Reproducimos este interesante artículo de Manuel Alonso Trevicortov. Quizá hubiese que añadir Wenceslao Fernández Flores (1885-1964) y su
Bosque Animado (1943) entre otras obras)
Ha muerto Gabriel García Márquez, una figura mundial de las letras, especialmente de las hispanoamericanas. No puedo asegurar un número exacto pues no tengo datos rigurosos, pero calculo, por aproximación, que he leído, al menos el noventa por ciento de sus novelas y cuentos. Y diré bien claro que todas me parecieron magníficas. Quede esto bien sentado. Pero no voy a hablar hoy de tan famoso y admirable personaje. Mucho se ha escrito estos días sobre él y sin duda, se seguirá escribiendo, tanto de su legado literario como de su posicionamiento político de socialista convencido y militante, muy cercano a Fidel Castro, aunque siempre afirmó que no era comunista, negociador entre las FARC y el gobierno colombiano, parece que siempre buscando entendimientos y concesiones...en fin, repito, no voy ahora analizar posturas o hechos. Dejemos eso para los especialistas en análisis políticos.
(Gabriel García Márquez)
Se ha afirmado, insistentemente, que García Márquez es el padre del "realismo mágico", esa forma de narrativa que mezcla con naturalidad lo cotidiano y real con lo irreal y fantástico o que muestra lo irreal como algo cotidiano. No me cabe ninguna duda de que esta forma narrativa fué manejada magistral y profusamente por este autor pero opino que me parece inexacto el afirmar que haya sido su creador o lo que es lo mismo, adjudicarle su paternidad. Muchos escritores, especialmente del otro lado del Atlántico han sido habituales cultivadores de dicho estilo de narrar:
Úlsar Pietri, María Luisa Bombal, Álvaro Mutis (¡Maqrol, el gaviero!), Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Vargas Llosa... También podría citar a Mújica Láinez pero de éste, solamente leí "El unicornio" y tengo que confesar que no entendí nada. Por lo tanto, no voy a presumir de conocer a fondo la obra de todos los citados pero sí lo suficiente para poder opinar con mis modestas nociones y. desde luego, sin pretender sentar cátedra. Simplemente, compartir.
He dejado sin citar en la lista expuesta a dos autores que, para mi modesta opinión sí serían acreedores a esa paternidad con la que andamos a vueltas. Tienen los dos las mismas iniciales: AC (y no se trata de ninguna cadena hotelera). Son Alejo Carpentier y, especialmente nuestro Álvaro Cunqueiro. Éstos, y todos los citados más arriba, son contemporáneos pero, precisamente estos dos últimos están entre los nacidos con anterioridad: 1904, Carpentier y 1911, Cunqueiro. Esto no quiere decir nada especial pero se supone que algunos de sus escritos tienen primacía en el tiempo. Tampoco quiero decir que hayan sido copiados o imitados. Solamente considero que son los primeros.
Para mí, la obra de Carpentier, suizo-francés-cubano fué un descubrimiento algo tardío y casual, al caer en mis manos "El siglo de las luces" que me dejó con los ojos y boca abiertos por el extraordinario modo de narrar de que hace gala, con toda la categoría de un clásico y por la exuberante riqueza de vocabulario, con unas descripciones de un tono mucho más que brillante. Un verdadero artista del lenguaje, que cultivó ese realismo mágico. Recordemos "Los pasos perdidos" y, sobre todo, sus cuentos cortos.
Por último, y ésta era o es la intención del escrito, quisiera centrarme un poco más en el escritor para mí de mayor y desbordante imaginación de todos los que conozco: Álvaro Cunqueiro, gallego, de Mondoñedo, extraordinario erudito, también periodista como muchos de los citados, poeta en dos idiomas cuya lectura supone ir de sorpresa en sorpresa, de admiración en admiración, pasar de la risa al llanto, en fin, verse sumergido en un mundo mágico, cómico, trágico, desconcertante, surrealista, un mundo de historias entremezcladas en el que podemos contemplar que...Después de la batalla de los cuatro reyes y una vez que San Gonzalo detiene una invasión de los normandos el año del cometa, Ulises viaja por Galicia, se encuentra con León Leonardo, viejo marinero que con sus ahorros ha fabricado su barco pero ya, impedido, no puede navegar por lo que lo pone en venta por una moneda de oro en una de cuyas caras lleve acuñada la figura de un navío y, al que pueda comprárselo, le regala la mar, esa mar que cruzará el viejo Simbad cuando vuelva a las islas y tal vez se encuentre con un hombre parecido a Orestes que no ha mucho tiempo, convivió unos días con Fanto Fantini de la Gherardesca cuando éste acababa de fugarse de la prisión donde estaba encerrado, convirtiéndose en un halo nebuloso que se deslizó por la rendija de la puerta sin ser visto...Don Hamlet de Dinamarca, Merlín y familia...Este es el maravilloso y sorprendente mundo de Álvaro Cunqueiro, Galicia y Bretaña, región ésta que nunca conoció pero que describe forma magistral.
Sus novelas, es cierto, no tienen la densidad ni extensión de las de García Márquez o Vargas Llosa pero son tan ricas en imaginación que su lectura constituye un gozo insuperable.
(Álvaro Cunqueiro)
Su descripción de la corte del rey Arturo en completa decadencia, con éste, viejo y enfermo en el lecho, en la que un vivaracho enano hace todas las funciones, desde guarda en la puerta del castillo hasta enfermero que cura las almorranas al monarca, así como la representación de la obra de Shakespeare "Romeo y Julieta" en un manicomio a cargo de un grupo de muertos-vivos que viajan con un Sochantre, vivo, constituyen el colmo de lo fantástico mezclado con lo real.
¿No es esto realismo mágico? Así es, así fue el estilo de Álvaro Cunqueiro, nuestro grandísimo autor de mágica pluma cuya figura está semiolvidada gracias a la cultísima izquierda resentida y a la derecha cobarde y vergonzante de nuestro país... porque nuestro hombre perteneció a la Falange y colaboró en publicaciones del "bando sublevado", ¡vaya demérito y vaya pecado! Pues así es, repito este gran gallego y español que redactó en vida su propio epitafio:
Eiqui xaz alguén, que coa súa obra, fixo que Galicia durase mil primaveras máis
(Aquí yace alguien, que, con su obra, hizo que Galicia durase mil primaveras más).
Es un deber recordarlo, reivindicar su figura y, sobre todo, leerlo una y mil veces. Aparte de disfrutar, sin ninguna duda, ayudaremos a que se cumpla su epitafio, merecedor de toda justicia.
Manuel Alonso Trevicortov
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