lunes, 11 de julio de 2011

LOS DEBATES DE LA CLAVE CULTURAL (I) Prada

Aprovechando las largas horas del estío, inauguramos esta nueva sección de debates. Abrimos con esta columna de Juan Manuel de Prada esperando vuestras aportaciones al debate en forma de comentarios. Leed el texto y animaros a enriquecerlo con vuestras opiniones. 

 Columnas / EL ÁNGULO OSCURO                    

Salarios y productividad   

Ligar salarios y productividad es radicalmente anticristiano. Para León XIII, esto suponía un «gran crimen»
Desde que en España se declarase la crisis económica, empezó a proclamarse, a modo de mantra o ensalmo, que había que flexibilizar el mercado laboral», que la contratación «exigía reformas estructurales», que la competitividad laboral exigía «quitar rigideces». Poco a poco fuimos descubriendo que «flexibilizar el mercado laboral» significaba abaratar el despido, que las «reformas estructurales» consistían en recortar salarios, que «quitar rigideces» se resumía en vulnerar las garantías de los trabajadores. Se abarató el despido, se recortaron los salarios y se vulneraron las garantías de los trabajadores, como si tal cosa; y cuando ya parecía que los mantras o ensalmos habían cumplido su tarea de reducir al trabajador a un guiñapo, los artífices del desmán lanzaron otra consigna, para reducir el guiñapo a fosfatina: «Hay que ligar salarios y productividad». Creo que fue la teutona Merkel quien la puso de moda; pero de inmediato la empezaron a corear los plutócratas, los periodistas de pesebre, los politiquillos de diestra y siniestra: así hasta que la consigna se convirtió en una suerte de dogma económico inatacable.
D Varios lectores me preguntan si, conforme a la doctrina de la Iglesia, es lícito ligar salarios y productividad. Como nos recordaba León XIII en su encíclica Rerum Novarum, es una injusticia crasa que atenta contra la dignidad de los trabajadores, por abusar de ellos «como de cosas de lucro y no estimarlas en más que cuanto sus nervios y músculos puedan dar de sí». Y como Pío XI, cuarenta años más tarde, establecía explícitamente: «Se equivocan de medio a medio quienes no vacilan en divulgar el principio según el cual el valor del trabajo y su remuneración debe fijarse en lo que se tase el valor del fruto por él producido» (Quadragesimo Anno, 68). Para que el trabajo pueda ser valorado justamente y remunerado equitativamente, es preciso, afirmaba Pío XI, que el salario «alcance a cubrir el sustento del obrero y el de su familia, ajustándose a las cargas familiares, de modo que, aumentando éstas, aumente también aquél». También es preciso, por supuesto, tener en consideración «las condiciones de la empresa y del empresario, pues sería injusto exigir unos salarios tan elevados que la empresa no los podría soportar, sin la ruina propia y la consiguiente de todos los obreros»; y aquí Pío XI añadía una observación actualísima, que incumbe a los gobiernos y a los mercados: «Y cuando los ingresos no son lo suficientemente elevados para poder atender a la equitativa remuneración de los obreros, porque las empresas se ven gravadas por cargas injustas o forzadas a vender los productos del trabajo a un precio no remunerador, quienes de tal modo las agobian son reos de un grave delito, ya que privan de su justo salario a los obreros, que, obligados por la necesidad, se ven compelidos a aceptar otro menor que el justo». Y es preciso, concluía Pío XI, que la cuantía del salario se acomode al «bien común», de tal modo que exista «una justa proporción entre los salarios y los precios a los que se venden los diversos productos agrícolas, industriales,
etcétera. Si tales proporciones se guardan de una manera conveniente, los diversos ramos de la producción se complementarán y ensamblarán, aportándose, a manera de miembros, ayuda y perfección mutua».
Esta es la doctrina de la Iglesia sobre el salario justo y debido. Ligar salarios y productividad es, pues, radicalmente anticristiano. «Y defraudar a alguien en el salario debido —nos recuerda León XIII— es un gran crimen y un fraude que clama al cielo».

