(El autor del artículo)
Se habla hoy en día mucho
de eso que llamamos "cine con valores".
A riesgo de ser políticamente incorrecto (humildemente, ya uno está
acostumbrado), diré que, para película con valores, "Embajadores en el
infierno", dirigida por José María Forqué en 1.956.
(El director José María Forqué con su hija Verónica, luego afamada actriz)
La
película está basada en la novela histórica "Embajador en el infierno.
Memorias del capitán Palacios (once años de cautiverio en Rusia)", de
Torcuato Luca de Tena que relata, de forma novelada, pero casi como reportaje
periodístico, el encarcelamiento de doce años, desde su detención en el sitio
de Leningrado el diez de Febrero de 1.943 hasta Abril de 1.954, en los campos
de concentración de Cherepovéts, Moscú, Súzdal,
Oranque, Potma, Jarcof, Borovichi, Reída, Cherbacof y Vorochilgrado, de Teodoro
Palacios Cueto, que marchó como Voluntario Falangista a la División Azul, a
combatir el comunismo en Rusia, como Capitán de Infantería, quedando encuadrado
en la 5ª Compañía del 2º Batallón del Regimiento número 262 y que fue hecho
prisionero junto con treinta y cinco hombres más cerca de Krasny Bor, cuando se
libraba la batalla que en adelante llevaría el nombre de esta localidad rusa.
(El capitán Palacios -izquierda- con el periodista Boby Deglané -centro- y Melchor Rodriguez)
Cántabro
de nacimiento, del bello pueblo de Potes, el capitán Palacios dejó sus estudios
de medicina al producirse el Alzamiento Nacional y se incorporó en Palencia a
una Bandera de Falange, combatiendo durante toda la guerra civil y alcanzando
al final de la misma el empleo de Capitán Provisional, que revalidó luego en la
Academia General Militar de Zaragoza.
Cuando
el día veintitrés de Junio de 1.941, a propuesta del entonces ministro de
exteriores Ramón Serrano Suñer, el Consejo de Ministros aprueba en El Pardo
enviar una división a Rusia para combatir el bolchevismo, se acogió con
entusiasmo por los partidarios del Bando Nacional y, muy en particular, por los
miembros de Falange, conocedores de la complicidad de Rusia en el caos que
llevó a España a la contienda civil. El veinticuatro de Junio, desde el balcón de la madrileña sede de
Falange en la calle Alcalá, Serrano Suñer arengó a un nutrido grupo de
fervorosos falangistas, casi todos estudiantes o miembros del SEU y de la
Sección Femenina, ansiosos por librar al
mundo del comunismo y que se habían allí congregado, con las siguientes
palabras: "Camaradas: no es hora de
discursos. Pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia
condenatoria: ¡Rusia es culpable! Culpable de la muerte de José Antonio,
nuestro fundador. Y de la muerte de tantos camaradas y tantos soldados caídos
en aquella guerra por la agresión del comunismo ruso. El exterminio de Rusia es
exigencia de la Historia y del porvenir de Europa".
(Cuadro representando a la División Azul obra de Augusto Ferrer Dalmau)
Y así fue como comenzó la
aventura heroica de tantos hombres y también mujeres, rebosantes de amor a la
Patria y henchidos de fe (entre 1941 y 1943, cerca de 50.000 soldados españoles
participaron en diversas batallas fundamentalmente relacionadas con el sitio de
Leningrado. También formaron parte de la división ciento cuarenta y seis
mujeres, todas ellas de la Sección Femenina, quienes viajaron como enfermeras
en el recién creado “Cuerpo de Damas Auxiliares de Sanidad Militar” bajo la
dirección de María de las Mercedes Milá Nolla).
A
los voluntarios se les ofrecía un doble sueldo: cobraban el mismo que los
alemanes (según el rango), y de España cobrarían la misma paga que la legión.
También se les ofrecieron otras ventajas, como que sus familias cobrarían un
subsidio de siete pesetas y treinta céntimos y tendrían doble cartilla de
racionamiento así como se les mantenían sus derechos laborales a la vuelta de
Rusia....pero prácticamente todos los divisionarios marcharon dejando atrás
estudios, trabajos, novias, familia....para luchar por un ideal y combatir
contra lo que José Antonio Primo de Rivera calificó como "la invasión
barbara": el comunismo.
