jueves, 20 de diciembre de 2012

Artículo en exclusiva de Carlos Martínez-Cava para La Clave Cultural


 




NO HE DE GUARDAR SILENCIO

La dispersión de empeños, el silencio de los disidentes o la elección equivocada en su posicionamiento, ha llevado a muchos españoles muy sensibles con la crítica situación nacional a una esterilidad política  todavía no fructificada.

Algún día, sociólogos o psicólogos de masas deberán preguntarse cómo fue posible que en un escenario de seis millones de parados, más de nueve millones de pobres y fractura territorial, no se alzaran voces autorizadas en España con la suficiente fuerza como para cuestionar todo el entramado surgido en 1978.

Curiosamente, como si de un ejercicio de exorcismo interior se tratara, se hacen públicas las palabras de protagonistas de entonces. Otero Novas, por un lado, Muñoz Machado por otro. Ambos van haciendo público como fue posible resquebrajar lo que parecía firme. Y, ambos, en ese camino que llega hasta hoy, advierten como el viejo marino de Julio Verne que gritaba "¡Maelstrom!", que estamos al borde mismo del colapso y naufragio.

Más no vendrá de ellos la solución. Como tampoco llegara de banqueros reconvertidos a profetas mediáticos. Esta vez es la hora del Pueblo. Y la hora de quienes han guardado silencio pese a llevar consigo un caudal de ideas que no han sido, todavía, confrontadas.

Estos días atrás. En todos estos días transcurridos desde que "España Defendida" vio la luz, he podido visualizar a quienes importa España y a quienes duele la ausencia de Justicia. Lejos de constituir grupos homogéneos, en mi recorrido expositivo de los textos que conforman ese ensayo, he ido descubriendo cristianos de izquierdas - de aquella izquierda anti franquista educada en torno a un Tierno Galván o de un disidente Ridruejo; a personas aisladas en territorios confundidos por el fantasma identitario y secesionista; a jóvenes decididamente anti sistema no casados con ninguna opción ; a falangistas sin falange, decididamente apartados de toda nostalgia estéril. Nada en común entre ellos, ni por sus orígenes económicos, familiares o sociológicos.

Advertí que no será del español "instalado" de donde venga la reacción, la protesta o el llamamiento a la viraje profundo. No será de esos seguidores de la partitocracia que acuden, cada cuatro años a una cita con las urnas tan estéril como inútil.

Todo ese conjunto de náufragos que descubrí, habrán de unirse por encima de orígenes y antiguas pertenencias ( a veces, ninguna ) en un barco que todavía esta por construir y ser fletado. Tengo presentes, siempre, aquellas palabras de resonancias kennedyanas que nos llamaban a la unión en momentos de grave crisis nacional.

No podemos apelar sólo a la Nación, ni sólo a situaciones de injusticia social. Se apelará a la Comunidad soberana como única fuerza capaz de romper el nudo gordiano que constituyen las autonomías, los partidos, la ley electoral, la organización del trabajo, y nuestra relación misma con Europa.

Ya no es momento de análisis periodísticos o crónica política. Es la hora de recomponer los fragmentos de la espada del Almirante Cervera, hundidos en la Bahía de Santiago de Cuba y hacerlos brillar al nuevo Sol.

Vamos a cuestionar ese sistema del 78. Vamos a pasar del silencio a la propuesta inteligente activa y resuelta. Sin más bandera que la común que nos hermana.

Toda la crítica a la ausencia de representación política de movimientos como el 15-M, al dominio del poder financiero sobre las decisiones; todo ese entramado elaborado para desunirnos como Nación propio de los defensores de las taifas autonómicas  ; toda forma de propaganda del odio y la mentira sobre nuestro origen y nuestro caminar en la Historia...todo eso va a tomar forma de un movimiento que va a enfrentarse al artificial montaje impuesto a los españoles.
Jóvenes condenados al desempleo o al trabajo esclavo. Desahuciados. Españoles discriminados y atemorizados. Familias que no pueden serlo. Expoliados por los impuestos o por las tasas. Pero sobre todo y por encima de todo, españoles dolientes de serlo.
Nuestra Nación ni ha muerto ni es una invención de gobernantes cercanos.
No más política que aquella que lo sea para el Bien Común.
No más patriotismo que aquel que nos hermana en la solidaridad real de la justicia social.
Defenderles es afirmar nuestro sentido en esta tierra y esta vida.
Seguir silentes es tener la peor de las muertes posibles.

Carlos Martínez-Cava Arenas

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