jueves, 21 de septiembre de 2023

¿SOMOS TODAVÍA UNA NACIÓN? Rafael Sánchez Saus (Diario de Sevilla, 14/9/2023)

 


Leo en el actualísimo España. La evolución de la identidad nacional, de Juan Pablo Fusi, publicado en el 2000, que Ortega citó en cierta ocasión, en Berlín, un dictus del historiador alemán Eduard Meyer, escrito en 1910, según el cual “la idea de nacionalidad es el más sutil y complicado producto que la evolución histórica puede engendrar”. El gran Nicolás Gómez Dávila, en uno de sus geniales aforismos, ya nos advirtió que el saber histórico, como el filológico, es a menudo “como si averiguáramos qué dice un scholar inglés de lo que opina un Gelehrte alemán sobre lo que un humanista italiano pensaba de la referencia que hace un comentarista latino a lo que dictaminaba un erudito alejandrino sobre un trágico ateniense”.



La Historia, ya lo ven, no está dispuesta a prescindir de la verdadera memoria, no así las masas que a menudo la hacen o la echan a rodar, según la ventolera que las agite. A pesar de las dificultades para aquilatar el concepto de nación, lo cierto es que haberlas haylas, y entre ellas, según el acuerdo prácticamente unánime de los estudiosos, sobresalen tres por la prontitud con que tomaron conciencia de ello y crearon estados que, a su vez, dieron forma a esas ideas y sentimientos: España, Francia e Inglaterra, expuestas en orden de posible antigüedad, aunque esea este tema de fácil resbalón.

Los acontecimientos que tan compungidos nos tienen en estas semanas no serían comprensibles si no vinieran precedidos de una larga crisis de la nación española, de consecuencias ya hoy no por previsibles menos preocupantes. La dificultad de definición no ha impedido el relativo acuerdo sobre las condiciones previas que hacen posible una nación, que resultan ser cinco:  nombre colectivo, mito de ascendencia común, historia y cultura compartidas, conciencia de solidaridad y asociación con un territorio. ¿Las reúne todavía España o han sido también transferidas, como tantas competencias, a las autonomías? Las naciones no son entes abstractos sino productos de la historia y, como tales, objeto de construcción o destrucción. Para la reflexión de cada uno quede cómo una nación que hace todavía treinta o cuarenta años gozaba de buena salud ha podido ser empujada a la situación que hoy vivimos. Asombra la falta de pulso nacional, la casi inverosímil apatía con que se aceptan los enjuagues más indecentes sobre el futuro de España. ¿Somos todavía una nación?

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