Por su indudable interés , reproducimos a continuación esta interesante columna de Jose Antonio Gómez Marín en El Mundo, el día 13 de Febrero de 2012.
El escritor onubense J.A. Gómez Marín |
Letras efímeras
Escucho al profesor Rogelio Reyes, uno de los talentos más ecuánimes entre los conocedores de nuestra literatura, airear la figura medio olvidada de Pemán antes las damas de la ejemplar Asociación “Julia Rómula”. Sencillamente, sin recortar perfiles incómodos, sin exageraciones ni encogimientos, expone la memoria en trance de perderse de quien fuera tal vez el más brillante articulista de toda una época, y se lamenta de ese olvido que él extiende, con razón, a otros varios sepultados por esas “razones de la fama” que, como sabía por experiencia Quevedo, mucho tienen de razón política, citando ante todo a Azorín, el auténtico renovador de la prosa española y uno de los críticos literarios más finos que hemos tenido, cuya “Castilla” cumple el año próximo, si no me equivoco, un siglo como paradigma del retrato al natural de un país y de una cultura. Nada más dañino para la memoria literaria que el prejuicio político, como acaba de demostrarse hasta el ridículo en Sevilla con la prohibición municipal de un acto para recordar a Agustín de Foxá, a cuya prosa le han encasquetado una camisa azul los hijos y nietos de los intransigentes que antes se había ocupado de vestir con ella a escritores tan finos como Eugenio Montes, Muñoz Rojas, y ya puestos a sabios sin comparación posible como don Marcelino Menéndez y Pelayo. Este es un país tan raro que en él puede ocurrir que se ensaye la ruina de un monumento historiográfico como el de Menéndez Pidal bajo el solo dictado de “castellanista” o, del otro lado, que se menosprecie el talento de un Clarín o de un Pérez de Ayala, convictos ambos de un presunto anticlericalismo que, quienes los hemos estudiado, sabemos bien que hay que mirar con lupa antes de aceptarlo como tal. Quemamos a calzón quitado nuestras generaciones al tiempo que conservamos en el formol del convencionalismo más banal prestigios desmesurados. A Pemán mismo lo liquida hoy la desmemoria sólo por su relación con la dictadura, por más que a nadie se le ocurra descalificar a nadie por lo contrario. Admiramos, faltaría más, a quien escribió una oda a Líster, el carnicero que remataba a sus propios heridos para no dejarlos en la retaguardia. Valle-Inclán diría que “así es la España” y, en efecto, así es.
Volviendo a Pemán, querido Rogelio, la verdad es que hoy lo tendría más difícil en medio de esta ruidosa barahúnda que atruena el templo desde el peristilo, como lo tendrían más difícil los maestros que escribían sus extensas reflexiones en “El Sol” y otros periódicos frente al rifirrafe tertuliano. España es carne política, maestro, caldereta ideológica con la que los jayanes se confirman, cucharada y paso atrás.
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