miércoles, 1 de junio de 2011

LOS DÍAS DE JARDIEL EN HOLLYWWOD



La editorial Rey Lear recupera en el volumen 'A 40 kms del Pacífico y 30 de Charles Chaplin' los escritos en los que Jardiel Poncela dio cuenta de su irrepetible periplo hollywoodiense.

Pablo Bujalance (Diario de Sevilla).

A 40 kms del Pacífico y a 30 de Charles Chaplin. Enrique Jardiel Poncela. Rey Lear. Prólogo de Evangelina Jardiel Poncela. 168 páginas. 16 euros.

Un simple vistazo a la hemeroteca basta para confirmar el abismal cambio en la atención prestada en los últimos años a Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 1901-1952). Cuando Sergi Belbel estrenó en 2001 su aplaudido montaje de Madre, el drama padre, casi todas las referencias en prensa hablaban de Jardiel como de un escritor olvidado, maltratado por la crítica, denostado y apartado por prácticamente todos los movimientos literarios posteriores a la Guerra Civil. Pero incluso en 2009, cuando Juan Carlos Pérez de la Fuente puso en pie Angelina o el honor de un brigadier, las acepciones eran similares, por más que aquel espectáculo propició un verdadero punto de inflexión y abrió las puertas a un paisaje distinto confirmado después por una significativa actividad editorial. Ésta, claro, ha empleado sus esfuerzos en su narrativa: la editorial Blackie Books continúa el rescate de sus novelas, género al que Jardiel en realidad dedicó sólo cuatro años (desde 1928 a 1932, periodo en el que publicó cuatro títulos: Amor se escribe sin hache, ¡Espérame en Siberia, vida mía!, Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? y La tournée de Dios), mientras que el sello Rey Lear ha lanzado hasta el momento otras dos obras, ambas conjuntos de relatos, en su colección Breviarios: las Novísimas aventuras de Sherlock Holmes en dos volúmenes (uno dedicado en exclusiva a la pieza más larga de la saga, Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull) y Ventanilla de cuentos corrientes. Esta contribución aporta una connotación especial a la reivindicación de Jardiel Poncela: el autor es rescatado pero también, y especialmente, desde la narrativa, cuando la crítica y la historia lo han saludado casi unánimemente como autor teatral. Su éxito (relativo en el fondo), de hecho, se debió a la escena, a la que llegó a adaptar sus Once mil vírgenes en Usted tiene ojos de mujer fatal. Pero él mismo, aunque señaló Angelina como su trabajo predilecto poco antes de su muerte, ya se había encargado de advertir que su verdadero genio descansaba en sus novelas.

Así que, quién lo iba a decir, en esta segunda década del siglo XXI se puede hablar de Enrique Jardiel Poncela como un autor de plena actualidad, cuyas obras compiten entre las novedades de las librerías. Semejante motivo de alegría constituye además un síntoma decisivo de cierta tendencia de cambio en la literatura española: si nuestro hombre, cuyas novelas fueron prohibidas por la Guerra Civil en ambos bandos, apenas encajaba en la tradición de las letras castellanas de la segunda mitad del siglo XX, empeñada en un realismo rancio que condenó al humor al ostracismo hasta considerarlo un elemento antiliterario (¿Qué podía hacer un tipo que había proclamado su intención de reírse de absolutamente cualquier cosa ante los atormentados y muy serios escritores del tremendismo sino guardar silencio?), parece que este nuevo paradigma, que poco a poco va liberándose de tan aciago yugo, está encontrando en Jardiel un referente y un mentor. Así, al menos, se deduce de ciertos lectores, editores y también, lo que es aún más reconfortante, escritores. Pero prudencia: todo este pandemonium anda aún en pañales.

Ahora, es la editorial Rey Lear la que ofrece un nuevo episodio de este idilio con el volumen A 40 km del Pacíficoy 30 km de Charles Chaplin, que reúne los textos que Jardiel Poncela dedicó a sus dos estancias en Hollywood, de septiembre de 1932 a mayo de 1933 y de julio de 1934 a abril de 1935. Durante estos periodos, el escritor fue contratado como guionista por la Fox Corporation, a donde llegó animado por su amigo y también guionista José López Rubio. En Hollywood, Jardiel trabajó en los guiones de películas como Seis horas de vida, La melodía prohibida, El señor de los gitanos y Señora casada necesita marido, pero además llegó a dirigir su propia película, nada menos que la versión (en el estricto verso del texto original) de Angelina o el honor de un brigadier. El mismo autor anunció en 1935 su intención de contar toda su experiencia en la Meca del cine en un libro que finalmente no llegó a terminar. Sí escribió algunos artículos, publicados primero en periódicos y semanarios como Nuevo Mundo y reunidos como volumen por primera vez en 1943 bajo el título Exceso de equipaje, a cargo de la editorial Biblioteca Nueva. Este nuevo A 40 km del Pacífico y 30 km de Charles Chaplin (coordenadas exactas en las que Jardiel sitúa a Hollywood) incluye un prólogo de la hija del autor, Evangelina Jardiel Poncela (extraído de su libro Enrique Jardiel Poncela: mi padre, publicado también por Biblioteca Nueva en 1999), quien a su vez reproduce algunas de la cartas que recibió de su progenitor desde Estados Unidos siendo niña (conmovedoras y hondamente reveladoras del tránsito entre el escritor y el hombre); y el monólogo Intimidades de Hollywood, que Jardiel escribió para la actriz Catalina Bárcena en 1932, cuando ambos regresaron a Madrid de su primer viaje a los estudios de la Fox. Como ocurriera en las crónicas neoyorquinas de Julio Camba (publicadas también por Rey Lear con el título Un año en el otro mundo), el asombro se vuelve pintoresco, gentil, casi naïf: Jardiel Poncela escribe sobre los actores de Hollywood, los pormenores de la industria, los teatros y su segregación racial, los restaurantes, las fiestas, los larguísimos viajes en barco, los niños, las mujeres y los pieles rojas con una inocencia incisiva, una magistral economía de medios a la hora de describir mucho con muy poco y un humor entrañable por la que el madrileño demuestra que nada le es ajeno. Hay también una mirada sensible a la España que pudo ser y no fue, vista desde fuera, admirada en contrastes ajenos. Asistimos, por tanto, a una lectura más que recomendable, divertida siempre, que sirve en bandeja una de las facetas menos conocidas de uno de los mayores genios de las letras españolas del siglo pasado; al cabo, otra más. Quién sabe cuánto de Jardiel Poncela queda aún por rescatar, por redimir, por afirmar con una devoción aún mayor.

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