Alberto García Reyes
31-07-2010
Metió la pata hasta el corvejón por fiarse de los cuatro exaltados que mandan en su partido. Y ahora ya sabe que se equivocó de amigos. Josefa Medrano prohibió un homenaje literario porque los radicales que la han llevado en andas hasta el número dos de la lista de IU la convencieron de que Agustín de Foxá era un leviatán facha que iba pegando tiros a los obreros por las esquinas durante el franquismo. Incluso alentaron en ella la idea de que un homenaje a tal patán podría calentar la sangre de los jóvenes demócratas de la ultraizquierda, autoproclamados herederos de los mártires del régimen, y provocar un altercado indeseable. Pero la realidad nunca es tan retorcida. Ella impidió que el acto se celebrara dentro de un centro cívico con guardas de seguridad para evitar bulla y resulta que el acto se llevó a cabo en la calle, debajo de un árbol, y no pasó nada. El enfrentamiento sólo se produjo en el fondo oscuro de unas cuantas mentes calenturientas. Los cuatro extremistas que veían en Foxá a un cacique franquista cuya exaltación podía provocar la sublevación de las masas trabajadoras arrastraron en su paranoia a esta honesta sindicalista de la tabacalera sevillana que ahora está empezando a descubrir en qué pocilga se ha metido. Medrano, que comparte su intimidad con un eximio comunista profesor de Literatura, ha tenido que declarar que no sabía que Foxá era novelista para salir de este atolladero poniendo en el asador incluso su capacitación intelectual. Ha pagado cara su peligrosa relación con los cachorros del partido. Una concejal admitiendo su ignorancia supina con tal de salvar el culo. Capaz de declarar que no tenía ni idea de que Agustín de Foxá tuviera obra literaria.
Tururú. Los pretextos de Josefa Medrano no se los cree ni ella. Y eso que no se sabe qué es peor: si publicar a los cuatro vientos tu profunda incultura o mentir ante un juez. Verdad es que una gran preparación no tiene. Me estoy acordando ahora de cuando presentó un escrito en la Junta de Gobierno solicitando la retirada de «los jazmines caídos de los naranjos» (sic). Pero me niego a creer que una concejal de un Ayuntamiento democrático decida prohibir un acto de homenaje a cualquier persona sin comprobar previamente quién es exactamente el vetado. Eso no cuela. Habría colado que dijera que no se ha leído nada de Foxá. Eso no sólo es verosímil. Es seguro. Pero la cantinela ésa de que ella sólo sabía que era un facha y que por eso dio la orden es un ardid de muy baja ralea. Un suicidio político con todos sus avíos. Excusa que conduce a algo que ella aprendió, aunque de otra manera, en su etapa en Altadis: el empuramiento.
Medrano ha metido la pata, como Torrijos, no por haber cometido este tipo de tropelías, sino por haber empeñado su poder al puñado de pseudo revolucionarios que controlan actualmente el partido. Sinceramente, no creo que ella ni su portavoz sean tan taimados como para maquinar estas atrocidades. Pero ambos han cometido un pecado capital que los va a arrastrar hasta los más sucios sumideros políticos: haberse apoyado en las muletas equivocadas. Tiempo. El tiempo es salomónico. Y aquí no tenemos ninguna prisa. Vamos a estar sentados en la primera fila de la sala de prensa el día de los lamentos.
Tururú. Los pretextos de Josefa Medrano no se los cree ni ella. Y eso que no se sabe qué es peor: si publicar a los cuatro vientos tu profunda incultura o mentir ante un juez. Verdad es que una gran preparación no tiene. Me estoy acordando ahora de cuando presentó un escrito en la Junta de Gobierno solicitando la retirada de «los jazmines caídos de los naranjos» (sic). Pero me niego a creer que una concejal de un Ayuntamiento democrático decida prohibir un acto de homenaje a cualquier persona sin comprobar previamente quién es exactamente el vetado. Eso no cuela. Habría colado que dijera que no se ha leído nada de Foxá. Eso no sólo es verosímil. Es seguro. Pero la cantinela ésa de que ella sólo sabía que era un facha y que por eso dio la orden es un ardid de muy baja ralea. Un suicidio político con todos sus avíos. Excusa que conduce a algo que ella aprendió, aunque de otra manera, en su etapa en Altadis: el empuramiento.
Medrano ha metido la pata, como Torrijos, no por haber cometido este tipo de tropelías, sino por haber empeñado su poder al puñado de pseudo revolucionarios que controlan actualmente el partido. Sinceramente, no creo que ella ni su portavoz sean tan taimados como para maquinar estas atrocidades. Pero ambos han cometido un pecado capital que los va a arrastrar hasta los más sucios sumideros políticos: haberse apoyado en las muletas equivocadas. Tiempo. El tiempo es salomónico. Y aquí no tenemos ninguna prisa. Vamos a estar sentados en la primera fila de la sala de prensa el día de los lamentos.
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