"Cervantes,
por infeliz, / Juan de la Cruz, por celeste, / por deslenguado,
Quevedo, / Jovellanos, por decente, / por aguileño, Unamuno, / Marañón,
por impaciente, / Besteiro, por conservar / todo su honor indeleble. /
¿Y tú, Dionisio, por qué, / por qué tantas veces huésped / de las
cárceles de España? / Por heredar a esos siete". Fechado el 27 de
noviembre de 1974, el poema fue compuesto por don Pedro Laín Entralgo en
homenaje a su viejo amigo Dionisio Ridruejo, una hermosísima "décima
arromanzada" que tituló -con más desparpajo de lo habitual en sus
manifestaciones públicas-
Españoles en chirona. A Laín lo fustigó Umbral reiteradamente -por ejemplo en una de sus mejores novelas,
Leyenda del César visionario (1991),
donde acuñó la expresión "los laínes" para referirse al círculo de
escritores falangistas que merodeaban en torno al gobierno de Burgos-
porque según parece le había negado su apoyo para ingresar en la
Academia. Pero sin pleitos de por medio lo ha explicado mucho mejor
Andrés Trapiello, cuando señala que las cartas inéditas que el médico y
humanista aragonés incluyó en su tardío libro de memorias,
Descargo de conciencia (1976),
ya las podía haber publicado en vida de Franco, del que nunca se
permitió disentir aunque a sus espaldas o de tapadillo apoyara
postulados afines a la democracia cristiana.
Los versos citados, sin embargo, redimen a Laín de sus dudas
acomodaticias o de su pusilanimidad de persona honesta, pero
claudicante. Infeliz, celeste, deslenguado, decente, aguileño,
impaciente u honrado son calificativos -para no hablar de los altos
ejemplos que aduce- que cuadran perfectamente con una personalidad como
la de Ridruejo, el centenario de cuyo nacimiento celebramos o deberíamos
celebrar estos días. La figura del poeta y político de Burgo de Osma ha
sido reivindicada por Jordi Gracia en varios libros que fructificaron
en el reciente
La vida rescatada de Dionisio Ridruejo (2008),
donde recorre con excelente pulso narrativo buena parte de su singular
trayectoria, pero no conviene olvidar las aportaciones de Antonio Machín
Romero, Manuel Penella o Francisco Morente, que en
Dionisio Ridruejo. Del fascismo al antifranquismo
(2006) analizaba los pasos que recorrió el soriano desde su inicial
fascinación por el fascismo -llegó a ser Jefe Nacional de Propaganda, el
equivalente español de Goebbels- hasta convertirse en una de las
cabezas visibles de la militancia antifranquista.
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3.
Con su mujer, Gloria de Ros, y sus hijos Gloria y Dionisio en 1953. |
"Este hombre desmedrado que aquí veis, no ha hecho en la vida
otra cosa que equivocarse". Umbral solía citar las palabras de Cela -dos
grandes escritores que por su recalcitrante oportunismo se sitúan en
los antípodas de Ridruejo- en el homenaje que se le tributó a Dionisio
con motivo de la publicación de su maravillosa
Guía de Castilla la Vieja (1974),
aparecida en el invierno de su vida. Celebrado en una abarrotada
librería madrileña en abril del 75, el acto fue aprovechado por el
escritor -por entonces envejecido y enfermo- para insistir en la
necesidad de un cambio político que clausurara para siempre el régimen
nacido de la Guerra Civil: "Estamos cansados de una España para
gigantes. Necesitamos una España acomodada al tamaño del ser humano, y
desde la desesperación esperamos su advenimiento". Hubo quien lo
proponía, no sin perspicacia, como futuro presidente del primer gobierno
de la democracia restaurada, pero murió sin llegar a ver por unos meses
el final de la dictadura que había contribuido a fundar y de la que se
hallaba apartado desde hacía décadas. Su último "error", dejó escrito
Umbral, era haberse muerto "cuando más falta nos hacía".
