La España tatuada |
Así hay tantos establecimientos que anuncian "Tatoo", en inglés. Ah, claro: el tatuaje debe de ser sólo el corazón del marinero del manchado mostrador de la Piquer o en ancla en el brazo de Popeye y estas decoraciones obsesivas deben de ser el "tatoo" famoso. No sólo es un negocio el de los tatuajes, sino que hay otra floreciente industria: la de quitar los tatuajes, que en algunos casos tiene que ser dificilísimo; más fácil sería que el Doctor Cavada les hiciera un trasplante de piel a los horteras del "Tatoo" que quitarles esos Ermitages a lo hortera y a lo choni que llevan por brazos, piernas, hombros, espalda, barriga, cuello, y me imagino que algunos hasta en el yamentiendes y algunas hasta justo encima del cestillo del carbón.
Yo, como voy por el plan antiguo, me quedo con los tatuajes a lo Rafael de León, breves y cargados de poesía. Me quedo con el egregio tatuaje, tan de la Marina de Su Majestad Británica, que Don Juan de Borbón lucía en su brazo, que era un retrato en sepia de aquellos años difíciles en que tuvo que dejar de ser guardiamarina en la Escuela Naval de la Real Isla de San Fernando para enrolarse en la Home Fleet inglesa.
El Quini |
O no lejos de San Fernando, me quedo con el legendario tatuaje del corista Joaquín Fernández Garaboa "El Quini". Tenía El Quini en su brazo otro retrato de época, otro trozo de Historia de España: cuando estaba en el frente de Rusia con la División Azul se hizo tatuar en el brazo el escudo de Falange.
-- ¿Vive todavía El Quini?
-- No, murió.
-- Menos mal, porque ahora, con la dichosa Memoria Histórica, de momento me lo iban a dejar manco, porque al ver el tatuaje del escudo de la Falange seguro que le cortaban el brazo...
Me quedo con el tatuaje del legionario de toda la vida. Estos descastados del "tatoo" no saben lo que es el "Amor de madre".
Antonio Burgos Belinchón
Publicado en ABC de Sevilla el día 21/7/13
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