domingo, 23 de enero de 2011

LOS PROSISTAS DE LA FALANGE


elcultural.es, 23 Enero 2011


Francisco UMBRAL Publicado el 19/03/2000

La paz franquista trajo unos cuantos poetas oficiales y muchos buenos prosistas. Los prosistas de la Falange, como alguna vez los he resumido, son burguesía, alta burguesía y aristocracia que, bajo el beneficio de la guerra, continúan su bohemia cultural o sus numerosas carreras. Eugenio Montes, Sánchez-Mazas, García Serrano, Agustín de Foxá, González-Ruano, Dionisio Ridruejo (más conocido como poeta, aunque peor), Mourlane Michelena, Agustín de Foxá, Jacinto Miquelarena, etc.

¿De dónde sale esta generación de señoritos que hizo la guerra o no la hizo, que tienen todos, o casi, mucha cultura y que se acogen a la glosa del trirreme romano para no meterse en harina franquista? Son algo así como un 27 de la prosa, por la cantidad y por la exigencia. También lo son porque su género común es el artículo literario -tan cercano al poema- y parecen desdeñar los géneros largos. El magisterio común lo tienen, vivo, en Eugenio D'Ors, aunque se le ha asignado a Ortega, que convenía más. Esto es uno de tantos escándalos literarios, pues están tan cerca de D'Ors que a veces conmueven. Uno diría que son una generación de burgueses liberales que ganaron una guerra dictatorial porque se habían apuntado a ella, sin saber a lo que se apuntaban, y que luego aparecen abrumados por la Victoria, una victoria militar que les arroja al confín de la literatura fascista. No era eso lo que querían, salvo Serrano Suñer y algún otro, como Areílza (poco escritor), de modo que se aprecian en todos ellos como unas adumbraciones que explican su silencio literario y su escasez de libros.

Esbozo aquí esta generación -interesantísima-, y luego estudiaré aisladamente a algunos de ellos, los mejores o los que a mí más me han llegado. Los del 27 entraron en Europa por el vanguardismo. Estos entran por el fascismo, pero también son muy europeos.

Se desentienden algo del imaginario franquista. Utilizan el Imperio para pasar a otros Imperios. Montes era galaico y urgente, Sánchez-Mazas era germánico y católico. García Serrano era navarrico y soldado, Foxá era decadente y cínico, quizá el más escritor, Víctor de la Serna era noble y compañón, César era dandy, monárquico e indiferente, Mourlane era enciclopédico y cafetero. Miquelarena era señorito e ingenioso. Etc.

Luego están los poetas de la Falange, que eran menos e influyeron menos: Rosales, Panero, Vivanco, el citado Ridruejo. Rosales es un poetón casi genial, Vivanco es apretado, certero y poco. Ridruejo hace sonetos de piedra a la piedra. Todos los Paneros fueron buenos poetas. A Leopoldo, el padre, casi le vi morir. Pero vino de pronto el ventarrón de la poesía social, el galernazo “comunista”, ahora en verso, Blas de Otero, José Hierro, etc., y la juventud empezó a escribir así, una poesía prosaica y sin maneras, pero que imaginaban devastadora para el Sistema.

El Sistema les dejaba pasar e incluso les patrocinaba, pues la poesía es un enredo que no hace daño a nadie y desahoga las conciencias. De modo que aquellos poetas -generación del 36 se decían- no tuvieron espacio histórico que ocupar.

Pero de la poesía social hablaremos más adelante. Los prosistas de la Falange, pese a ser cortos de obra y discretos de presencia, tuvieron estrella y estela entre el gran público, o al menos entre el público universitario, casi siempre pastoreados por don Eugenio, del que luego abjurarían algunos, como Ridruejo:

-Hoy me produce ternura.

Sánchez Mazas escribe en una embajada hispanoamericana su novela Rosa Kruger, bella, rica, numerosa y desgobernada. Les leía un capítulo cada noche a los refugiados de la Embajada. Montes se avecinda en Italia como corresponsal lírico de la Roma de Mussolini, García Serrano escribe buenas novelas y vive en unos perpetuos sanfermines patrióticos, que es lo suyo. Foxá sale en las novelas de Malaparte, viaja y vive, escribe Madrid de Corte a checa, una novela que es como un apunte del Ruedo Ibérico, de derechas, pero llena de calidad y de calidades e incluso de calidez.
César González-Ruano nunca hizo otra cosa que esteticismo de un lado o de otro, porque no se tomaba en serio nada, salvo la literatura. Le dedicaré capítulo aparte, ya que es el que más he tratado de esa generación.

Antes de la guerra, habían andado todos muy mezclados con el 27, como digo, porque eran casi lo mismo, y Montes también hacía greguerías:

“Los árboles nos contemplan con las manos en los bolsillos”.

Tenían todos la obsesión de Europa, no sé si como un hierro fascista o como un hierro realmente europeísta, al igual que el 27, pero equivocaron el camino y cayeron en el nacionalismo de Hitler. ¿Por qué la Historia se reparte sus hombres y los gasta? Razones familiares, culturales, personales, misteriosas. ¿Por qué son fascistas La Rochelle, Montherlant, Paul Claudel?

Nunca sabremos si el fascista nace o se hace. En todo caso, Dios nunca abandona a los buenos fascistas, como hubiera dicho Tierno Galván, y esta generación está partida en dos, cosa que no suele decirse, porque son otro 27 y las meras razones geográficas, a veces, hubieran situado a un hombre del otro lado. Resulta que amaban la misma Historia. Uno está por culpar a los mentores ideológicos -D'Ors, Serrano Suñer, Primo de Rivera- del fracaso histórico y literario de ese otro 27 que llamo “los prosistas de la Falange”, y donde también hay poetas. Los que se han dicho.

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