miércoles, 4 de mayo de 2016

'De los nuestros, de toda la vida'.


(Josele Sánchez)

'De los nuestros, de toda la vida'. Esta frase fue un salvoconducto, un aval para la supervivencia en los años previos y posteriores a nuestra última Guerra Civil. Con ella unos salvaban a otros cuando venían los comisarios políticos a pedir a los mandatarios locales la lista de señalados en los pueblos de España
Sin informática y con los archivos parroquiales mitad quemados mitad destruidos, se rompían partidas bautismales para acreditar un ateísmo militante o se construían matrimonios que no pasaron del noviazgo para garantizar una pensión mínima a una joven viuda o a mujeres que parieron póstumamente hijos putativos. Aunque ahora sólo parezca que España es un país en continua revancha de los herederos ideológicos de los vencidos contra los 'otros', en verdad hubo otra guerra civil en la que cupo la protección mutua; el salvarse los unos a los otros con exacta reciprocidad cuando la suerte cambió de lado. 
Esta es, en buena medida, la Guerra Civil que dibuja 'La consagración de la primavera', la novela que acaba de publicar Josele Sánchez en Editorial Esparta.


Es así como dando un quiebro a la habitual novela histórica guerracivilista hipotecada con delatores, mezquinos, héroes cuestionables y arquetipos de buenos y malos completamente previsibles sin el derecho al desarrollo de los personajes conforme lo hace la novela. Es así como la novela de Josele Sánchez pone a la lealtad en el centro de una trama con magníficos pulsos de acción que se teje sobre el bastidor general de la música y la conocida pieza musical de Igor Stravinsky.
Si puede sostenerse que sin el odio en la trama no se entiende la novela histórica guerracivilista  convencional española, hay que afirmar que éste no tiene cabida alguna en la obra de Sánchez en la que sí hay un espacio para protagonistas corales habitualmente proscritos como José Antonio Primo de Rivera. Una aparición que se inscribe en la línea de Juan Manuel de Prada ('Las máscaras del héroe' y 'Me hallará la muerte'), Eduardo Mendoza ('Riña de Gatos'), Ignacio del Valle (trilogía del Teniente Andrade llevada al cine en 'Silencio en la Nieve') o Javier Compás ('La playa de los alemanes'). 

Es indudable que junto a quienes mentían ante los comisarios políticos ávidos de fusilables con el este es 'de los nuestros, de toda la vida', también hubo delatores que excavaban con su lengua tumbas en cunetas, ensanchaban las checas o engordaban los expedientes de depuración. La Historia de la Humanidad es un larguísimo relato de pequeños héroes y villanos, pero no de arquetipos sectarios de unos y otros como llenan la casi totalidad de la novela guerracivilista. 'La consagración de la primavera' es una muy buena excepción.


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