Dionisio Ridruejo fue un gran hombre y un poeta discreto, pero
jamás presumió de lo primero ni se engañó respecto a lo segundo. Llegó a
lo más alto siendo apenas un muchacho y tuvo toda la vida para
arrepentirse. No trató demasiado a José Antonio, pero se decía que su
hermana Pilar estaba enamorada del poeta y el hecho es que ella y su
círculo lo protegieron siempre. A Franco le envió una carta que sólo él
pudo escribir, en aquella España adocenada en la que nadie osaba toserle
al dictador ni mucho menos enmendarle la plana. Cuando volvió de la
División Azul, adonde lo habían llevado su temprana disidencia -todavía
entonces, por su lealtad al fascismo- y la mala conciencia, compartida
por otros señalados jerarcas, de no haber hecho la guerra ni pisado el
frente más que para dar mítines, pesaba cuarenta kilos y hubo que
repatriarlo casi a la fuerza. En Barcelona se enamoró de su futura
mujer, Gloria de Ros, y de la lengua catalana, entró en contacto con el
grupo de la revista
Destino -falangistas, ellos sí, liberales,
claramente aliadófilos- y fue poco a poco evolucionando hacia la
socialdemocracia, proscrito por las autoridades pero engrandecido por la
persecución, arrastrando con dignidad el estigma de la traición y sin
perder nunca la condición y la fama de hombre bueno.
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Con el llamado grupo de los Laínez |
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2. En 1942, confinado en Ronda |
Confesó sus culpas de juventud sin que nadie le instara a ello.
Vivió siempre de forma precaria y con grandes apuros económicos. Nunca
habló mal públicamente -léase su póstumo e imprescindible
Casi unas memorias (1976)-
de sus antiguos camaradas de la Falange, aunque razones no le habrían
faltado, ni rompió con los amigos personales por causa de la ideología.
Intentó ver lo mejor de cada uno y a él se deben -aún impresiona
leerlas- las primeras declaraciones públicas que defienden, pero de
verdad y desde dentro, una definitiva reconciliación entre los
españoles. Estuvo implicado en el famoso contubernio de Munich y trabajó
por la democracia venidera cuando muy pocos lo hacían. Siempre lo guió
el sentido del deber, una radical honestidad que superó todas las
pruebas. Mientras otros se aplicaban al medro, él se desentendió de sí
mismo y asumió el difícil partido de la moderación, dejando de lado las
proclamas maximalistas o el mezquino afán de revancha. En Ronda, donde
vivió el primero de sus muchos destierros, aún se aprecia su aura, acaso
hermanada con la del poeta Rilke. Nuestra pobre vida política
necesitaría muchos hombres como Ridruejo -no gigantes, sino personas
generosas, cabales, despreocupadas del propio beneficio- para levantar
el vuelo, pero con que hubiera uno solo podríamos albergar un cierto
grado de esperanza.
Siempre será interesante y emocionante la vida de Ridruejo, nunca las plasmaciones que de ella harán los periodistas o quienes fueren que intenten resumirlas a modo erudito.
ResponderEliminar"ya las podía haber publicado en vida de Franco, del que nunca se permitió disentir aunque a sus espaldas o de tapadillo apoyara postulados afines a la democracia cristiana."
Decir esto es prueba de que el autor no solo no conoce la ideología falangista, sino que no ha leído suficientemente a Laín, por ejemplo su: los valores morales del nacional-sindicalismo.
"falangistas, ellos sí, liberales, claramente aliadófilos" dice en otro momento. No se puede ser liberal y falangsista. Ahora me atrevo a pensar que ni siquiera sabe lo que liberal signifique.
Excelente comentario. Lúcidas reflexiones como la tuya es lo que hemos buscado con la inserción de este artículo sobre la vida de Dionisio.
ResponderEliminarUn saludo.
Alvarezdecastro
ResponderEliminarDionisio Ridruejo fué un falangista convencido que arriesgo su vida en la Division Azul.
Mas cuando volvio se dio cuenta que de la Falange de Jose Antonio no quedaba nada mas que sus simbolos, habia sido tan prostituida y desvirtuada, que ni siquiera conservaba la esencia de sus ideas Nacional Sindicalista.
Baste decir que en 1953 solo habian dos ministerios mandados por falangistas, y si bien es cierto que dejaron su impronta social en ellos, para gloria de España, no es menos cierto que poco a poco fueron silenciados, hasta convertirse en un grupo folklorico.
Pero no me cabe duda que si Ridruejo viese la situacion actual a la que nos esta llevando esta seudo democracia, se volveria a poner su camisa azul mahon, cojeria sus flechas y se lanzaria al rescate de esta sociadad dormida