Juan Pedro Quiñonero.
ABC, 24-06-2010
El Instituto Cervantes ha tenido la excelente idea de crear unas Rutas Cervantes, con el fin de «recordar las huellas de las culturas de España y America latina en París». Al día de hoy, paradójicamente, están ausentes en tal proyecto todos los patriarcas de la cultura española que pasaron por París: Arozín, Baroja, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Salvador de Madariaga, José Bergamín, Max Aub, Eugenio d’Ors, Josep Pla, Mercè Rodoreda, entre un larguísmo etcétera.El Cervantes anuncia que algún día llegarán todas esas rutas, pero que no se podía arrancar con la huella de todo lo hispano, en un programa que está previsto ampliar a otras ciudades.
El proyecto anuncia el recuerdo inmediato o muy próximo de Gabriel García Márquez, Salvador Dalí, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Enrique Vila Matas, Balenciaga, Julio Cortazar, Octavio Paz, Diego Rivera, Isaac Albéniz, Luis Buñuel, Miquel Barceló, Alfredo Bryce-Echenique, María Casares, Óscar Domínguez, Juan Goytisoo...
El Cervantes anuncia su proyecto de este modo: «A las estancias de cada uno de ellos se les dedica una ruta diseñada por expertos con datos, anécdotas y relatos, ilustrada con fotografías, documentos y vídeos». Se trata de una idea magnífica. Buena parte de la cultura española contemporánea es sencillamente incomprensible sin el diálogo de los grandes creadores con París.
La novela, la poesía y la prosa española contemporáneas nacen, como es sabido, con el Modernismo la Generación del 98 y la Generación del 27. Todos los grandes maestros pasaron por París. Todos ellos están ausentes. No hay huella en las Rutas Cervantes de Rubén Darío, Azorín, Baroja, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, Pedro Salinas...
Toda nuestra poesía contemporánea pasa por el diálogo entre España, París, y las Américas, con Rubén Darío, que no está recordado. La obra fundacional de Azorín y Baroja está íntimamente asociada a París. Nuestro periodismo moderno comienza con
«El bombardeo de París», el libro de crónicas de Azorín, corresponsal de guerra de ABC. El mismo Azorín consagró a París libros, ensayos, artículos, muy numerosos. Baroja consagra a París libro tras libro.
Las vanguardias llegan a España, en bastante medida, a través de los viajes a París de Ramón Gómez de la Serna, de quién Valery Larbaud dijo, en París, precisamente, que había realizado en castellano una revolución semejante a las de Joyce o Proust.
Es igualmente ejemplar el caso de varios maestros de la Generación del 27, Gerardo Diego, Jorge Guillén o Pedro Salinas. El viaje y la estancia en París es capital para ellos. Guillén y Salinas fueron profesores en la Sorbona. Guillén hasta ejerció de corresponsal literario. ¿Cómo olvidar a Madariaga, que fue embajador de España en momentos cruciales...?
En el caso de la lengua y cultura catalana, no es un secreto la importancia excepcional de París en la obra de Eugenio d’Ors, Rodoreda y Josep Pla, que llegó a confesar, en varias ocasiones que, de no vivir en su pueblo, no le hubiese importado instalarse en alguna recoleta plaza parisina, en la que se cruzan los fantasmas de Azorín, Baroja, Julio Camba o César González Ruano, entre tantos otros olvidados.
El proyecto anuncia el recuerdo inmediato o muy próximo de Gabriel García Márquez, Salvador Dalí, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Enrique Vila Matas, Balenciaga, Julio Cortazar, Octavio Paz, Diego Rivera, Isaac Albéniz, Luis Buñuel, Miquel Barceló, Alfredo Bryce-Echenique, María Casares, Óscar Domínguez, Juan Goytisoo...
El Cervantes anuncia su proyecto de este modo: «A las estancias de cada uno de ellos se les dedica una ruta diseñada por expertos con datos, anécdotas y relatos, ilustrada con fotografías, documentos y vídeos». Se trata de una idea magnífica. Buena parte de la cultura española contemporánea es sencillamente incomprensible sin el diálogo de los grandes creadores con París.
La novela, la poesía y la prosa española contemporáneas nacen, como es sabido, con el Modernismo la Generación del 98 y la Generación del 27. Todos los grandes maestros pasaron por París. Todos ellos están ausentes. No hay huella en las Rutas Cervantes de Rubén Darío, Azorín, Baroja, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, Pedro Salinas...
Toda nuestra poesía contemporánea pasa por el diálogo entre España, París, y las Américas, con Rubén Darío, que no está recordado. La obra fundacional de Azorín y Baroja está íntimamente asociada a París. Nuestro periodismo moderno comienza con
«El bombardeo de París», el libro de crónicas de Azorín, corresponsal de guerra de ABC. El mismo Azorín consagró a París libros, ensayos, artículos, muy numerosos. Baroja consagra a París libro tras libro.
Las vanguardias llegan a España, en bastante medida, a través de los viajes a París de Ramón Gómez de la Serna, de quién Valery Larbaud dijo, en París, precisamente, que había realizado en castellano una revolución semejante a las de Joyce o Proust.
Es igualmente ejemplar el caso de varios maestros de la Generación del 27, Gerardo Diego, Jorge Guillén o Pedro Salinas. El viaje y la estancia en París es capital para ellos. Guillén y Salinas fueron profesores en la Sorbona. Guillén hasta ejerció de corresponsal literario. ¿Cómo olvidar a Madariaga, que fue embajador de España en momentos cruciales...?
En el caso de la lengua y cultura catalana, no es un secreto la importancia excepcional de París en la obra de Eugenio d’Ors, Rodoreda y Josep Pla, que llegó a confesar, en varias ocasiones que, de no vivir en su pueblo, no le hubiese importado instalarse en alguna recoleta plaza parisina, en la que se cruzan los fantasmas de Azorín, Baroja, Julio Camba o César González Ruano, entre tantos otros olvidados.
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