Manifiesto andaluz del 12 de octubre
Rafael Sanchez Saus
NOS
alcanza el 12 de octubre, fiesta nacional de las Españas, con un estado
de ánimo más propio de velorios que de desfiles y proclamas. Me
pregunto si nuestros bisabuelos vivieron el 98 con la misma sensación de
fin de ciclo, de decadencia, de acabóse que hoy se percibe en cuanto se
rasca levemente la coraza casi siempre alegre, al menos bulliciosa, que
el español usa en sociedad.
Que en este ambiente un grupo nutrido de sevillanos se hayan resuelto a redactar un manifiesto a los españoles para afirmar que "es la hora de un gran acuerdo nacional que responda, sin complejos, a las amenazas, hasta ahora impunes, que desde las propias instituciones de la Nación se están llevando a cabo por quienes de una manera u otra han decidido socavar los cimientos de España" me parece un acto tan meritorio como simbólico. Recalco lo de sevillanos no sólo porque de Sevilla haya partido la iniciativa, también porque creo que en la actual situación de España, toda Andalucía, pero especialmente Sevilla por ser su capital histórica, tienen mucho que decir. De Andalucía partió la solución política al dilema que se planteó en los comienzos de la Transición en torno a las llamadas nacionalidades históricas. El rechazo de los andaluces a un trato discriminatorio en aquel momento decisivo de la configuración del Estado de las Autonomías tuvo un peso determinante. Y aquella protesta masiva, que no pudo ser desoída ni en Madrid ni en Barcelona, es la que recondujo la cuestión territorial al claveriano "café para todos".
A menudo me he preguntado qué hubiera pasado si Andalucía hubiera canalizado su demanda hacia la afirmación de la unidad y no hacia la instintiva reclamación de igualdad con los insaciables. Ahí ya estaba asumida la absurda carrera hacia la disgregación del sentimiento nacional que ha prevalecido en los últimos treinta años. Pero Andalucía podía entonces, y puede ahora, con su enorme peso político en el total español, convertirse en el adalid de la unidad de la que ella es principal beneficiaria. Pero no, nuestros políticos no tienen el corazón en esas cosas, sino en la obsesión de no ser, nunca, menos que nadie en su pueblo.
"Los españoles que cada día nos echamos la Patria a hombros estamos seguros de que nos espera y nos pertenece un porvenir alegre en el que, por encima de tierras, lenguas y credos, nos reconozcamos en una España ancha, resuelta en su identidad y repleta en libertades". Palabras así, dichas con acento andaluz, es lo que están necesitando oír los españoles en estas horas tristes.
Que en este ambiente un grupo nutrido de sevillanos se hayan resuelto a redactar un manifiesto a los españoles para afirmar que "es la hora de un gran acuerdo nacional que responda, sin complejos, a las amenazas, hasta ahora impunes, que desde las propias instituciones de la Nación se están llevando a cabo por quienes de una manera u otra han decidido socavar los cimientos de España" me parece un acto tan meritorio como simbólico. Recalco lo de sevillanos no sólo porque de Sevilla haya partido la iniciativa, también porque creo que en la actual situación de España, toda Andalucía, pero especialmente Sevilla por ser su capital histórica, tienen mucho que decir. De Andalucía partió la solución política al dilema que se planteó en los comienzos de la Transición en torno a las llamadas nacionalidades históricas. El rechazo de los andaluces a un trato discriminatorio en aquel momento decisivo de la configuración del Estado de las Autonomías tuvo un peso determinante. Y aquella protesta masiva, que no pudo ser desoída ni en Madrid ni en Barcelona, es la que recondujo la cuestión territorial al claveriano "café para todos".
A menudo me he preguntado qué hubiera pasado si Andalucía hubiera canalizado su demanda hacia la afirmación de la unidad y no hacia la instintiva reclamación de igualdad con los insaciables. Ahí ya estaba asumida la absurda carrera hacia la disgregación del sentimiento nacional que ha prevalecido en los últimos treinta años. Pero Andalucía podía entonces, y puede ahora, con su enorme peso político en el total español, convertirse en el adalid de la unidad de la que ella es principal beneficiaria. Pero no, nuestros políticos no tienen el corazón en esas cosas, sino en la obsesión de no ser, nunca, menos que nadie en su pueblo.
"Los españoles que cada día nos echamos la Patria a hombros estamos seguros de que nos espera y nos pertenece un porvenir alegre en el que, por encima de tierras, lenguas y credos, nos reconozcamos en una España ancha, resuelta en su identidad y repleta en libertades". Palabras así, dichas con acento andaluz, es lo que están necesitando oír los españoles en estas horas tristes.
