RICARDO SUÁREZ
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Tras la exposición universal de 1992, la mala gestión de los activos que quedaron (y sálvese quien pueda, ya que aquí la responsabilidad recae en los dos grandes partidos que estuvieron y están al frente de AGESA, PP,PSOE,), provocó que la Isla de la Cartuja tardara en configurar y reestructurar el espacio para los fines que se pretendían tras la clausura del evento. Pabellones, redes de servicios, comunicaciones y patrimonio artístico, quedaron a merced de la desidia, del tiempo, de los jaramagos, de los oportunistas y desaprensivos.
Lo más sangrante, más que el derribo o modificación de algún que otro pabellón (eso que llaman los teóricos cursis de la arquitectura «maquillaje funcional»), ha sido el grave daño que se ha hecho al patrimonio escultórico y pictórico que fue recepcionado por la administración local y autonómica: Esculturas de Anish Kapoor, Jesús Soto, Stephan Balkenhol y Eduardo Chillida. Murales de Roberto Matta y Llya Kabakov o la cabalgata diseñada por Guillermo Pérez Villalta, entre otros.
Si hiciéramos un censo de las obras artísticas de la Isla de la Cartuja cuyo paradero se desconoce, su estado de conservación es deplorable y la uniésemos al resto de esculturas repartidas por la ciudad, tendríamos un alarmante documento que pondría la cara «colorá» a más de una asociación en defensa del patrimonio y no digamos a los políticos de turno, aunque dudo que el rostro de estos últimos vire hacia la gama cálida debido a la dureza del mismo.
Ahí tienen la reciente agresión a la escultura del General San Martín o el abandono que sufre la de Fray Bartolomé de las Casas, por poner unos ejemplos. ¿Dónde están las asociaciones en defensa del patrimonio, aquellas que ponen el grito en el cielo cuando se habla de la Torre Cajasol? ¿Acaso tienen que poseer estas obras, de artistas de reconocido prestigio a nivel internacional, más de seiscientos años para que dichas asociaciones eleven su más agresiva y enérgica protesta? No sólo de tejas, bancos de forja, arquitectura regionalista, retablos barrocos y paramentos encalados vive un supuesto defensor del patrimonio. La ignorancia y el desprecio que las instituciones públicas han tenido con el patrimonio heredado del 92 nos dice mucho de cuales son los valores, intereses y prioridades que desde la Conserjería de Soltura (por aquello de la subvención) se tiene por el arte contemporáneo.
Hoy en día el «Edificio para un Vacío» obra de Anish Kapoor que fue derribada porque estorbaba para desarrollar un proyecto de reurbanización, tendría un valor aproximado de diez millones de euros. Obras de este excelente escultor decoran los espacios públicos de las ciudades mas importantes del mundo. Del mural cerámico de Roberto Matta se ha destruido mas del 75% de una superficie de 130 metros cuadrados. Y qué decir del Jardín del Guadalquivir, cerrado al público desde 1995 y que recientemente ha sido reinaugurado con una dudosa intervención. Entre las piezas que allí se exhibían había creaciones de Eva Lootz, Per Kirkeby y Ettore Spalletti.
En Sevilla muere y desaparece lentamente un inigualable patrimonio artístico contemporáneo mientras nadie hace nada para remediarlo. Ahora la señora Montaño de la mano del ICAS anuncia que más de una treintena artistas de veinte países diferentes, con la participación de la ONU, decoraran con sus obras el polígono de San Pablo y que estas serán donadas a la ciudad para así incrementar su patrimonio histórico. Menuda papeleta tiene el Ayuntamiento de Sevilla y la Junta de Andalucía si permiten que se hagan con estas obras de arte las atrocidades hechas en la Isla de la Cartuja durante dieciocho años.
Lo más sangrante, más que el derribo o modificación de algún que otro pabellón (eso que llaman los teóricos cursis de la arquitectura «maquillaje funcional»), ha sido el grave daño que se ha hecho al patrimonio escultórico y pictórico que fue recepcionado por la administración local y autonómica: Esculturas de Anish Kapoor, Jesús Soto, Stephan Balkenhol y Eduardo Chillida. Murales de Roberto Matta y Llya Kabakov o la cabalgata diseñada por Guillermo Pérez Villalta, entre otros.
Si hiciéramos un censo de las obras artísticas de la Isla de la Cartuja cuyo paradero se desconoce, su estado de conservación es deplorable y la uniésemos al resto de esculturas repartidas por la ciudad, tendríamos un alarmante documento que pondría la cara «colorá» a más de una asociación en defensa del patrimonio y no digamos a los políticos de turno, aunque dudo que el rostro de estos últimos vire hacia la gama cálida debido a la dureza del mismo.
Ahí tienen la reciente agresión a la escultura del General San Martín o el abandono que sufre la de Fray Bartolomé de las Casas, por poner unos ejemplos. ¿Dónde están las asociaciones en defensa del patrimonio, aquellas que ponen el grito en el cielo cuando se habla de la Torre Cajasol? ¿Acaso tienen que poseer estas obras, de artistas de reconocido prestigio a nivel internacional, más de seiscientos años para que dichas asociaciones eleven su más agresiva y enérgica protesta? No sólo de tejas, bancos de forja, arquitectura regionalista, retablos barrocos y paramentos encalados vive un supuesto defensor del patrimonio. La ignorancia y el desprecio que las instituciones públicas han tenido con el patrimonio heredado del 92 nos dice mucho de cuales son los valores, intereses y prioridades que desde la Conserjería de Soltura (por aquello de la subvención) se tiene por el arte contemporáneo.
Hoy en día el «Edificio para un Vacío» obra de Anish Kapoor que fue derribada porque estorbaba para desarrollar un proyecto de reurbanización, tendría un valor aproximado de diez millones de euros. Obras de este excelente escultor decoran los espacios públicos de las ciudades mas importantes del mundo. Del mural cerámico de Roberto Matta se ha destruido mas del 75% de una superficie de 130 metros cuadrados. Y qué decir del Jardín del Guadalquivir, cerrado al público desde 1995 y que recientemente ha sido reinaugurado con una dudosa intervención. Entre las piezas que allí se exhibían había creaciones de Eva Lootz, Per Kirkeby y Ettore Spalletti.
En Sevilla muere y desaparece lentamente un inigualable patrimonio artístico contemporáneo mientras nadie hace nada para remediarlo. Ahora la señora Montaño de la mano del ICAS anuncia que más de una treintena artistas de veinte países diferentes, con la participación de la ONU, decoraran con sus obras el polígono de San Pablo y que estas serán donadas a la ciudad para así incrementar su patrimonio histórico. Menuda papeleta tiene el Ayuntamiento de Sevilla y la Junta de Andalucía si permiten que se hagan con estas obras de arte las atrocidades hechas en la Isla de la Cartuja durante dieciocho años.
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