José Ángel Medina recupera en un libro la vida de José Manuel Aizpurua y Joaquín Labayen
29.12.11 - 02:04 -
El mítico Le Corbusier, padre de la arquitectura contemporánea, se desplazó en otoño de 1930 desde París hasta San Sebastián sólo para ver el edificio del Náutico, recién inaugurado. Quería ver con sus propios ojos la obra de los arquitectos José Manuel Aizpurua y Joaquín Labayen, un trabajo que en poco tiempo se convirtió en uno de los iconos del racionalismo europeo.
Aizpurua y Labayen escribieron «las páginas más brillantes de la modernidad en Guipuzkoa». Así lo entiende José Angel Medina Murua, profesor de la Universidad de Navarra que ayer presentó el libro que reconstruye la obra y la apasionante vida de los dos arquitectos guipuzcoanos. El volumen, editado en colaboración por el Colegio de Arquitectos y la Diputación de Gipuzkoa, se inscribe en la colección dedicada a los arquitectos guipuzcoanos, y será completado en febrero con una exposición en el Koldo Mitxelena con sus «proyectos no realizados», tal como adelantó ayer Santos Bregaña, que se ha ocupado de la edición del libro y preparado la muestra.
(Labayen y Aizpurua en 1931)
El donostiarra Aizpurua y el tolosarra Labayen empezaron a colaborar en la Escuela de Arquitectura de Madrid y trabajaron conjuntamente hasta que el primero, militante falangista, fue fusilado en San Sebastián en 1936 antes de que el llamado bando nacional entrara a la ciudad. En sólo nueve años de colaboración realizaron pequeños proyectos para Donostia (como la decoración de la pastelería Sacha, en la Avenida de San Sebastián) y una obra como el Náutico, inaugurado en 1929, que les introdujo en los manuales de arquitectura.
Ese 'barco de hormigón' fue rápidamente incluido en publicaciones internacionales de la época como Cahiers d' art, Werk o el catálogo de la exposición del Moma 'The International Style'.
Pero además de su trabajo como punta de lanza de la arquitectura europea de vanguardia Aizpurua y Labayen agitaron la escena cultural donostiarra con su grupo, el Gatepak, y la sociedad Gu. Su estudio en la calle Prim se convirtió en parada obligatoria de artistas consagrados y de otros que empezaban, como Oteiza. Apoyaron el grupo La Barraca de García Lorca y colaboraron con el Ministerio de Instrucción de la República para idear escuelas y hospitales. «Creían que la arquitectura podía cambiar la sociedad y hacer más feliz a la gente», recordaba ayer Lorenzo Goicoechea, el presidente en Gipuzkoa del COAVN.
La guerra frustró esa aventura. Aizpurua, hombre tanto de reflexión como de acción, se alistó en la Falange de su amigo José Antonio Primo de Rivera. En junio de 1936 es detenido y fusilado en San Sebastián el 6 de septiembre. Este año se han cumplido 75 años de su muerte. Labayen siguió trabajando y, en palabas de Medina, «lejos de aprovecharse de ser el socio de un fundador de la Falange fusilado, se traslada a Tolosa y pasa a desempeñar un trabajo alejado de la efervescencia. Seguirá trabajando prácticamente hasta su muerte, en 1995».
El libro, basado en la tesis doctoral que José Ángel Medina realizó en su momento, destripa tanto la vida de los dos profesionales como sus proyectos, y se convierte también en crónica de una época de San Sebastián. El volumen incluye también algunas fotografías tomadas por el propio Aizpurua, el 'artista total' que se interesó también por la música o el teatro, e imágenes actuales realizadas por Aitor Ortiz.
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