lunes, 10 de marzo de 2014

El toreo, de esmoquin. Por Antonio Burgos

Antonio Burgos 



El toreo, de esmoquin
 El 11 de diciembre de 1944 los intelectuales españoles rindieron un homenaje a quien entonces era el máximo héroe popular. Un torero. Manuel Rodríguez "Manolete". Como una figura de El Greco vestida de luces, que recibía a los toros por alto con el laconismo militar de aquel estilo: como un saludo a la romana con la muleta. El homenaje consistió en una cena de gala en el restaurante Lhardy de Madrid. Historia sobre la Historia. En el restaurante histórico, media Historia del Toreo en el siglo XX y los autores de la mejor prosa que se escribía en una España de postguerra no tan triste como ahora la pintan, pues para ellos era el paso alegre de la paz en una primavera que volvía a reír. De aquella cena de gala hay una foto famosa. En torno a Manolete están Cela, Pemán, Víctor de la Serna, Agustín de Foxá, Adriano del Valle, Pedro Mourlane Michelena, Rafael García Serrano... Al fondo de la foto parece que resuena el arte mayor, la Poesía rendida ante el Toreo, como una premonición de los alejandrinos que Agustín de Foxá habría de escribir tras lo de Linares: "Yo saludo al torero más valiente del ruedo./Yo saludo en ti a Córdoba, olivares y ermitas,/que le dio esa elegancia de califa sin trono,/de Almanzor que no vuelve, que es desdén y nobleza." 
Y como una costumbre de etiqueta que ya sólo se mantiene en la cena de los Cavia en la Casa de ABC, todos los escritores que aparecen en esa fotografía visten riguroso esmoquin, con blanca camisa de pechera dura y corbata de lazo. Todos, menos uno. Todos menos Manolete. Manolete va de uniforme. Manolete va con el uniforme del cuerpo al que pertenece. Va vestido de torero. ¡Y qué torero! Manolete va con su traje corto campero, con su camisa de chorreras con botonadura de piedras preciosas. Y sin corbata. Ni de lazo ni de nudo. Sin corbata, como los hombres del campo andaluz cuando van al pueblo para el día de la Patrona. Con el botón del cuello de la camisa muy abrochado. Pero chorreando señorío y torería. Derramando la misma "elegancia de califa sin trono" con que Agustín de Foxá habría de recordarlo desde aquella noche.

Yo me he acordado ahora de aquella fotografía del homenaje de los intelectuales a Manolete en Lhardy. Con ocasión de algo que me tiene perplejo: la moda de que los toreros presenten su temporada, como si fuera un modelo nuevo de coche o el premio Planeta. Hasta ahora, en el toreo, ni las figuras sabían cómo se iba a presentar para ellos la temporada. Dependía de cómo arrancaran en Castellón, en Valencia, o luego en Sevilla y en San Isidro. Los toros traían cortijos en sus lomos... o teléfonos que no sonaban en casa del apoderado. Según. Ahora no.

Ahora las figuras no sólo saben cómo se les presenta la temporada, sino que encima te la presentan: "Aquí mi remporada, aquí la afición". ¿La afición? La afición huye de las plazas ante este toreo de diseño asistido por ordenador. Sin alma. Sin torería. Sin paladar.

Así que el uno presenta su temporada en el Círculo de Bellas Artes (que no es mal sitio, ahí tiene que estar el toreo, entre las Bellas Artes) y el otro presenta su temporada taurina como si fuera un disco de David Bisbal: con un festorro en el Joy Eslava, ¡arsa pilili! Y la presenta vestido de esmoquin. Todo el famoserío y el canallerío al uso madridí está allí en la fiesta vestido de particular, pero el torero presentante va de esmoquin. ¿Es acaso un intelectual que le va a rendir homenaje a Manolete con retraso? No, es el triste símbolo de cómo está el toreo.

Los toreros antes se vestían de toreros y se casaban de corto y con botos camperos. Ahora se casan de chaqué y organizando desfiles de máscaras con chisteras. Y presentan su temporada de esmoquin. Al toreo le han quitado el traje corto y lo han vestido de esmoquin y de chaqué. Y encima quieren que se llenen las plazas. ¡Tequiyá con el cuento del esmoquin!



Artículo publicado en ABC el día  9 de Marzo de 2014

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