domingo, 11 de abril de 2010

Cine. “The last station”: El último viaje de León Tolstoi

Jorge Zavaleta Balarezo (Desde Pittsburgh, Estados Unidos. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)



A primera vista, estamos ante uno de esos “costume dramas” que bien podría haber filmado, y sin mucho esfuerzo, James Ivory. Hay ciertas evocaciones al lirismo y a la potencia cinética del gran David Lean, por otra parte. Sin el padrinazgo de uno ni de otro, y a veces, al parecer, llevado por su propia intuición, un modesto Michael Hoffman, quien no tiene ningún título brillante en su filmografía, nos lleva a conocer el último destino del gran León Tolstoi, aquel genio ruso de la literatura que no sólo nos legó las espléndidas “Guerra y Paz” y “Anna Karenina”, sino que, él mismo, era un revolucionario a carta cabal.

El viaje por el que nos guía Hoffman es uno de incomprensiones y crisis familiares, de maquinaciones interesadas y hasta de la búsqueda de una solución para un problema en el cu
al el escritor parece estar demasiado absorbido. La última ceremonia de los Óscar contribuyó a revelarnos que los dos principales artistas de esta cinta estaban nominados a los premios:
Christopher Plummer, quien da vida a Tolstoi, y Helen Mirren, la exquisita mujer más que madura quien hace de una condesa y esposa del autor.


En más de un momento la trama cae en un marasmo del cual le cuesta levantarse. Entonces el Hoffman cineasta acude a las imágenes de bosques, árboles y caminos en el campo como para

seguir “ilusionándonos”. La presencia de Valentin Bulgakov, un joven que supuestamente ha
llegado a la villa del literato para espiarlo, se convierte en una de las vértebras de la historia. Su relación con la bella y cautivante Masha hace las veces de una pérdida de la inocencia.


A su vez, el personaje interpretado por Paul Giamatti, un actor que da lo mejor de sí en cada
filme, trata de sacar partido de su propia situación. Lo cierto, y hay que decirlo, es que todos están preocupados por León Tolstoi, por su fama, su salud, su escritura. Y aún así perduran los

líos matrimoniales, esas discusiones o esos silencios que protagonizan, a veces con frialdad,
Plummer y Mirren. “The last station” es la película del fin de una vida y no se ahorra esfuerzos
en ser melodramática, insiste en ello, de la mano, por ejemplo, de Sasha, la hija del escritor.


Lo que pudo ser, en sí, una historia de emociones y afectos, bien sopesada y mejor lograda, termina en manos de un cineasta como Michael Hoffman en una vacua redundancia, en escenas urgentes y urgidas, como aquella en que Helen Mirren se lanza al lago e intenta suicidarse.

Invocábamos por ello, al principio, los nombres de James Ivory y David Lean, quizá como
probables modelos que este film debió seguir.
Y muy a pesar de los esfuerzos y las notables actuaciones registradas en ella, “The last station” confirma que no perdurará, al contrario de la gran obra del artista que la inspira. Vista también como un “biopic”, esta película pretende tomar fragmentos decisivos de “una vida” y cubrirlos de encanto y hechizo. Pero incluso con la lograda recreación de época y con las constantes
referencias a un “estado de las cosas” previos a la revolución de 1917, esta cinta se perpetúa en su propio encierro y se niega a salir de él. Lo anotado, buenas actuaciones y gloriosos paisajes.
Pero hasta allí llega la energía de “The last station”.

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