viernes, 30 de abril de 2010

Un falangista en la Plaza Nueva

ABC Sevilla
POR FRANCISCO ROBLES
Publicado Viernes , 30-04-10 a las 07 : 04
Lo malo de la Ley de Memoria Histórica es que no puede sostenerse en pie. Es una gigantesca demagogia con los pies de barro. O de fango, si nos fijamos en la ciénaga mental donde chapotean los que viven del odio ajeno. ¿O no es surrealista que los hijos de los que ganaron la Guerra Civil —en realidad la perdieron los dos bandos, pero ésa es otra historia— pretendan ajustar en público las cuentas pendientes con sus padres? Ese gigante con los pies de fango se ha derrumbado una vez más en la ciudad de Sevilla, donde se prohíbe un homenaje a Foxá por su pasado falangista mientras se le dedica la Feria del Libro a Luis Rosales.
Si Agustín de Foxá no podía ser leído en el Tejar del Mellizo por Aquilino Duque o Antonio Rivero Taravillo, su camarada de partido Luis Rosales va a ocupar la Plaza Nueva, aunque esto no tenga nada que ver, afortunadamente, con la ocupación que sucedió en ese lugar el caluroso sábado cuya fecha deberíamos recordar para que no vuelva jamás a repetirse: 18 de julio de 1936. Luis Rosales, a todo esto, no es un poeta falangista, sino uno de los escritores más brillantes que ha dado España en el pasado siglo. Quien quiera leer poesía de verdad, de la que deja un rastro en el alma mientras propicia el ensanchamiento de la inteligencia, que se vaya a «La casa encendida». Un poemario definitivo, cerrado, rotundo, donde se cuenta la vida de un hombre que es todos los hombres. Becqueriano en el mejor sentido de la palabra, Rosales nos deja en «Rimas» un conjunto de poemas que enlazan con lo mejor de nuestra poesía: desde Garcilaso hasta Pedro Salinas pasando por el inevitable Gustavo Adolfo.
Y para los que se dedican a abrir zanjas que nos separen en las dos Sevillas irreconciliables que jamás deben volver a existir, los poemas donde un Rosales desengañado del franquismo critica ferozmente el odio entre hermanos. «Oigo el silencio universal del miedo» es un poemario imprescindible. Que en esta Feria del Libro se escuche el latido universal de la literatura, la palabra que vuela en libertad y que se resiste a las jaulas donde los totalitarios de siempre —el color es lo de menos— pretenden secuestrarla. Que Sevilla no sea la ciudad apagada por el frentismo que algunos quieren resucitar, sino la casa encendida que a todos nos espera cuando llega la noche y más falta nos hace su calor.

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