Además de situaciones irreales
y excesivamente forzadas para provocarnos una risa facilona, en
la divertida y muy taquillera película «Ocho apellidos vascos»
aparece un personaje entrañable, pero que en el entorno donde
se desarrolla la historia resulta imposible. Se trata de
Merche, «una extremeña que se mudó al País Vasco por amor», encarnada por
Carmen Machi, que vive contentísima en el paraíso de Euskadi y
que llega a encandilar a Koldo, el padre de Amaia, la
novia. Pero resulta que Merche -según lo que se nos va
desvelando a lo largo de la peli- parece ser la viuda de un
Guardia Civil, circunstancia que resulta sencillamente
incompatible con la felicidad exultante que reparte la buena de Merche a
su alrededor. Imposible porque, desgraciadamente, bien sabemos
que viudas y familiares de guardias civiles, policías
nacionales y miembros del Ejército,han estado incluidos en la lista
negra de los abertzales y sus amiguitos nacionalistas, y han
sido sometidos a tan inhumana presión excluyente, que
no les quedaba otra que abandonar el paradisíaco Euskadi habitado por
personas muy solidarias, y pastoreadas
por una clerecía muy acogedora y cristiana (sobre todo
en los funerales de las víctimas de atentados). Merche es un importante
personaje de la película, pero imposible
porque no la habrían dejado vivir en una realidad que todavía
nos resulta tan dolorosamente fresca, como para haberla olvidado.
(Merche -Carmen Machi- a la izquierda)
El supuesto error del personaje de
Merche podría justificarse bajo variadas razones. Como, por ejemplo, en
la falta de costumbre y de conexión con la cruda y dura realidad que ha
acompañado a la mayoría de los de nuestra casta cineasta respecto a
los asesinatos etarras, y que les ha llevado a pasar de
puntillas sobre las terribles historias que subyacen detrás de
cada criminal atentado. O con menor malicia,cabría interpretar la
presencia en la peli de nuestra imposible Merche, como una mera
licencia artística que se toma el director para equilibrar
más simpáticamente el cuadro de personajes y hacernos la cosa más
divertida. O incluso como un simple fallo que se coló en el
guión sin que nadie advirtiese de la imposibilidad del personaje, como
imposible habría resultado la presencia exultante de una mujer
judía moviéndose por una peli que se desarrollara en un ámbito lleno
de nazis.
Sí, quizás fuera solo eso: un error del
guión. Pero se trataría de un error que desgraciadamente
refleja lo que nos está
sucediendo: una acelerada amnesia colectiva respecto a todo
lo que rodea a los criminales etarras y a la memoria de sus crímenes. Una
nueva actitud que se debe a un «tiempo nuevo» que
supuestamente nos tocaría vivir ahora, porque ha cambiado
la realidad y no podemos quedarnos anclados en el
pasado. Un tan cacareado «tiempo nuevo» donde no cabe mantener el
mismo discurso que hace quince años cuando los etarras mataban,
porque ahora ya no matan.Y es verdad que ya no
matan; pero porque no les hace falta matar: se
encuentran cómoda y «democráticamente» instalados en las instituciones,
y disponen de un nuevo partido político que utilizan como
instrumento legal para sus bastardos fines sin necesidad de mancharse las manos
de sangre.
(Monseñor Setién)
Y es que parece que lo que toca es pasar
página y seguir la hoja de ruta que
nadie reconoce haber pactado, pero que va
cumpliéndose inexorablemente. Lo que toca es acomodarnos a
ese «tiempo nuevo» donde debemos llevarnos los presos
a cárceles más cercanas a sus hogares, para que puedan
aplicárseles con mayor eficacia y discreción las medidas de gracia
que les resulten más beneficiosas. Lo que toca es el tiempo
nuevo en que se les excarcele más cómodamente
por la puerta de atrás; en que se les «normalice»
invitándoles a participar como contertulios en los medios de
comunicación; en que puedan seguir amenazándonos con
la chulería habitual de sus voceros promoviendo la desobediencia
en las instituciones. En fin, nos toca un tiempo tan nuevo...
como la conocida ignominia de siempre.
Acabamos de recordar el setenta aniversario de
la liberación del campo de concentración de Auschwitz con importantes
actos, incluso en España, pese a que nada de aquello se
produjo cerca de nuestro país. Y llama la
atención que, a la vez que se pretende perpetuar el sentimiento
de aquel horror entre nosotros, para que nunca más pueda
producirse algo similar, sin embargo respecto a
nuestro «doméstico» horror, padecido hasta hace muy pocos
años aquí mismo en nuestro suelo, parece que
interesa diluirlo bajo una especie de forzada amnesia
selectiva. Y eso, pese a que gran parte de los autores de nuestro
horror, no solo no han pedido perdón, sino que
continúan jactándose de sus cobardes
crímenes y pavoneándose delante de los familiares de
sus víctimas, apareciendo sin pudor en actos públicos donde
se sigue permitiendo que reciban homenajes por sus cobardes acciones
criminales. Pero al menos, no confundamos: esta permisividad con
los criminales y quienes les justifican, este dejar hacer, dejar pasar, y este
mirar hacia otro lado, no es generosidad ni magnanimidad;es pura y simple
comodidad o cobardía que acabará pasándonos factura.
No fueron pocos los gobernantes y políticos de uno y
otro partido que enfáticamente y con voz campanuda, tras cada nuevo crimen de
ETA nos prometían tranquilidad, dentro del dolor, porque
finalmente los asesinos etarras acabarían pudriéndose en las
cárceles. Pero los asesinos que vos pudrís, gozan de
inmejorable salud.
Miguel Ángel Loma
No hay comentarios:
Publicar un comentario