"La antigua frontera con el reino Nazarí sigue siendo una cicatriz en Andalucía"
Pertenece a una generación de investigadores que renovó en España el medievalismo y las llamadas ciencias auxiliares de la historia, como la genealogía y la heráldica
LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ (Diario de sevilla)
-Algunos dicen de usted que es un reaccionario. Terrible acusación.
-¿Eso dicen?... Hoy en día le cuelgan ese sambenito a todo aquel que se identifique con el humanismo cristiano. No me siento reaccionario, pero sí es verdad que no estoy en la corriente dominante.
-Quizás es que en Andalucía sufrimos un monocultivo progresista muy vinculado a los poderes políticos y culturales. Todo lo que se sale del lugar común es automáticamente estigmatizado.
-Es cierto que hay una ortodoxia que penaliza a los que discrepan en cuestiones claves, algo que, por otra parte, ha sucedido en todos los periodos históricos. Quizás la gran diferencia es que los protagonistas de esta época se creen diferentes, incluso superiores moralmente, algo que es patético.
-La revista Archipiélago hablaba de la "inquietante lucidez del pensamiento reaccionario".
-Eso es una constante. En el momento que alguien se sitúa al margen del discurrir de las cosas adquiere una perspectiva distinta a la de la mayoría. Por ejemplo, Bonald, Joseph de Maistre y otros prohombres del pensamiento reaccionario del siglo XIX supieron señalar problemas de las sociedades protodemocráticas que no vieron o no quisieron ver las personas más integradas en los valores de su época.
-Usted es un medievalista de reconocida trayectoria que ha sabido utilizar científicamente herramientas como la genealogía o la heráldica, esas ciencias auxiliares de la historia que durante tanto tiempo se han identificado con la erudición vana, con algo propio de aburridos señores de casino provinciano.
-El menosprecio al que usted hace referencia era propio de los países latinos y mediterráneos, porque en el mundo anglosajón y en la Europa noroccidental estas ciencias siempre se cultivaron con seriedad y, de hecho, dieron resultados importantes. La recuperación académica de la genealogía y la heráldica comenzó en España a partir de la década de los ochenta tras estar más de un siglo en manos inhábiles.
-¿Quién fue el que inició esta recuperación?
-En el caso de la heráldica fue Faustino Menéndez Pidal, un hombre que curiosamente no es historiador de profesión, sino ingeniero de caminos. También ha ayudado mucho la creación de entidades como la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. En la universidad pesaron mucho los estudios de profesores extranjeros como Marie-Claude Gerbet, quien tiene una excelente tesis doctoral dedicada a la nobleza extremeña en la Edad Media... Como tantas veces pasa en España, hasta que un tema no lo estudia un foráneo...
-Pero, además de ser un instrumento de conocimiento del pasado, lo cierto es que la genealogía también forma parte de la hoguera de las vanidades. ¿Existen muchas falsificaciones en los árboles genealógicos españoles?
-Claro que las hay. En el último boletín de la Academia Matritense se recoge la denuncia de un académico de una falsificación que condicionó en los años setenta la atribución de un título importante cordobés a una determinada persona. En este texto se demuestra como la probanza se manipuló conscientemente... En un país como éste no nos podemos asombrar de la falsificación de documentos...
-Usted ha investigado las navegaciones por el Atlántico entre el siglo VI y el XV.
-En los últimos quince años me he interesado mucho por las relaciones atlánticas entre Andalucía Occidental, Canarias... Lo que Pierre Chaunu llamó el Mediterráneo-atlántico.
-Hay una idea general de que el puerto de Sevilla comenzó a ser importante con el monopolio americano, cuando la realidad es que le dieron este privilegio porque, precisamente, ya era un enclave importante.