La
película dirigida por Forqué e
interpretada por el actor portugués Antonio Vilar, Rubén Rojo y Luis Peña, retrata,
de manera bastante fiel, a pesar de estar lógicamente muy sintetizada, por
motivos obvios, y con las concesiones propias al medio cinematográfico, la
peripecia del Capitán Palacios narrada en su libro por Luca de Tena, que resume
en su figura los valores de la mayoría de aquellos hombres que lucharon en
la helada estepa rusa contra un ejercito
aguerrido y fiero. La valentía, la vocación de servicio, la humildad, la
generosidad y la lealtad, entre otras, son las cualidades, tan difíciles de hallar
en la misma persona y que percibimos adornando la personalidad de Teodoro
Palacios Cueto. El mismo había narrado el relato de
los hechos al mando militar con anterioridad a
su colaboración con el escritor y periodista para la elaboración de la novela, como conocemos
a través del blog del General Dávila, que publicó hace unos años fragmentos de
aquella declaración jurada realizada por Palacios.
Tanto
el libro como la película reflejan una parte de lo que se contiene en esa
declaración jurada que, perfectamente redactada aun con el lacónico estilo
militar, aporta más datos aún que el propio libro y nos muestra el valor, la
dignidad y el honor que supieron mantener, aun en las condiciones infamantes
del cautiverio, aquellos soldados españoles, muchos de ellos no profesionales
pero guiados por la fe y su lealtad a la palabra joseantoniana, que les
impulsó, como queda de manifiesto en varios pasajes de esa narración, incluso
al más generoso de los perdones:
En los
doce años de paso por cárceles y campos de concentración rusos deja el capitán
Palacios abundantes muestras de su coraje y liderazgo: condenado en repetidas
ocasiones, por negarse a declarar desnudo, condenado por defender a un Teniente
que había sido agredido por un centinela, condenado por encerrarse
voluntariamente con un Alférez al que los rusos habían maltratado, condenado
por escribir al gobierno soviético dos cartas, replicando un discurso de
Vichinsky, condenado a muerte por las acusaciones de agitador político y
saboteador, dirigiendo el mismo su propia defensa y la de sus compañeros ante
el Tribunal Militar. Mantuvo tres huelgas de hambre y envió cuatro cartas al
ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética. Por su cuenta realizó una
Historia de España, escrita para el uso de los soldados prisioneros y creó una
“Universidad” para el intercambio de idiomas entre los cautivos de diferentes
países. También creó un servicio de ayuda alimenticia para los compañeros en
situación de mayor debilidad o enfermos…
Cuando
muere Stalin acaba esa situación de confinación y cautividad, y en 1.954 un
buque, el Semiramis, parte de Odesa con los presos españoles, del bando
nacional y también algunos del bando del frente popular. El barco llega al
puerto de Barcelona el dos de Abril de
ese año de 1.954. A su regreso a España Palacios contrajo matrimonio y en 1.967
se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando. A partir de su regreso de Rusia
y tras el libro de Torcuato Luca de Tena y de la película Embajadores en el
Infierno, fue conocido como el Héroe legendario de la División Azul. Cuando
murió en Santander, el 27 de agosto de 1.980 fue ascendido, a título póstumo, a
General de División.
Dejaba
atrás el testimonio de abnegación, sacrificio, coraje, entereza, orgullo e
integridad que, con el, dejaron todos
aquellos hombres que abandonaron sus vidas en su patria para luchar en una
contienda en tierras extrañas e inhóspitas por librar al mundo de la lacra
comunismo, para pelear por la libertad de sus semejantes.
Una
huella de dignidad, valor y honor que no debe quedar en el olvido y que
deberíamos reivindicar como patrimonio de todos los españoles. De una época en
que se tenían creencias y valores elevados.
Desde
luego muy superiores a los que, hoy, desgraciada y lastimosamente, rigen en
gran parte de nuestra sociedad.
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