Bajo los dominios educativos de la Junta de Andalucía
se pretende recortar aún más el tiempo dedicado a la
asignatura de religión católica reduciéndola a tres cuartos de hora a la
semana.
Desde sectores eclesiásticos se reacciona intentando concienciar
al católico medio y al medio católico de los perjuicios que este
nuevo recorte implicaría, y al final de algunas Misas se anima
desde los púlpitos a firmar a la salida unos
escritos denunciando la medida. Pero el argumento
central que se utiliza para animar a la firma es
que con ello se enviarán al paro a muchos profesores de religión. Es
decir: lo importante no es tanto que no se disponga ya apenas
de minutos para impartir con un mínimo de decoro una asignatura
fundamental en estos tiempos confusos, para que los críos
conozcan a qué cultura pertenecen y qué valores
amenazan los nuevos bárbaros, sino el posible paro de
unos profesores.
Por otro lado, la secretaria general de Podemos
en Sevilla, crecida por la suficiencia que le otorgan los
sondeos electorales, se atreve a cuestionar el futuro de
la Semana Santa hispalense. Y de nuevo se reacciona desde
los medios eclesiásticos pero uniéndose al coro de
quienes defienden la fiesta no por su trascendencia y
significado religioso, sino
por los importantísimos ingresos económicos
que genera su celebración.
Tanto en uno como en otro
caso, la Iglesia se empobrece cuando centra sus
argumentos en meras razones crematísticas.
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