MANIFIESTO 12 DE OCTUBRE EN SEVILLA
MANIFIESTO PLATAFORMA CIUDADANA
12 DE OCTUBRE EN SEVILLA
Estimado amigo,
Convive, con la cotidiana lucha
de familias y empresas españolas por salir adelante de esta crisis económica,
el desafío de quienes, frente a los demás,
reivindican una independencia que
subvierta aquellos valores en los que los españoles nos reconocemos y
encontramos: unidad, solidaridad, igualdad y libertad, recogidos ampliamente en
nuestra Constitución.
Abundan los representantes de las
más altas Instituciones de los distintos Poderes del Estado que, como mucho,
contraponen una calculada abstención
ante tal atentado contra la solidaridad entre españoles o recurren a meros argumentos económicos para, sobre ellos,
mantener la unidad de todos los españoles como si la Unidad de nuestra Nación,
tan sólo dependiera del saldo de una cuenta de pérdidas y ganancias. En la
España, esa en la que nos reconocemos,
que ha conseguido avanzar en la integración de todos cuantos han venido
buscando un futuro digno, se le ha impuesto a nuestros hijos un adoctrinamiento
que, impunemente, los va envenenando en
el odio al semejante a lomos de una historia local maniquea y falsa que sólo busca levantar fronteras
allí donde la tierra era llana.
Si educar en el odio al diferente
es, afortunadamente, una práctica socialmente reprobada y judicialmente
perseguible, ¿qué razón encontramos para permitir una educación que fomente
e inocula el odio entre los españoles
según su residencia?
Las propias lenguas de España parece
que han dejado su natural esencia de mecanismo social de entendimiento para
ponerse al servicio del enfrentamiento y blandirse como obstáculos en el
desarrollo vital de aquellos que han de procurarse su porvenir en otras tierras
distintas de las que le vieron nacer.
Quienes impulsamos esta
celebración del 12 de Octubre, hacemos un llamamiento, a todas las fuerzas
políticas con representación parlamentaria, a las extraparlamentarias y a la
sociedad civil en general, a trabajar juntos en alumbrar soluciones inmediatas
ante la grave crisis económica, política, social y moral que invade nuestro
país.
Pónganse los partidos políticos
de acuerdo porque la sociedad ya lo está en defender este espacio de
solidaridad y ayuda mutua que es España. Dejen de ser entes autistas incapaces
de ponerse de acuerdo salvo cuando se trata de sacar adelante un plan
financiero de ajuste impuesto por Bruselas. España no es solo un puñado de
cifras económicas ni una Nación que por única ley tenga el reglamento de un
casino.
Es la hora de un gran acuerdo
nacional que responda, sin complejos, a las amenazas, hasta ahora, impunes que
desde las propias instituciones de la Nación se están llevando a cabo por
quienes de una manera u otra han decidido socavar los cimientos de España y lo
hacen, para mayor escarnio, con dinero público.
Es la hora inaplazable de
replantearse sin miedos ni servidumbres,
la organización territorial del Estado. Una sociedad democrática y madura tiene
derecho a plantearse si sus administraciones atienden eficazmente los servicios
públicos y así, revisar y remover todas aquellas duplicidades y triplicidades
que sólo sirven a los intereses de la clase política y a los intereses
territoriales de partido cargando sobre los hombros de los españoles, el peso
de unos presupuestos hipertrofiados que
nos hace pagar impuestos hasta la extenuación.
En Cataluña durante el pasado mes
de septiembre hemos podido constatar que el nacionalismo, apoyándose en la
máxima autoridad de dicha Comunidad Autónoma, ha desafiado al pueblo español
solicitando expresamente una consulta popular soberanista que no ha recibido
una respuesta clara y contundente por parte del Gobierno de la Nación. Es por
ello, por lo que nuestro manifiesto toma aún más importancia, considerando que
la movilización de la sociedad civil es vital para mantener la unidad nacional
y para superar resueltamente esta crisis que nos angustia pero que no
conseguirá vencernos.
Si los políticos elegidos
electoralmente continúan dimitiendo de su condición de representantes del
pueblo español, se ahondará en esta sangrante realidad que nos muestra a España
como una superposición de particularidades yuxtapuestas sin que nadie recuerde
ni de dónde venimos ni si tenemos un futuro juntos.
La sociedad civil, los españoles
que cada día nos echamos la Patria a hombros y con nuestro esfuerzo llenamos el
plato de comida y las alforjas de esperanza, estamos seguros de que nos espera
y nos pertenece un porvenir alegre en el que, por encima de tierras, lenguas y
credos, nos reconozcamos en una España ancha, resuelta en su identidad y
repleta en libertades.
Plataforma Ciudadana 12
de Octubre en Sevilla.
Sevilla, 10 de Octubre
2012.
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