22 comentarios:

  1. Hoy que la moda en gran parte del pensamiento católico es ir de liberalitos (ayer era ir de comunistoides y sociolistones), De Prada es de los pocos que le echa cojones a la cosa y recuerda la sana doctrina.

    Sevillano de Nervión

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  2. Sevillano de Nervión conoce de un libro recomendable del joven economista y
    teólogo Thomas Woods "La Iglesia y la Economía" (Ed. El Buey Mudo). Conoce
    porque intercambié con él y con un amigo Catedrático de Filosofía
    del derecho, una ponencia en un Seminario sobre Ética y
    Economía.
    Sostiene Woods que hasta la "Centesimus annus" de Juan Pablo II, la Doctrina
    Social de la Iglesia que arranca de la Rerum Novarum de León XIII a la que
    se agarra de Prada, yerra en sus argumentaciones económicas, particularmente
    en su crítica a la economía de mercado. Esta situación, advierte el autor,
    provoca severos problemas de conciencia a los economistas católicos que son
    conscientes de los malos resultados económicos a los que conducen las
    recomendaciones de estas encíclicas.
    Basta un solo ejemplo; se alude al concepto de salario justo como aquel que
    permite garantizar el sustento a un trabajador y a su familia, debiendo
    variar aquel con el tamaño de esta. Este argumento calificaría de pecaminosa
    a toda actuación empresarial que no consintiera retribuir más al trabajador
    con más descendencia sin que en la decisión pesara ni la productividad del
    trabajador (el valor de lo que contribuye a producir dividido entre su
    salario) ni el margen de beneficio de la empresa (diferente según cada
    sector económico y grado de competencia). Además, implica que la empresa ha
    de asumir el coste de una decisión legítima pero libre del trabajador cual
    es la decisión de lo largo de su descendencia.
    En materia económica, las encíclicas ubicadas en la doctrina social (hoy
    casi todas se ubican en esta gran tópico -entiéndase tópico en el sentido
    científico del término-), dan palos al mercado y al Estado. Las primeras
    daban más al primero que al segundo y la última -Cáritas in veritate- más al
    segundo que al primero, pero no dejan de ser desconcertantes para un
    economista teórico.
    Dicho sea todo lo anterior sin entrar a saco en la defensa del
    corporativismo cristiano de la Quadragesimo anno de Pio XI en plena
    esfervescencia fascista.
    Perdón por extenderme pero de Prada sabe tanto de Economía como yo de Física
    Cuántica.

    Marchenero

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  3. Personalmente no soporto a Prada. Su prosa ha ido degenerando en un estilo plano y cabreado que literariamente desmerece mucho. De sus primeros libros, frescos, ágiles, valientes a estas homilías por lo civil...

    Cleopatra

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  4. Marchenero, creo que tu teoría es, cuando menos discutible. En la reciente historía de España efectivamente se ha premiado en nómina el tener hijos, los famosos puntos, y creo que un estado puede premiar la natalidad bonificando a las empresas que premien por este concepto a los trabajadores, todo esto sin ser yo un experto.

    Vendimiador

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  5. Yo sin saber nada, digo que: ligar el salario a la productividad es
    comunista. Es la negación del individuo. La afirmación del hombre como
    una máquina productora al servicio del estado o del capital.

    Naranjero sevillano

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  6. Ninguna Ciencia Social es exacta. Tampoco la Economía.
    Las pagas de las empresas son fruto de un acuerdo más o menos voluntario que
    incluso puede ser beneficioso para ambas partes. En el caso del estado forma
    parte de su acción redistributiva que nace de un acuerdo social que soporta,
    tácita o mayoritariamente según el sistema político, a un gobierno que
    corrige (por ejemplo con impuestos) lo que el mercado hace.
    En ambos casos se trata de acuerdos extramercado. La vida misma.

