Romualdo Maestre
Día 24/06/2010 - 07.00h
Un cambio político después de 30 años ininterrumpidos del PSOE de Andalucía y de las Grandes Berlinas Alemanas no es cualquier cosa. No sé si todos están en condiciones de asimilar que más allá del Partido-Junta existe vida. Para muchos puede ser una experiencia traumática levantarse el día siguiente de las autonómicas y constatar que los de siempre, los de toda la vida, ya no están guiando los destinos de esta Andalucía imparable. Que podemos quedarnos sin la tercera modernización sin apenas haber vislumbrado ni la primera, ni la segunda (si excluimos los chaleres de playa, claro, que usados como medida de progreso, estamos que nos salimos).
A lo mejor sería conveniente pedir consejo a nuestros vecinos del norte, los vascos. Cómo han asimilado ellos los mismos años de gobierno nacionalista y ahora, de repente, zas, el trueque sin anestesia.
Yo estoy convencido de que si las encuestas no mienten y la economía —como suele ocurrir siempre que se tuerce— sigue siendo la tumba del socialismo, a más de uno le va a dar una conmoción si gana por mayoría el PP en Andalucía. Al primero, claro está, al que tome posesión como nuevo presidente, abra el cajón y vea que no hay un euro. No es que se lo hayan gastado todo, es que los que se van dejan deudas para esa legislatura y tres más. Porque, desde luego, en eso sí que son duchos los políticos, en el arte de gastarse el dinero público en cuanto que pueden publicarlo oficialmente.
Para el común de los andaluces no nos supondrá un cambio sustancial en los hábitos normales. Seguiremos llevando a nuestros hijos a esos denostados colegios concertados que tantos esfuerzos, mentirijillas, empadronamientos falsos, enfermedades raras y divorcios ficticios nos ha costado para no inscribirlos en la modélica escuela pública. Y cruzaremos los dedos no vaya ser que nos pongamos enfermos y caigamos en manos, no de los médicos, sino del SAS, que parecen lo mismo pero no lo son.
Lo malo serán los pequeños detalles dogmáticos. Porque el régimen actual, lo que es industria poca deja (hasta la naval se la han cepillado), pero doctrina cultural la que quieran. Habrá que asimilar que existen otros poetas que no son Federico García Lorca, que, de tanto promocionarlo y subvencionarlo, han aburrido por hartazgo hasta su propia familia. Que don Antonio Machado tenía un hermano, no tan bueno como él, pero legible. E incluso podremos presumir de que aparte de Vázquez Consuegra hay más arquitectos colegiados. De todas maneras, ya nos iremos enterando por la TV autonómica, que para eso está, para enculturizarnos.
Día 24/06/2010 - 07.00h
Un cambio político después de 30 años ininterrumpidos del PSOE de Andalucía y de las Grandes Berlinas Alemanas no es cualquier cosa. No sé si todos están en condiciones de asimilar que más allá del Partido-Junta existe vida. Para muchos puede ser una experiencia traumática levantarse el día siguiente de las autonómicas y constatar que los de siempre, los de toda la vida, ya no están guiando los destinos de esta Andalucía imparable. Que podemos quedarnos sin la tercera modernización sin apenas haber vislumbrado ni la primera, ni la segunda (si excluimos los chaleres de playa, claro, que usados como medida de progreso, estamos que nos salimos).
A lo mejor sería conveniente pedir consejo a nuestros vecinos del norte, los vascos. Cómo han asimilado ellos los mismos años de gobierno nacionalista y ahora, de repente, zas, el trueque sin anestesia.
Yo estoy convencido de que si las encuestas no mienten y la economía —como suele ocurrir siempre que se tuerce— sigue siendo la tumba del socialismo, a más de uno le va a dar una conmoción si gana por mayoría el PP en Andalucía. Al primero, claro está, al que tome posesión como nuevo presidente, abra el cajón y vea que no hay un euro. No es que se lo hayan gastado todo, es que los que se van dejan deudas para esa legislatura y tres más. Porque, desde luego, en eso sí que son duchos los políticos, en el arte de gastarse el dinero público en cuanto que pueden publicarlo oficialmente.
Para el común de los andaluces no nos supondrá un cambio sustancial en los hábitos normales. Seguiremos llevando a nuestros hijos a esos denostados colegios concertados que tantos esfuerzos, mentirijillas, empadronamientos falsos, enfermedades raras y divorcios ficticios nos ha costado para no inscribirlos en la modélica escuela pública. Y cruzaremos los dedos no vaya ser que nos pongamos enfermos y caigamos en manos, no de los médicos, sino del SAS, que parecen lo mismo pero no lo son.
Lo malo serán los pequeños detalles dogmáticos. Porque el régimen actual, lo que es industria poca deja (hasta la naval se la han cepillado), pero doctrina cultural la que quieran. Habrá que asimilar que existen otros poetas que no son Federico García Lorca, que, de tanto promocionarlo y subvencionarlo, han aburrido por hartazgo hasta su propia familia. Que don Antonio Machado tenía un hermano, no tan bueno como él, pero legible. E incluso podremos presumir de que aparte de Vázquez Consuegra hay más arquitectos colegiados. De todas maneras, ya nos iremos enterando por la TV autonómica, que para eso está, para enculturizarnos.
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