Reproducimos, acontinuación un interesante artículo sobre Jacinto Miquelarena aparecido en Diario Ya
¡Qué país Miquelarena!
Don Adolfo, el libertino de Jacinto Miquelarena
Javier Paredes
Si sólo comento muy pocas novelas, es porque la mayoría de las que se publican no me llaman la atención. Con todo lo que hay que hacer, me parece una pérdida de tiempo leer las ocurrencias de buena parte de los novelistas, que además de escribir regular, tienen poco contendido de fondo. Y habiendo libros de historia, la realidad siempre me interesó más que la ficción. Por todo ello son pocas las novelas que empiezo y muchas menos las que acabo, porque es raro que suela pasar de la página veinte. Por eso se quedaron muy sorprendidos en mi familia, cuando hace unos días les dije que no estaba para nadie hasta que acabase la novela de Jacinto Miquelarena, titulada Don Adolfo el libertino. La he leído con mucho gusto y con mucha risa. No recuerdo haberme divertido tanto leyendo un libro como con este de Jacinto Miquelerana, una pluma para mi desconocida y de la que me he convertido en un entusiasta partidario.
Don Adolfo el libertino es una historia llena de humor y ternura –a veces entre carcajada y carcajada, se le pone a uno un nudo en la garganta- situado en la España de principios del siglo XX, la España de la Belle Época y de los contrastes entre las casas de los nobles y las modestas pensiones como la de doña Penélope de la calle de Caballero de Gracia, donde vive como puede para sacar adelante a sus cuatro hijos, desde que su marido –apodado don Ulises- marchó a América y la dejó con un niño, al que ella añadió desde su ausencia otros tres embarazos transatlánticos.
Don Adolfo es hijo de un duque al que Miquelarena en esta novele le concede el título de marqués de Solocoeche. Don Adolfo es un joven frívolo y divertido que comparte protagonismo con su fiel criado Carpóforo. El joven noble es un don Juan novecentista, al que le salva una vez más el amor, porque como manifiesta Jacinto Miquelarena en la introducción de su novela “el diablo no me ayudado lo bastante. El diablo ha perdido una excelente ocasión para hacer publicidad del infierno”.
El libro tiene una buena introducción de la estudiosa y nieta del autor, Leticia Zaldívar, en la que se cuentan los principales rasgos de este gran escritor, olvidado injustamente, a pesar de ser una de las plumas más brillantes de la literatura y muy particularmente del periodismo deportivo. Pero el autor fue falangista, amigo de José Antonio y uno de los integrantes de la tertulia de La Ballena Alegre y en consecuencia… marginación y silencio ¡Qué país Miquelarena!
Si sólo comento muy pocas novelas, es porque la mayoría de las que se publican no me llaman la atención. Con todo lo que hay que hacer, me parece una pérdida de tiempo leer las ocurrencias de buena parte de los novelistas, que además de escribir regular, tienen poco contendido de fondo. Y habiendo libros de historia, la realidad siempre me interesó más que la ficción. Por todo ello son pocas las novelas que empiezo y muchas menos las que acabo, porque es raro que suela pasar de la página veinte. Por eso se quedaron muy sorprendidos en mi familia, cuando hace unos días les dije que no estaba para nadie hasta que acabase la novela de Jacinto Miquelarena, titulada Don Adolfo el libertino. La he leído con mucho gusto y con mucha risa. No recuerdo haberme divertido tanto leyendo un libro como con este de Jacinto Miquelerana, una pluma para mi desconocida y de la que me he convertido en un entusiasta partidario.
Don Adolfo el libertino es una historia llena de humor y ternura –a veces entre carcajada y carcajada, se le pone a uno un nudo en la garganta- situado en la España de principios del siglo XX, la España de la Belle Época y de los contrastes entre las casas de los nobles y las modestas pensiones como la de doña Penélope de la calle de Caballero de Gracia, donde vive como puede para sacar adelante a sus cuatro hijos, desde que su marido –apodado don Ulises- marchó a América y la dejó con un niño, al que ella añadió desde su ausencia otros tres embarazos transatlánticos.
Don Adolfo es hijo de un duque al que Miquelarena en esta novele le concede el título de marqués de Solocoeche. Don Adolfo es un joven frívolo y divertido que comparte protagonismo con su fiel criado Carpóforo. El joven noble es un don Juan novecentista, al que le salva una vez más el amor, porque como manifiesta Jacinto Miquelarena en la introducción de su novela “el diablo no me ayudado lo bastante. El diablo ha perdido una excelente ocasión para hacer publicidad del infierno”.
El libro tiene una buena introducción de la estudiosa y nieta del autor, Leticia Zaldívar, en la que se cuentan los principales rasgos de este gran escritor, olvidado injustamente, a pesar de ser una de las plumas más brillantes de la literatura y muy particularmente del periodismo deportivo. Pero el autor fue falangista, amigo de José Antonio y uno de los integrantes de la tertulia de La Ballena Alegre y en consecuencia… marginación y silencio ¡Qué país Miquelarena!
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