-Hay que tener en cuenta que, en la Edad Media, el puerto de la ciudad formaba parte de un único espacio comercial y financiero que en los tratados de mercadería italianos es nombrado como el río de Sevilla, y que iba desde la Bahía de Cádiz hasta la propia Sevilla. El acontecimiento fundamental que convirtió a este ámbito en uno de los polos del crecimiento económico europeo fue la batalla del Estrecho y el consiguiente desalojo de los musulmanes de la zona, cuyo control pasó a las potencias cristianas. A partir de entonces, los genoveses se interesan por la ruta que va desde Italia hasta Flandes e Inglaterra a través del Estrecho y que tiene como bases intermedias fundamentales a Cádiz-Sevilla y Lisboa. Este comercio puso en contacto al mundo atlántico-ibérico con las gentes más avanzadas. Además, esta ruta comienza a cruzarse con otra de orientación norte-sur, la que va hacia el Mediterráneo-atlántico, y que no se limita a las Canarias, Madeira y las Azores, sino que también explotará la costa africana, de la que no sólo llegan esclavos y productos exóticos, sino también y fundamentalmente el oro africano, que es algo así como la sangre del comercio, lo que posibilitó el crecimiento de los intercambios económicos en el siglo XV... En este trasiego, Cádiz hacía el papel de almacén y Sevilla el de cabeza financiera.
-Un tiempo francamente dorado...
-Bueno, el arranque de este proceso también coincidió con la llamada crisis del siglo XIV y, por lo tanto, tuvo sus altibajos. Fue a partir del siglo XV cuando el crecimiento fue espectacular.
-Y todo antes del descubrimiento de América...
-Precisamente, todo este mundo del que hemos hablado es el que hace posible el salto a América. Todos los instrumentos estaban a punto: los técnicos, los económicos, los financieros... Y lo que es fundamental: las personas.
-En esa ruta norte-sur es muy importante la conquista del archipiélago canario, un proceso muy lento, con avances y retrocesos, en la que participan no pocas familias sevillanas, proceso que usted ha investigado.
-Efectivamente, Sevilla tuvo mucha importancia. Las primeras expediciones son de los últimos años del siglo XIV, pero el proceso colonizador no empieza hasta las primeras décadas del siglo XV. Esta circunstancia no es casualidad y está estrechamente relacionada con los cambios profundos que se están produciendo en la ciudad en esos momentos. Piense que en torno a 1391, con el asalto a la Judería, se toca el momento más bajo de la historia de Sevilla desde su conquista por Fernando III en 1248. Entre 1370 y 1390 asistimos a los enfrentamientos entre petristas y enriquistas, a una crisis demográfica y económica o a la derrota en la guerra contra Portugal, un conflicto en el que Sevilla hizo muchos esfuerzos y en el que nada le salió bien (muchos miembros de la nobleza sevillana murieron en esta guerra)...
-Un panorama desolador...
-Todo lleva a una ciudad con apenas 20.000 habitantes, muy deprimida y dividida socialmente... Pasa de todo: terremotos, inundaciones, pestes durísimas... La matanza de la Judería supone, como decíamos, el punto más bajo, pero a partir de entonces se operan una serie de cambios que son los que llevan al dinamismo posterior: el proyecto de la Catedral, la conquista de Canarias... Veinte años después, hacia 1410, Sevilla había cambiado de piel y era una ciudad dinámica, en crecimiento, activa, ganadora. Comienza la construcción de una gran metrópoli que, un siglo después aspira a ser una nueva Roma, el lugar donde se casa el emperador Carlos.
-Sin embargo, en el siglo XV Sevilla también se convierte en el escenario de una guerra entre las familias nobles.
-Es cierto que en esta Sevilla en crecimiento, paralelamente, se produce la ocupación de todo el poder institucional, político, social, cultural, etcétera, no por una nobleza en sentido general en la que participan muchos, sino por un grupo de linajes -los Guzmán, los Ponce de León, los Ribera- que luchan entre ellos por el predominio en la ciudad. Estas luchas, que se conocen como los bandos, convierten a la ciudad en un auténtico campo de batalla, sobre todo entre 1471 y 1474, años en los que la guerra se extiende a toda Andalucía. Es la expresión de la participación en la cosa pública de una nobleza guerrera... Ellos no dirimían sus discrepancias acudiendo a las urnas. Los Reyes Católicos son los que acaban con estos enfrentamientos y restauran el orden, con gran alegría y alivio de los llamados medianos.
-Otro de los temas que usted ha estudiado a fondo es el de la frontera con el Reino Nazarí de Granada, la llamada Banda Morisca, un mundo apasionante.
