lunes, 26 de septiembre de 2011

PIO MOA POLEMIZA CON JAVIER VILCHES A CUENTA DE LA DIVISION AZUL

COMO CONTINUACION A LA ANTERIOR ENTRADA EN LA QUE DABAMOS CUENTA DE LA VISION DE JAVIER VILCHES SOBRE LA DIVISION 250, ADJUNTAMOS ESTA ENTRADA DEL BLOG DE PIO MIO DANDOLE CUMPLIDA RESPUESTA DESDE LA DIVERGENCIA.

Es obvio que una discusión seria no puede hacerse sobre la base de “pues me dijo mi tío que es guardia civil que les obligaban a ir a la División Azul”. Eso puede servir para las típicas chorradas de  barra de bar, pero no en este blog. La prueba más palpable del carácter voluntario de la División está en su comportamiento en condiciones tan duras, y en la práctica ausencia de desertores.
   Obsérvese también que sobre el problema demográfico nadie ha dicho una palabra. No preocupa, parece ser.
El historiador Pío Moa

La División Azul de Vilches

22 de Septiembre de 2011

El señor Vilches parece empeñado en escribir cosas raras, quizá por mala información (parece seguir a Preston y eso es muy poco recomendable a estas alturas). Si hubiera leído, por ejemplo, mi libro Años de hierro,  habría evitado caer en ciertos dislates como los de su último artículo sobre la División Azul. Creo que es bueno el debate en una publicación liberal (no hay liberalismo sin debate), por lo que veré de aclarar algunos tópicos corrientes y poco reales en los que sigue incurriendo bastante gente.
 
   Afirma Vilches, al exponer el mensaje de Franco a Hitler tras la derrota del ejército franco inglés en 1940: “El Führer no estaba dispuesto a aceptar las condiciones materiales y territoriales que el Caudillo exigía para entrar en guerra”. En historia, la cronología es fundamental, y Vilches confunde dos momentos distintos: en aquel momento no había condición alguna, solo un ofrecimiento muy general, y a Hitler no le importaba la ayuda española porque creía que Inglaterra pediría la paz y porque dejaba el Mediterráneo como esfera de acción de Italia. Sería más tarde cuando Hitler se interesara (¡y mucho!) por la ayuda española y cuando Franco le presentara condiciones imposibles de cumplir para Alemania. La versión de Vilches tiene además un fallo de omisión en que incurren casi todos los historiadores: debe recordarse siempre que Franco había declarado su neutralidad ya en 1938, y la reafirmó al ser invadida Polonia. ¿Por qué cambió de postura a la caída de Francia? ¿Y por qué, poco después, volvió a cambiar y a exigir tantas cosas a Hitler? De ello puede informarse el señor Vilches en Años de hierro, porque no puedo repetir las mismas cosas eternamente.
 
  Y Churchill no amenazó con nada. Simplemente redujo a la mitad los suministros de petróleo y otros materiales, llevando el hambre a los españoles, y al mismo tiempo prometió e hizo lo imposible por mantener a España fuera de la guerra. Aunque la decisión nunca dependió de él ni de los generales supuestamente sobornados por Hillgarth, sino en todo momento  de Franco.
 
   Como nadie ignora, tampoco el señor Vilches, cuando la invasión de la URSS por Alemania se formó en España la División Azul. Él dice que a Hitler le pareció insuficiente, pues quería la entrada de España en la guerra (que a aquellas alturas ya le importaba mucho menos) y casi da a entender que Franco envió la División con reticencia dl Führer. Este, en realidad, aceptó la División encantado y la hizo objeto de honores y concesiones que no tuvieron los demás aliados de Alemania. 
   A continuación da por cierto un atentado falangista contra Varela en 1942 (debió decir “supuesto y casi con seguridad falso atentado”), y vuelve a 1941 para dar una versión sobre la disputa entre Serrano y Varela sobre la composición de la unidad. Varela, cuya inteligencia es discutible, quería una división militar, lo que habría supuesto declarar la guerra a la URSS, como le hizo ver Serrano, que la quería de voluntarios. Esta fue la decisión final. Vilches señala que los voluntarios iban encuadrados por mandos militares dejando entender que  estos no eran voluntarios: lo eran, como los demás. Y hubo tantos  que algunos oficiales tuvieron que alistarse como suboficiales e incluso como tropa. Atribuye además a Serrano la creencia en “una victoria sin batallas” en Rusia,  siguiendo el método prestoniano de achacar a otros las tonterías de su propio caletre.
 
   Luego se embrolla o nos embrolla un poco sobre las motivaciones de la empresa. Con decir que fueron el anticomunismo, la culpabilidad de Rusia (Serrano quería decir la URSS) por haber prolongado la guerra civil en España y las muertes consiguientes, y, en fin la devoluciòn de visita, lo habría dicho todo. Y nuevamente endilga a Serrano un deseo de fascistizar a España “como Alemania o Italia”. Eso es hilar muy grueso. Un historiador nunca debe confundir los regímenes alemán e italiano, como hacían los comunistas. Nadie dio ningún “Viva el fascismo!” en las manifestaciones, y, como el señor Vilches sabe, aunque olvida, el fascismo fue un movimiento paganizante, mientras que la Falange se proclamaba inequívocamente católica. Este mero hecho vuelve muy discutible la identificación de ambos movimientos. 
  
La anglomanía de Vilches reluce nuevamente cuando habla de una “acalorada” discusión entre Hoare y Serrano, y repite la legendaria anécdota de “no me mande más guardias, mándeme menos estudiantes”. Pero eso es solo un chiste.

Informa también, y erróneamente,  el señor Vilches: “el cansancio de la sociedad española  frustró las expectativas de Serrano Súñer, por lo que  se necesitaban 17.000 voluntarios y no los hubo, debiéndose recurrir a la recluta de soldados. Así, “las milicias de partido aportaron 9.154 efectivos y el Ejército contribuyó con 7.292 hombre. Los datos oficiales se ocultaron hasta marzo de 1973. La realidad, me temo, difiere nuevamente. Hubo considerables diferencias de unas provincias a otras –cosa natural--, pero el número global de voluntarios superó ampliamente el de puestos disponibles y muchos tuvieron que quedar en España. Y muchos más de alistaron en las siguientes tandas de 1942 y 1943, aunque, lógicamente, en proporción descendente según la evolución de la guerra. También le conviene saber que los soldados fueron igualmente voluntarios, y que entre ellos había asimismo numerosos falangistas que hacían la mili.
 
 Por ello, la plantilla de la División estuvo siempre cubierta, siendo la única de la Wehrmacht en tales condiciones, pues después del desastroso invierno de 1941-2, las divisiones alemanas contaban con un tercio menos de su plantilla habitual. 
Señala, finalmente, que la expedición fue “muy dura e ingrata, incluso cuando volvieron a España”. Dura sí lo fue ciertamente, pero, y por eso mismo, la gran mayoría volvieron orgullosos de haber realizado una gesta en muchos aspectos extraordinaria. Obviamente, no compartían la actitud posterior de nuestro anglómano señor Vilches. 
 
 

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