José Carlos Mainer reescribe "Falange y literatura"
Por Peio H. Riaño
El servicio de propaganda de Stalin tuvo a sus ingenieros del alma como Máximo Gorki para que contaran la canalización del país; España también tuvo cantarines del dogma
que crearon una imagen del pasado a su medida, entre 1920 y 1956. La
lista de autores que destacaron la frustración de las ambiciones
colonialistas nacionales y el desarrollo del antisemitismo es larga y
áspera. Ahí están Álvaro Cunqueiro, Agustín de Foxá, Ernesto Giménez Caballero, Eugenio d’Ors, Dionisio Ridruejo, Gonzalo Torrente Ballester, Rafael Sánchez Mazas o Víctor de la Serna, de un total de 25 escritores que dedicaron su creación al fascismo de entretenimiento: “Frente al homo oeconomicus
del marxismo, nosotros afirmamos que el hombre vive de todo menos de
pan… A las masas, como a las mujeres, hay que ofrecerles fiestas,
guerras, pasiones, botines, torbellinos, indecibles embriagueces”,
escribió Giménez Caballero en Los secretos de la Falange.
Son los elegidos por José-Carlos Mainer, catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza e historiador de la literatura, que en 1971, con valentía, publicó Falange y literatura y ahora, más de 40 años después, reescribe por encargo de la editorial RBA. La nueva redacción ha hecho de la idea original un nuevo libro, mucho más extenso, “más maduro y matizado”, porque no ha dejado ni una línea sin ampliar.
Cuatro
décadas más tarde Mainer se reconoce como otra persona, aunque siga
pensando lo mismo y señalando a los mismos. Reconoce que era difícil que
el libro perdiera su “impertinencia autosuficiente”, pero ha tratado de corregir “la mezcla indigesta de la benevolencia con respecto al falangismo,
en nombre de la buena fe de algunos falangistas y de un análisis
demasiado convencional de los intereses de los otros vencedores de la
Guerra Civil”.
Matizando la historia
El
libro de 1971, además de corregir la disculpa a los falangistas, ha
rebajado los términos que usaba en materia virulenta. “No pienso de
manera distinta de la de entonces, pero cada línea ha dado para tres o
cuatro nuevas líneas más. He modificado adjetivos, valoraciones,
y han crecido las conjunciones adversativas “sin embargo” y “pero”. Es
posible que antes el libro fuera impertinente y serio, yo ahora soy más
sardónico”, reconoce el autor en un encuentro con periodistas.
En
el caso español, el fascismo cultural tuvo una línea política
identificable aunque de escasa consistencia y discutible unidad. “Logró
ambas a favor de la guerra civil y de la incorporación del fascismo como
un referente simbólico fundamental de la dictadura de Franco y compartió con el integrismo católico una cómoda hegemonía hasta 1945”. Sin embargo, con la caída del Eje, explica el autor que sólo perduró como “culto subalterno y como una nutrida nómina
de beneficiarios de la frondosa administración del Estado, de las
mutualidades y de los sindicatos verticales, todo aquello que adoptó
pronto el vago nombre de Movimiento Nacional”.
La segunda oportunidad, en democracia ya, de Falange y literatura,
descubre un libro de análisis literario, de historia de las ideas y,
por qué no, de examen psicológico. Con hallazgos que con los años, y la
desaparición de las obras referidas, se toca el cielo de la vergüenza
ajena, como en el caso de Felipe Ximénez de Sandoval (1903-1978), que es autor de Camisa azul (1940),
novela de la que extractamos este cantar: “Joaquín, el enlace del
capitán, el de la barba rizada y blonda que envidio Víctor, se acerca a
la chabola. Su cantar es siempre el mismo, y de día y de noche lo lleva y
lo trae en sus labios. Indudablemente es el aire que respira: Con la
camisa azul y postinera,/ con el yugo y las flechas por blasón,/ en el
cinto una repleta cartuchera,/ sobre el hombro un flamante mosquetón”.
Reescribir el pasado
A
Mainer no le gusta emplear la expresión memoria histórica, pero
reconoce que esta antología puede contribuir a ella porque es un libro
de historia. “Aceptaré en este sentido que es un libro de memoria
histórica”. Como historiador sabe que conquistar el poder político no es dominar el presente de un pueblo,
también es conquistar su pasado. “El fascismo quiso siempre venir de
muy atrás, de las profundidades del espíritu de las naciones donde se
hallaban los yacimientos de su autenticidad. Su nacionalismo tuvo siempre una naturaleza fundamentalista e imperativa”, escribe sobre la apropiación del pasado para construir un nuevo porvenir.
Nadie
se llevó a engaños en 1971 y nadie lo hará en 2013: el libro es un
análisis del falangismo hecho desde la izquierda para desvelar que
aquellos escritores no eran de segundo orden. Mainer rescata de todos
ellos el gusto literario de Dionisio Ridruejo y de Sánchez Mazas. El
miembro fundador de la falange e inventor del “¡Arriba España!”, y padre
de Chicho y Rafael Sánchez Ferlosio, escribió la novela póstuma Rosa Krüger, de la que Mainer recuerda que es un libro que “nos fascinó a todos”, pero no cabe duda de que “es un libro absolutamente fascista”.
De Ernesto Jiménez Caballero
no tiene más que una muy mala opinión. Dice de él que siempre tendió al
desvarío y que fue el inventor del fascismo español. Tampoco acepta el
historiador de la literatura a aquellos escritores que han tratado de borrar sus propias huellas, dice. “No acepto que Gonzalo Torrente Ballester tratara de hacer ver que Javier Mariño no es una novela fascista. ¡Si no hay una novela fascista en la historia de la literatura española más que La fiel infantería y Javier Mariño!”.
Mainer afirma que los perdedores de la guerra ganaron la batalla de la cultura.
“La cultura que se presenta como franquista careció de respetabilidad.
Tuvieron estos escritores un estigma posterior al franquismo propio de
quienes cometieron errores vitales y, a pesar de lo cual, tuvieron a
mediados de los setenta un cierto renacer. Cela no es un escritor
falangista, pero es un escritor del régimen, no nos engañemos”.
¿Sobre
qué escribiría hoy un autor de 25 años que quisiera revisar la escena
literaria? El hsitoriador piensa, asegura que él ya no tiene edad pero
esboza una sugerente idea: “Una mirada sobre los años setenta y ochenta de la Transición.
A lo mejor escribiría sobre ello, porque es la distancia cronológica
que a mí me separaba cuando escribí el libro del falangismo”.
Publicado en:
http://www.elconfidencial.com/cultura/2013-10-09/vuelven-los-falangistas_39292/
Es que este señor ha mezclado churras con merinas, que se podrán parecer, pero que no valen para y son cosas distintas. Y mira que José Carlos Mariner tiene obras imprescindibles.
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