Nunca fue acomodaticio, y desde hace varias décadas es una
inteligencia molesta; es decir, muy necesaria. No levantaré ahora un censo de
los escritores sevillanos, pero para mí que es el decano de todos nosotros, y ostenta
el puesto, mal que a muchos les pese, en plenitud de forma mental y aun física.
La
semana entrante recibirá un homenaje organizado por Casa de los Poetas y la Fundación
de Cultura Andaluza. Es de justicia. Si el gobierno de la Junta de Andalucía no
confundiera churras con merinas (la ideología con la excelencia), ya tendría la
medalla de oro de la región. Otra, diaria (o mejor vespertinamente), recibe sobre
la torre de su casa aljarafeña: el sol que se pone en el occidente hacia esos
Zufre e Higuera de su infancia tan hermosamente rediviva en su libros
memorialísticos.
Duque,
sevillano de 1931, ha publicado novela, ensayo y poesía, además de traducción
literaria, y todo lo ha hecho bien, con tino y con hondura. Cuando tuve
posibilidad, reedité dos novelas suyas, El
mono azul y Los consulados del más
allá. Ojalá hubieran sido más.
Me recuerdo en el hotel en que
Cernuda se alojaba en sus viajes a México leyendo entre sorbo y sorbo de una cerveza
helada el manuscrito de la más reciente, Caza
mayor, que luego publicó Abelardo Linares en Renacimiento. Una de aquellas
tardes hablé con la viuda de Octavio Paz acerca de las cartas que su marido
había recibido del autor de La realidad y
el deseo. En la posdata de otra que Paz escribió en agosto de 1982 a Pere Gimferrer,
el mexicano escribió: “Olvidé algo sobre lo que hacía tiempo quería hablarte.
Más bien dicho, alguien: Aquilino Duque. Me visitó hace años en la India y, después
de un silencio muy largo, empezó a escribirme y a enviarme sus artículos,
algunos con citas mías. Ahora pasó por aquí y me visitó varias veces. Me contó
que había sido amigo tuyo y que, aunque ya no se ven, su estimación hacia ti no
había cambiado. Me contó también que tú te habías molestado con él porque en
una novela suya había una sátira en contra mía (me conmovió doblemente, por tu
gesto amistoso y por tu discreción –nunca me lo
dijiste). Te confesaré que, a pesar de todo esto, Aquilino Duque me parece
inteligente y que encuentro que sus juicios políticos y literarios son, casi
siempre, acertados. Es apasionado pero no mezquino –creo. Ahora me ha dejado una colaboración
para Vuelta que publicaremos en un
número próximo. Pero el personaje me ha interesado y quisiera saber más de
él."
En Sevilla podremos
saberlo estos días.
(Publicado en El Mundo, edición de Sevilla, el 3-5-13)
No hay comentarios:
Publicar un comentario