban y de adjetivos truculentos). Así apareció, en el mercado literario, su Coños, ese libro que no se atrevían a pedir en las librerías los casados llenos de escrúpulos e inhibiciones. El más que conservador Ricardo Senabre lo santificaba, y lo pregonaba, y lo exaltaba hasta límites indecorosos, desde su púlpito de cátedra en Salamanca y sobre todo desde su página abierta en el ABC cultural. Fue una obra sin duda bella, distinta, literariamente rompedora aunque le hubiera precedido en esa transgresión el Senos de Gómez de la Serna, aunque éste fuera mucho más edulcorado.

Luego nos llegaron sus relatos de patinadores y silencios en fangos literarios, preludio en alguna zona de la que luego fue la obra en la que ya me desmarqué del autor: Las máscaras del héroe. Ya Prada se comenzó a aproximar frente a frente a José Antonio (siempre José Antonio Frente a frente), algo de él le había dejado embaucado, acojonado (como habría dicho García Serrano) aunque en ese entonces y en esa novela quiso mostrar su acritud y su lejanía, y hasta su chanza (increíble, inverosímil esa escena de José Antonio vestido de smoking con copa de cócktail en la balconada de ABC enconándose con las masas proletarias; ya sé que es literatura, ficción, pero la literatura requiere una realidad que aunque ficcionalizada sea auténtica, y por ende, verosímil).

            En todo caso, hasta esa escena ya digo que inverosímil y opaca del José Antonio con smoking y chulería y todo eso en el paseo de la Castellana de Madrid, me entusiasmó como lector adictivo de todo lo que se refiriera a ese tiempo del que todo el mundo contaba mentiras o escribía con auténtica bellaquería. Luego me alejé de su obra, de la de Prada, claro, y tras el desengaño final de una obra que yo siempre estimé apalabrada con Planeta para un premio, La Tormenta, ya sólo lo seguí alguna que otra vez en prensa cuando iba a casa de mi padre (suscriptor del ABC como sevillano que se precie) con sus colaboraciones extrañas, y yo seguía buscando a veces sus ocurrentes adjetivos, esa herencia de Umbral, pero nada más.

            Hace unas noches mi amigo y conmilitón en ciertas aventuras culturales (decir camarada está mal visto, creo que ya ni la utilizan los compinches de Sánchez Gordillo cuando asaltan y roban supermercados y asustan y acojonan vivas a las chicas de la caja, estos comunistas anclados en lo soviético pero al estilo Chicago, en plan mafioso, lo que nos faltaba por ver), pues este conmilitón –qué coño, camarada- me habló de una última publicación de Prada con un título sugerente: Me hallará la muerte, ya era la tercera vez que se le amputaba al Cara al sol un verso para intitular una obra literaria. Pues este buen amigo, el profesor Cansino, me lanzó sin proponérselo al día siguiente a la librería más cercana a mi casa, la del buen profesor socialista que cuando escribe destroza a las casas del pueblo y los que viven de ellas, qué pena que no hubiera más gente así, profesores así, me refiero.

            Y sigo el consejo del camarada Cansino, ya ni conmilitón ni leches. Y el libro, tomazo de más de quinientas páginas, me va persiguiendo esta semana de viajes. Paro en una venta y mientras como un pepito de ternera leo el tomazo, y el sonsonete de la tele de fondo, mientras Rajoy nos sonríe con sus estafas y Griñán nos engaña con sus mentiras; con el libro a mano siempre, hasta ese café solo en Aguilar de la Frontera (ya sé que es una ordinariez, pero es inevitable echar mano del libro mientras uno disfruta de un cortado aunque sea de máquina); llego a casa y sigo con el libro, me duermo con él, ya son las tantas, menos mal que mañana es sábado.

            Y poco a poco me va deslumbrando lo que voy leyendo. No soy técnico en la materia, ni crítico literario, ni nada que se le parezca. Sólo puedo decir que, en cuanto a la forma, observo al Prada de siempre, con metáforas que ya no me impresionan como a Senabre en ese tiempo. La trama es buena, folletinesca obviamente, que si no, no se entenderían sus más de 500 páginas para vender a granel entre multitud de gente para sacar dinero y que haya negocio.