-Hay estudiosos que defienden que, en general, la Edad Media es el mundo de la frontera... Frontera entre pueblos todavía vivos que poco a poco se van fusionando (romanos, germanos, celtas...), frontera entre el mundo cristiano y el musulmán, frontera entre el mundo bizantino y el latino, frontera entre el mundo urbano y el rural... En fin, un mundo de contacto entre realidades muy distintas. Además, España es la frontera por autonomasia, el único país que se forja al hilo del crecimiento de una frontera en su máxima expresión. A todo esto hay que añadir que Andalucía se convierte en la frontera más perdurable: no hay ninguna que, como la castellano-nazarí, dure 250 años.
-Además de la pervivencia en la toponimia y de las ruinas de los castillos ¿queda algo de la Banda Morisca?
-Si usted traza en un mapa actual la línea de la antigua frontera, se dará cuenta que los efectos todavía son tremendos. En torno a la frontera se concentran las mayores bolsas pobreza, pero también los espacios naturales más ricos e interesantes. También, como se observa en la Sierra de Cádiz, son mundos que han mantenido una personalidad social y cultural única. Los tipos que uno encuentra en Benamahoma, Grazalema, Prado del Rey o Benaocaz, poco tienen que ver con los de Sevilla o Puerto Real. La frontera sigue siendo una enorme cicatriz en Andalucía, pero para el historiador, el antropólogo, el geógrafo o el naturalista es un auténtico tesoro.
-La frontera siempre produce personajes peculiares, capaz de lo mejor y de lo peor, de vida andariega y algo atormentada... Estoy pensando, por ejemplo, en las películas de John Ford y la frontera oeste norteamericana.
-Cuando uno lee la documentación sobre la frontera encuentra auténticas joyas. Por ejemplo, haciendo mi tesina hallé un documento que contaba como un caballero veinticuatro de Sevilla viajaba por el campo de Matrera, en la zona que ahora es Villamartín, para hacer un informe sobre la situación de la zona, de la que no se tenía noticias desde hacía tiempo. Entonces se encontró con unos vaqueros a caballo que le advirtieron que tuviese cuidado, porque por la zona andaba una partida de moros. Cuando llegó al castillo que iba a visitar estaba abandonado y sin puertas... Un misterio.
-Pues sí que recuerda al arranque de una película del Far West. Cuente más, por favor.
-El famoso episodio de Los cuatro Juanes. Eran de Jerez, gente de la caballería, de los llamados hombres buenos, que se dirigían a Zahara, localidad que acababa de ser conquistada por los cristianos. En la pasada de un río se encontraron con una partida de más de veinte moros y, pese a que habían sido avisados por un explorador, no huyeron, sino que presentaron combate y lo ganaron, aunque acabaron cosidos a lanzadas. También participaron con valor en el combate una mujer y un peón que los acompañaban... El único que huyó fue un caballero extranjero... Es una sociedad que tiene los valores de la frontera, una fauna peculiar formada por almogávares, almocadenes, alfaqueques, etc.
-Quizás el más famoso de estos personajes fue Alonso Pérez de Guzmán, conocido como el Bueno. ¿cuánto hay de leyenda y cuánto de verdad en esta figura?
-La defensa de Tarifa fue algo verdaderamente heroico, sin exagerar por la leyenda. Lo curioso es que Guzmán el Bueno llegó a ser alcaide de Tarifa después de que el maestre de Calatrava abandonase la posición porque el rey no le admitió, por caro, el presupuesto que había presentado para defenderla. Digamos que Alonso de Guzmán, un hombre de la zona, fronterizo, contraofertó con un presupuesto que venía a ser la mitad. Es verdad que en el sitio murió un hijo suyo, aunque no era el primogénito. Él fue el origen del linaje de los Guzmán y del ducado de Medina Sidonia, una casa principesca que, si llega a implosionar la corona de Castilla -como estuvo a punto de ocurrir con Enrique IV- habría sido algo parecido a los Médici de Florencia. No eran los Duques de Sevilla, pero la gente y ellos mismos se hacían llamar así. Controlaban absolutamente la vida de la ciudad.
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