    Marchenero

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  7. Acabo de estar hace unos días en una tesis doctoral donde parte
    del salario de los trabajadores alemanes estaba en función del rendimiento.
    ¿Adivina quién gobernaba en 1941?
    El salario con un componente fijo y otro variable es tan antiguo como el
    desarrollo del comercio y la división del trabajo. Las pagas que reconocen
    la antigüedad son una fórmula para compensar la pérdida de fuerza física o
    ambición. Por eso los mayores pueden seguir en la empresa con dignidad y
    premio a su experiencia y los jóvenes abrirse paso.
    Tan brutal es el destajo sin más (y mira que hay autónomas -?¿verdad Cleopatra?-
    que no conocen otra) como el igualitarismo que reivindica el mismo salario
    para esfuerzos distintos.
    Sobre los términos. ¿Quién es el capital? ¿el accionista mayoritario de una
    empresa? ¿el director de recursos humanos? ¿el jefe de departamento?. Con
    frecuencia llamamos capital a los que no son más que "White necks". A la
    condición humana fastidia trabajar bajo jerarquía y las encuestas dicen,
    sistemáticamente, que nos consideramos mal pagados.

    Marchenero

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  8. Todo lo contrario, al final sirve para medir al trabajador por su rendimiento financiero, sin evaluar el trabajo realizado que no es venta directa, es capitalismo salvaje, igual de alienante que el comunismo.

    vendimiador

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  9. De Juan Manuel de Prada me interesa «lo que dice», no el «cómo lo dice» (en realidad cada vez me interesa menos el cómo que el qué en casi todo, exceptuando la poesía). Estoy de acuerdo en que De Prada ha ido adquiriendo un estilo más plano, al menos en sus artículos periodísticos, pero lo exige el guión: su interés no es tanto el adorno literario de una idea y «hacer literatura», como el ofrecer la idea argumentada y de forma asequible para el lector medio de un periódico como ABC; y habitualmente en asuntos que muy pocos se atreven a abordar desde una visión católica de la vida. Desde este aspecto, para mí De Prada es un tío que ha sacrificado un futuro literario más o menos boyante, por enfrentarse al progresismo, con todo lo que eso implica en un momento de la historia donde la cultura occidental está dominada por el progresismo. Valoro su sacrificio y por eso lo admiro.

    Sevillano de Nervión

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  10. Para Marchenero: ¿Arbeit match freit?

    Naranjero sevillano

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  11. De Prada no habla sobre Economía (cuya calificación como ciencia dejo en cuarentena -al igual que también lo hago sobre la jurídica-, porque no parece que la proliferación de economistas en el mundo contemporáneo haya servido siquiera para alertarnos sobre la debacle que se nos venía encima), sino de principios morales que deberían tener en cuenta los economistas desde una cosmovisión crisitiana de la sociedad. El problema es que vivimos en una sociedad cuasipagana, y recordar aquellos principios, chirría.
    Es falso que el mercado se regule solo y que la búsqueda del bien individual traiga consigo el bien común, o el bien de todos, si se prefiere. Esto sería así en un plano ideal, pero supone desconocer la naturaleza humana (lo mismo que le sucede al comunismo desde la visión estatalista contraria). Sigo creyendo con JA (aborrecido profundamente por el liberalismo de FJLosantos y César Vidal, que no paran de tacharlo de socialista) que el nacimiento del socialismo estuvo justificado, y que dejar el desarrollo humano al libre funcionamiento del mercado, sólo beneficia al pez grande. Un empresario cristiano y justo, debería retribuir mejor a un trabajador, padre de tres hijos, antes que a otro sin cargas familiares; y desde luego, antes que mandarlo al paro o pagarle un salario indecente que no llegue a cubrir sus necesidades (no hablo de un trabajador excepcional, insustituible en su puesto, sino de un trabajador medio). Pero lo normal hoy (aun llamándose cristiano el empresario) no es eso; y cada vez lo será menos.
    Sé que el problema es mucho más complejo, pero sólo quería señalar que partir de la bondad intrínseca del libre mercado es un error de planteamiento similar al de partir de su intrínseca maldad.