            Hasta allí todo bien. Pero lo inesperado es comprobar como ese autor que antaño se permitía mofarse de alguna manera de José Antonio (o zaherirle o menospreciarle), y su cocktail en la mano, y su smoking y todo eso, chulo ante las hordas proletarias por La Castellana mientras le increpaban; pues ese mismo José Antonio (ya ni chulo ni bravucón) pasa a ser ahora el referente de toda la novela, el ídolo al que se remitirá el autor muchas veces. En ese entonces del Prada neófito con la pluma, los falangistas eran señoritos chulos y pendencieros (tenía el legado de Umbral aún muy cerca) y ahora hay buenos falangistas, falangistas auténticos, héroes que lloran, héroes que tienen que vivir un destino muy duro, que jamás imaginaron. Por encima del magnífico protagonista central que elige Prada, un pobre golfo desgraciado que ni siquiera es falangista, están otros que ni mucho menos son secundarios, complementan al actor principal hasta hacer posible la fábula. Para mí son la clave de la novela. Con sus grandezas, sus errores y sus miserias.

            Por eso para mí, esta es la novela de los falangistas auténticos que jamás desertaron de su fe. La División Azul es uno de los telones de fondo y allí cuenta el autor todo el heroísmo de que fuimos capaces los españoles. Pero aquella guerra, y esa es otra clave que nos abre Prada para que la meditemos, fue la posibilidad de ese régimen (ya chupóptero, capitalista, corrupto, democristiano, del Opus, todo eso dice Prada o pone en boca de sus personajes) para quitarse de en medio a ese puñado de jóvenes idealistas y enloquecidos que a punto de morir en el frente, o tullidos tras alguna retirada, o de regreso en el Semiramis (ya tan tarde y todos se escondían menos Muñoz Grandes), soñaban con una España azul de justicia para todos que seguramente nunca encontraron. Esa España que aún nos falta. Para mí fue una novela tranxilium.

            Una cosa más: mi alegría tras leer tantas páginas fue que, al final, alguien tan hosco al principio con todos nuestros sueños y nuestra historia, había acabado entendiéndonos de una puta vez. Cosas que pasan, que a veces pasan, como esta vez.

            Sevilla, 18 de noviembre de 2012.
Fdo. José Manuel Sánchez del Águila Ballabriga    

jueves, 15 de noviembre de 2012

Albert Boadella en Sevilla!

Aula Boadella 2

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Reseña de la conferencia "Las Campañas de Dionisio Ridruejo" en Sevilla

Con el salón principal del Excmo. Ateneo de Sevilla practicamente lleno, tuvo lugar el pasado día 9 de Noviembre el Acto Cultural en recuerdo a Dionisio Ridruejo organizado por las asociaciones culturales ADEMAN y Fernando III.

Intervinientes en el acto
Abrió el acto el vicepresidente del Ateneo, don Miguel Cruz Giráldez quien cedió posteriormente la palabra al profesor don Jose Manuel Cansino el cual, en una brillante, documentada y amena disertación, enmarcó la figura del poeta en su tiempo y sus controversias.

Aquilino Duque
 Posteriormente tomó la palabra el insigne escritor don Aquilino Duque, amigo personal del homenajeado,  el cual versó en una ponencia prolija y trufada de vivencias personales, la poliedrica personalidad del poeta soriano.

Aquilino Duque
 Concluyó el acto con un interesante coloquio a cargo de los ponentes y asistentes al acto.



Se adjunta enlace al audio completo de las conferencias y breve acompañamiento gráfico.

