El castillo de Cenicienta que, a
doble página, se nos mostraba en el XL Semanal de semanas atrás, la
nueva casa de la modelo Gisele Bündchen y su pareja, no me cabe duda que despertaría la
admiración, si no, la envidia, de muchos lectores. Sinceramente no es mi caso,
me conformo con un buen piso cerca del centro de mi ciudad, con vibrante vida
de barrio. No me gusta tener que coger el coche para ir a comprar el periódico,
me sigue gustando ese gesto de ir al quiosco, o para tomarme unas cañas en el bar de la esquina. Pero lo que me llama la atención, por no decir me
llena de desencanto, es, en todas esas estancias señaladas, la falta de un
letrerito que indique donde está la bien surtida biblioteca. Por el contrario,
proliferan las salas de culto al cuerpo, piscina, jacuzzi, gimnasio, pilates,
sauna, etc. Todo esto viene a que los jóvenes de hoy día, tienen muy pocos
referentes intelectuales, poquísimos, ven que la fama y el dinero no está
precisamente en las letras, en las humanidades, ni siquiera en la pintura o ya,
casi, ni en la arquitectura. Hay que ser guapos, delgados, horteras y salir en
las revistas del corazón y en los programas televisivos de moda. Que pena, no
hubiera sólo una pequeña flechita apuntando a una ventana que dijera: éste es
el balcón de la magnífica biblioteca de roble que contiene los libros de la
famosa pareja.
Javier Compás
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