    Sevillano de Nervión

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  12. Sevillanod e Nervión:

    Decir (no lo haces tú) que una ley económica es ética o no es tanto como
    decirlo de la ley de gravedad. No tiene sentido.
    Son las conductas de las personas (empresarios y trabajadores) las que
    siguen o vulneran la ética mayoritaria de una sociedad.
    Lo que tú esperas de un empresario cristiano es un comportamiento coherente
    con la religión que profesa. Ahora bien. ¿Hasta dónde es ético mantener el
    empleo de un padre de familia numerosa necesitado e incompetente a la vez si
    es a costa del riesgo de quiebra de una pequeña empresa y con él del despido
    a medio plazo del conjunto de la plantilla?
    A todos los que compartimos la cosmovisión católica nos repugna el trato
    indigno y vejatorio. Nada hay en la Economía que lo recomiende. También nos
    repugna el hambre. Pero en el diagnóstico de sus causas o en el tratamiento
    del problema no hay una ley universal. Probablemente porque cuando es sujeto
    de una ciencia es el hombre, es tan complejo que no hay herramientas de
    análisis iguales en sofisticación. Por eso las ciencias sociales (todas en
    cuarentena por razón del objeto de estudio) sólo pueden hacer afirmaciones
    basadas en la Ley de los grandes Números del tipo, "si ocurre A, lo más
    probable que suceda es B". No más. Para exactitudes, la Matemática y la
    Lógica.

    Marchenero

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  13. Para Marchenero:
    «Decir (no lo haces tú) que una ley económica es ética o no es tanto como decirlo de la ley de gravedad...»
    No exactamente. Identificar una ley económica con ley de la gravedad supone ya una presunción enormemente soberbia desde el punto de vista de los economistas, porque es tanto como decir que siempre que sucede A, sucede B. (Tú mismo anotas más adelante lo complejo que significa actuar con esa mentalidad en las ciencias sociales). ¿De cuántas leyes económicas se puede predicar que siempre que sucede A, sucede B? (Salvo que llamemos ley económica a que si tengo 100 euros y me gasto 90, me quedan 10).
    Mantener a un padre de familia numerosa, pero incompetente (el padre, no la familia) si ello conlleva la quiebra de la empresa, no es siquiera ético, porque el remedio es peor que la enfremedad.

    Sevillano de Nervión

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  14. "Si aumenta la cantidad de dinero en circulación, probablemente los precios
    subirán".

    Marchenero

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  15. Pues eso, que en ese «probablemente» radica la madre del cordero..., porque al equiparar esa «ley» (u otras) a la la ley de la gravedad se pretende establecerla como un principio inexorable de la naturaleza humana que se cumple al margen o por encima de toda voluntad, se termina concluyendo que por lo tanto queda al margen de todo debate ético; y eso me parece partir ya de una premisa mayor errónea que vicia todo el desarrollo de cualquier silogismo.

    Sevillano de Nervión

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  16. 'el medicamento A administrado al enfermo de B, probablemente lo sanara'.
    Aquí tb hay un 'probablemente' por razón de q es posible q haya algún enfermo de B que no sane con A.
    Igualmente, aunque haya mas dinero en circulación es posible q alguien baje el precio de lo q ofrece.
    A pesar de q en Economia como en otras ciencias, haya quien de crea un semidios, no invalida el conjunto de la misma.

    Marchenero

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  17. Bien. Estoy de acuerdo que si tenemos una «ley» que «probablemente» se cumple en un 80-90% de los casos, tenemos base suficiente para trabajar con esa ley (al igual que con un medicamento); ya que no hacerlo significaría cerrar las puertas hacia las posibilidades de progreso de la humanidad. Pero el debate se suscitó a raíz del artículo de De Prada y sobre tu comentario de que no cabe aplicar criterios morales a la economía (estoy sintetizando tanto tu razonamiento, que sé que no es esto exactamente lo que defendías), porque sus «leyes» quedan al margen de la moralidad; como si se tratase de la mismísima ley de la gravedad. Esto encierra un sofisma que se va extendiendo entre una parte importante de pensadores católicos que, antes de complicarse la vida en la búsqueda de nuevos caminos desde la moral cristiana, al encontrarse con una senda que ya está elaborada por los liberales (y es la que más o menos funciona), aceptan sus principios como dogmas ineludibles por pura comodidad intelectual. Lo mismo que ya les pasó a otros anteriormente con la asunción de los principios marxistas. En realidad, toda ley económica que extraemos del estudio de las conductas humanas, precisamente por proceder de seres humanos, es susceptible de una valoración moral. Lo cual no significa que todas las leyes económicas tengan la misma trascendencia moral, como tampoco la tienen todos los actos humanos. Y lo dicho respecto a la economía, cabe decir respecto a la política y la cultura en general.

