En la muerte de José Saramago, quizá lo que más se pudo oír fue eso de que era "un hombre comprometido", con lo que se mezclaba calidad literaria y vida pública. La izquierda llora al portugués para construir el mito y levantar sobre esa imagen otra de sus verdades incuestionables. Son sectarios, pero el sectarismo en el arte es tan contraproducente como cotidiano.
Hay escritores, cineastas, actores, artistas en general que son encumbrados por causas ajenas a su trabajo, porque se muestran partidarios de la solidaridad mundial, del fin del hambre, enemigos del cambio climático... Otros, en cambio, son denostados por ello, y sus obras son marginadas con independencia de su calidad. Aun así, siempre hay alguien que las lee o ve; a veces muchos; incluso quien las estudia, analiza y señala su valor.
Agustín de Foxá es uno de esos denostados pero leídos pero estudiados.
Dijo de sí mismo: "Soy aristócrata, soy conde, soy rico, soy embajador, soy gordo, y todavía me preguntan por qué soy de derechas. ¿Pues qué coños puedo ser?". Además, fue falangista, borrachín, irónico e inseguro; pero sobre todo fue un escritor formidable. Sea bienvenido el rescate de Madrid, de Corte a checa (por Ciudadela y El Buey Mudo, en 2006 y 2009, respectivamente) y de Misión en Bucarest y otras narraciones (Paréntesis, 2009), pero habría que hacer más. Sus obras completas fueran publicadas por segunda y última vez entre 1971 y 1976, así que no es de extrañar que haya quedado en el olvido buena parte de su obra poética, periodística y teatral. El año pasado, la editorial madrileña La Biblioteca del Laberinto recuperó algunos de sus relatos más curiosos, una pieza teatral y varios artículos publicados en ABC. El nexo que les une es el género: la literatura especulativa.
La recopilación viene precedida por una excelente introducción de Mariano Martín Rodríguez, a la que tan sólo se le pueden poner dos pegas: no se adentra en la vida pública y privada de Foxá –laguna quizá deliberada o forzada por cuestiones de espacio– y excusa muchas veces la ideología de aquél, posiblemente por sentir Martín la presión de un mundo paraliterario, o académico incluso, que tiene a gala la tendencia política contraria. No obstante, desgrana a la perfección la obra especulativa del conde, y no olvida el vínculo entre el periodismo y la literatura, algo tan típico de la vida cultural española en la primera mitad del siglo XX.
De los relatos aquí recogidos, el mejor es, sin duda alguna, "Hans y los insectos", que apareció por entregas en diciembre de 1953 en la edición madrileña del ABC. Es una fábula política inserta en el suspense policiaco, pues el eje es la muerte de un sueco en un pueblo manchego; un sueco que trabajaba de controlador de plagas de insectos y que vendía caros sus servicios. No utilizaba ningún componente químico, sino que había descifrado el lenguaje de los insectos, que lo tenían tomaron por un dios, y manipulaba las emociones de los mismos para decidir la evolución política y geoestratégica de sus sociedades. Foxá especula entonces sobre la demagogia, la guerra, la inexistencia del individuo en los colectivos enfurecidos, sobre la religión... El final es abierto e inquietante, como no podía ser de otra manera.
El otro relato es "Viaje a los efímeros", publicado entre septiembre y octubre de 1958 en ABC, que parte de la idea de H. G. Wells en El nuevo acelerador (1901), consistente en contraponer dos velocidades temporales con el objeto de examinar la Historia y el Hombre. Sin embargo, este es un relato algo farragoso y aburrido; todo lo contrario que el cuento de temática licantrópica "El lobizón", de 1958, que cierra el volumen.
La pieza Otoño del 3006, estrenada en Madrid el 11 de marzo de 1954, fue en su día un rotundo fracaso; quizá porque no se pudieron hacer realidad los escenarios descritos, quizá por la trama, vanguardista e inadecuada para ese tiempo. En ella, Foxá, deslumbrado por Sentimental Club, de Pérez de Ayala, y Un mundo feliz, de Huxley, describía una sociedad futura hedonista, tontorrona e ignorante, en la que las emociones y los elementos del pasado estaban prohibidos, y que acaba siendo destruida por la irracionalidad.
A estos escritos, Martín Rodríguez ha unido lo que quizá sea, junto a "Hans y los insectos", lo mejor del volumen: los artículos de ABC; entre ellos destacaría "El Colón de Marte", publicado el 11 de agosto de 1945, donde se hace eco del inicio de la carrera espacial y de la obsesión por el Planeta Rojo. Pero lo hace de una forma irónica:
¿Suman allí dos y dos, cinco? (...) ¿Quién traducirá la primera novela marciana; el primer poema? ¿Quién realizará el primer Diccionario marciano-inglés, y viceversa? (...) Pasado el estupor, la sorpresa, viene la Conquista; y un día cualquiera el Hombre del año 3000 lee en una terraza la noticia o pretexto que desencadenará la que él cree que es la última guerra: "Siendo Marte el espacio vital de nuestro País; la expansión natural de nuestro exceso de población..."
En definitiva, una interesante recopilación, bien editada, con una introducción esclarecedora, de un escritor imprescindible de mediados del siglo XX.
AGUSTÍN DE FOXÁ: HISTORIAS DE CIENCIA FICCIÓN. RELATOS, TEATRO, ARTÍCULOS. La Biblioteca del Laberinto (Madrid), 2009, 233 páginas.
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