Presentación en Madrid de Menendez Pelayo, genio y figura

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lunes, 12 de noviembre de 2012

Dionisio Ridruejo, un siglo. Por Antonio R. Taravillo



No ha bastado su poesía, buena pero cincelada en mármol y por ello yerta con frecuencia, ni su excelente prosa. En España, para que te conmemoren has de ser de izquierdas: si desgobierna el PSOE, por sacar en andas a los propios y, sobre todo, quienes lo rebasan por la siniestra; si el PP, por tácito reconocimiento de inferioridad (las derechas suelen pensar más con la panza que con la inteligencia). El caso es que su centenario ha sido genuinamente español: con más pena que gloria.
            Prístino falangista, uno de los que arrimaron sílabas al himno más cantado en España durante décadas –no había tu tía–, Ridruejo estuvo siempre donde creía que debía estar, primero con esa figura sugestiva, José Antonio, y después contra Franco y su “acompañamiento coreográfico de nuestras camisas azules” (el primero dixit). A él no se le impuso una condena a muerte como a Hedilla (conmutada), pero sí el destierro, cosa también muy española desde el Cid a Unamuno.
            Una vez comí con García Berlanga: antes de saber que era librero y solicitarme ávida noticia de títulos sobre erotismo, una chispa como de hoguera antigua le saltó a los ojos al recordar sin remordimiento su paso por la División Azul, en la que conmilitó con Ridruejo. También aquel se sintió seducir una temporada por José Antonio, la encarnación española del fascismo y su inmediata superación. Los escritos del joven Primo de Rivera de 1935 (cuando lo conoció Ridruejo) y 1936 (luego ya no pudo evolucionar más, como muchos otros) lo acercan aunque con un fondo y puesta en escena bien distintos –eran los años treinta– a la idea que en los sesenta defendió Ridruejo: una suerte de democracia social.
Creía este que los españoles podían entenderse en un país más digno y justo. Y, traductor de El quadern gris de Pla, siempre favoreció el entendimiento del resto de España con Cataluña. Los mezquinos, los bobos le impidieron difundir cuando la toma de Barcelona octavillas en catalán como pretendía.
Hoy, en el Ateneo, Aquilino Duque disertará sobre Ridruejo, el escritor y el ejemplo de una forma de política no consistente en medrar sino en marchar por un ideal a Rusia o, purgado luego por nuestro Stalin menor, el Caudillo vitalicio, a la Siberia benigna de la serranía de Ronda. Allí, pienso, tendría presente al inmortal sordo de Fuendetodos, no por las corridas goyescas –posteriores–, sino por el recuerdo de esos compatriotas que en el cuadro famoso se atizan, obedientes en el lienzo al descalabro perpetuo de nuestra piel de toro.

(El Mundo, edición de Sevilla, 9-11-12)

viernes, 9 de noviembre de 2012

Juan Van-Halen obtiene el Ciudad de Melilla

El poemario premiado se titula «Bajo otro tiempo»


Juan Van-Halen obtiene el Ciudad de Melilla
Juan Van-Halen, en una imagen de archivo
ABC

El poeta Juan Van-Halen ha obtenido el XXXIV Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla con su obra «Bajo otro tiempo». El galardón está dotado con 18.000 euros y la obra será publicada por las colecciones Visor de Poesía y Rusadir.
El jurado estuvo presidido por el catedrático de Literatura Antonio Garrido y concedió el galardón por unanimidad. El propio Garrido destacó «la novedad, el desgarro y la intensidad» del libro ganador. Van Halen ya ha obtenido con anterioridad importantes premios, como el Fray Luis de León, Francisco de Quevedo, Rabindranath Tagore, Rafael Alberti y Tiflos. Es vocal del Patronato del Instituto Cervantes.
El galardón melillense ha sido obtenido con anterioridad por un buen puñado de grandes poetas como Alfonso Canales, Luis Rosales, Luis Alberto de Cuenca, Almudena Guzmán, Pablo García Baena, Ángel García López, Clara Janés y Vicente Gallego, entre otros. 

Fuente: Diario ABC

sábado, 3 de noviembre de 2012


El próximo viernes 9 de Noviembre a las ocho de la tarde en el salón de actos del Ateneo de Sevilla, en la calle Orfila, las asociaciones culturales Ademán y Fernando III han organizado un acto cultural con motivo del centenario del nacimiento del poeta y escritor Dionisio Ridruejo. El acto, que será presentado por el profesor José Manuel Cansino, contará con la presencia, por parte del Ateneo, del profesor Miguel Cruz Giráldez y con la del escritor, académico y premio nacional de literatura, Aquilino Duque, amigo personal de Ridruejo, a cuyo cargo estará la conferencia principal.
La entrada es libre hasta completar aforo.