    Sevillano de Nervión

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  18. A mi modo de ver, todo trabajador debe tener, en el seno de su empresa, derecho a la promoción profesional y salarial en función de sus méritos y antigüedad. Como la productividad es un factor más que razonable a tener en cuenta dentro de los méritos, entiendo que debe contemplarse en los salarios mediante una fórmula de incentivos, siempre en sentido positivo y nunca castigando con detracciones de sueldo a los trabajadores con baja productividad. Por otro lado, creo que las necesidades económicas de los trabajadores, fruto de cargas familiares, deben ser atendidas preferentemente por el Estado a través de ayudas y deducciones fiscales.
    Mr. Flower

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  19. La persona es infinitamente más importante que el individuo, es portadora de un alma inmortal, de valores eternos que trascienden y son los que le dan un valor infiníto. Hecho a imagen y semejanza de Dios. Lo otro es la ley de la selva.

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  20. Del artículo de De Prada me gustan sobre todos los primeros párrafos, donde describe la insuflible tendencia del pensamiento establecido a forjar neologismos. Y así con la vinculación entre salario y productividad, que no significa otra cosa que retribuir al trabajador con la cantidad que mejor se me antoje, mes a mes.
    La trampa lógica consiste en responsabilizar absolutamente al trabajador de las ratios de productividad. Pero no: cualquiera que haya prestado servicio en un gran empresa sabe que esto no es así, y que el origen de una baja productividad no siempre tiene que ver con una escasa motivación o cualificación en el empleado. Las más de las veces, la baja productividad no es otra cosa que el reflejo de las ineficacias e ineficiencias de la estructura de la empresa, cuando no está bien organizada, por ejemplo; o de su dirección, que dispendia sus recursos o yerra en su política competitiva, también por ejemplo.
    Hasta ahora, las consecuencias de una mala dirección o gestión recaían directamente sobre los dueños de las empresas y formaba parte del "riesgo empresarial". Ahora, se pretende trasladar los costes de la mala gestión a los trabajadores.

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  21. Constantino (de la sierra)28 de julio de 2011, 13:08

    El interesante debate mantenido por varios contertulios en entradas anteriores viene a reproducir una polémica señera de la filosofía contemporánea. Me refiero a la oposición entre la visión psicologista de Hussler sobre los enunciados lógicos y científicos, que defiende su naturaleza relativa a la subjetividad de los actores que intervienen en los procesos cognitivos, y la visión analítica de Frege, que estima la independencia ontológica de las leyes respecto a los sujetos cognoscentes.
    En la actualidad, esta segunda perspectiva se ha hecho hegemónica.
    Un ejemplo puede ilustrarlo adecuadamente: incluso bajo las condiciones de un experimento mental que planteara la desaparición de todo el agua del Universo, la ley que afirma que ésta hierve a 100 grados centígrados continuaría ostentando su plena validez universal. En el caso que nos ocupa, la ley que afirma –por ejemplo- la influencia de la oferta y la demanda en la formación de los precios se cumple hasta el momento en que se introducen elementos correctores que impiden su normal desarrollo, con consecuencias imprevisibles; lo que, en la práctica, equivaldrían a añadir cubitos de hielo al caldero a fin de demostrar que la ley física que rige el hervor del agua no siempre se cumple, o que está sometida a la voluntad de los agentes. Que una ley pueda ser fácilmente transgredida no implica, en modo alguno, ni su inexistencia ni su validez relativa. En otro caso, sencillamente, no puede ostentar la condición de “ley”.

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