viernes, 6 de febrero de 2015

Apellidos sin memoria (Publicado en ABC el 5 de Febrero de 2015)


Además de situaciones irreales y excesivamente forzadas para provocarnos una risa facilona, en la divertida y muy taquillera película «Ocho apellidos vascos» aparece un personaje entrañable, pero que en el entorno donde se desarrolla la historia resulta imposible. Se trata de Merche, «una extremeña que se mudó al País Vasco por amor», encarnada por Carmen Machi, que vive contentísima en el paraíso de Euskadi y que llega a encandilar a Koldo, el padre de Amaia, la novia. Pero resulta que Merche -según lo que se nos va desvelando a lo largo de la peli- parece ser la viuda de un Guardia Civil, circunstancia que resulta sencillamente incompatible con la felicidad exultante que reparte la buena de Merche a su alrededor. Imposible porque, desgraciadamente, bien sabemos que viudas y familiares de guardias civiles, policías nacionales y miembros del Ejército,han estado incluidos en la lista negra de los abertzales y sus amiguitos nacionalistas, y han sido sometidos a tan inhumana presión excluyente, que no les quedaba otra que abandonar el paradisíaco Euskadi habitado por personas muy solidarias, y pastoreadas por una clerecía muy acogedora y cristiana (sobre todo en los funerales de las víctimas de atentados). Merche es un importante personaje de la película, pero imposible porque no la habrían dejado vivir en una realidad que todavía nos resulta tan dolorosamente fresca, como para haberla olvidado.


(Merche -Carmen Machi- a la izquierda)


El supuesto error del personaje de Merche podría justificarse bajo variadas razones. Como, por ejemplo, en la falta de costumbre y de conexión con la cruda y dura realidad que ha acompañado a la mayoría de los de nuestra casta cineasta respecto a los asesinatos etarras, y que les ha llevado a pasar de puntillas sobre las terribles historias que subyacen detrás de cada criminal atentado. O con menor malicia,cabría interpretar  la presencia en la peli de nuestra imposible Merche, como una mera licencia artística que se toma el director para equilibrar más simpáticamente el cuadro de personajes y hacernos la cosa más divertida. O incluso como un simple fallo que se coló en el guión sin que nadie advirtiese de la imposibilidad del personaje, como imposible habría resultado la presencia exultante de una mujer judía moviéndose por una peli que se desarrollara en un ámbito lleno de nazis.



Sí, quizás fuera solo eso: un error del guión. Pero se trataría de un error que desgraciadamente refleja lo que nos está sucediendo: una acelerada amnesia colectiva respecto a todo lo que rodea a los criminales etarras y a la memoria de sus crímenes. Una nueva actitud que se debe a un «tiempo nuevo» que supuestamente nos tocaría vivir ahora, porque ha cambiado la realidad y no podemos quedarnos anclados en el pasado. Un tan cacareado «tiempo nuevo» donde no cabe mantener el mismo discurso que hace quince años cuando los etarras mataban, porque ahora ya no matan.Y es verdad que ya no matan; pero porque no les hace falta matar: se encuentran cómoda y «democráticamente» instalados en las instituciones, y disponen de un nuevo partido político que utilizan como instrumento legal para sus bastardos fines sin necesidad de mancharse las manos de sangre.


(Monseñor Setién)


Y es que parece que lo que toca es pasar página y seguir la hoja de ruta que nadie reconoce haber pactado, pero que va cumpliéndose inexorablemente. Lo que toca es acomodarnos a ese «tiempo nuevo» donde debemos llevarnos los presos a cárceles más cercanas a sus hogares, para que puedan aplicárseles con mayor eficacia y discreción las medidas de gracia que les resulten más beneficiosas. Lo que toca es el tiempo nuevo en que se les excarcele  más cómodamente por la puerta de atrás; en que se les «normalice» invitándoles a participar como contertulios en los medios de comunicación; en que puedan seguir amenazándonos con la chulería habitual de sus voceros promoviendo la desobediencia en las instituciones. En fin, nos toca un tiempo tan nuevo... como la conocida ignominia de siempre.
Acabamos de recordar el setenta aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz con importantes actos, incluso en España, pese a que nada de aquello se produjo cerca de nuestro país. Y llama la atención que, a la vez que se pretende perpetuar el sentimiento de aquel horror entre nosotros, para que nunca más pueda producirse algo similar, sin embargo respecto a nuestro «doméstico» horror, padecido hasta hace muy pocos años aquí mismo en nuestro suelo, parece que interesa diluirlo bajo una especie de forzada amnesia selectiva. Y eso, pese a que gran parte de los autores de nuestro horror, no solo no han pedido perdón, sino que continúan jactándose de sus cobardes crímenes y pavoneándose delante de los familiares de sus víctimas, apareciendo sin pudor en actos públicos donde se sigue permitiendo que reciban homenajes por sus cobardes acciones criminales. Pero al menos, no confundamos: esta permisividad con los criminales y quienes les justifican, este dejar hacer, dejar pasar, y este mirar hacia otro lado, no es generosidad ni magnanimidad;es pura y simple comodidad o cobardía que acabará pasándonos factura.
No fueron pocos los gobernantes y políticos de uno y otro partido que enfáticamente y con voz campanuda, tras cada nuevo crimen de ETA nos prometían tranquilidad, dentro del dolor, porque finalmente los asesinos etarras acabarían pudriéndose en las cárceles. Pero los asesinos que vos pudrís, gozan de inmejorable salud. 
 

Miguel Ángel Loma 

Pobres razones (Miguel Ángel Loma en El Mundo)





Bajo los dominios educativos de la Junta de Andalucía se pretende recortar aún más el tiempo dedicado a la asignatura de religión católica reduciéndola a tres cuartos de hora a la semana. 
Desde sectores eclesiásticos se reacciona intentando concienciar al católico medio y al medio católico de los perjuicios que este nuevo recorte implicaría, y al final de algunas Misas se anima desde los púlpitos a firmar a la salida unos escritos denunciando la medida. Pero el argumento central que se utiliza para animar a la firma es que con ello se enviarán al paro a muchos profesores de religión. Es decir: lo importante no es tanto que no se disponga ya apenas de minutos para impartir con un mínimo de decoro una asignatura fundamental en estos tiempos confusos, para que los críos conozcan a qué cultura pertenecen y qué valores amenazan los nuevos bárbaros, sino el posible paro de unos profesores. 
Por otro lado, la secretaria general de Podemos en Sevilla, crecida por la suficiencia que le otorgan los sondeos electorales, se atreve a cuestionar el futuro de la Semana Santa hispalense. Y de nuevo se reacciona desde los medios eclesiásticos pero uniéndose al coro de quienes defienden la fiesta no por su trascendencia y significado religioso, sino por los importantísimos ingresos económicos que genera su celebración. 
Tanto en uno como en otro caso, la Iglesia se empobrece cuando centra sus argumentos en meras razones crematísticas.