Encandilados por la clarividencia y la fina de ironía del autor, traemos hoy a Laclavecultural este demoledor analisis literario de la transición a cargo de Martín Miguel Rubio Esteban publicado por El Imparcial.
Los viejos escritores falangistas superados
Una de las grandes hazañas espirituales de la excelsa democracia juancarlista de la que disfrutamos en todos los órdenes — morales, culturales y económicos - es la muy poblada nómina de egregios escritores de raza que milagrosamente ha parido, verdaderas cariátides de la fachada de esta rutilante Democracia que con su celante cuidado no paran de engrandecer. En contadas épocas anteriores de la Historia de España la lengua española ha llegado a tan altas cotas de sublimidad retórica merced a esta Literatura rutilante de la actualidad. Numerosas estrellas de la pluma alumbran hoy el manto de terciopelo de nuestro cielo español. ¿Cómo no quedar ciegos ante el lampo luminoso que rasga el cielo de estrellas como Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Boris Izaguirre, Juan José Millás, José Carlos Somoza, Eduardo Mendoza, Ángeles Caso, Lucía Echevarría, José Antonio Marina, Carlos Ruiz Zafón, Julia Gallo, J.J. Benítez, Fernando Savater, Carmen Posadas o González Santoja? Sólo gracias a gente como ellos la literatura juancarlista ha conseguido sacudirse la nefanda y mediocre literatura anterior, la literatura falangista. Por lo que respecta a la Literatura, la época de Don Juan Carlos podría compararse con el siglo de Octavio Augusto.Porque veamos. ¿Quién es Eugenio D´Ors ante ese pozo de ciencia y sabiduría moral y democrática que es Fernando Savater? Su Glosari es un juguete balbuciente ante ese insuperable Amador savateriano, con el que se catequiza noblemente a nuestros alumnos de Ética y Ciudadanía. ¿Cómo podemos comparar esa escritura tan bien organizada de la bella Carmen Posadas con el ingenio satírico, melancólico, contradictorio, tremendista y apasionado de Agustín de Foxá? Una sola hoja de Pequeñas Infamias vale más que todo Madrid de corte a checa, el drama Cui-Ping-Sing o Baile de capitanía.
El pobre Rafael Sánchez Mazas palidece ante la exuberante-exuberante prosa ardiente de Lucía Echevarría. Pedro Laín Entralgo es un párvulo anémico ante la profunda filosofía inédita que representa José Antonio Marina. El vanguardista Ernesto Giménez Caballero no es nadie ante la soberbia construcción narrativa de Ángeles Caso. El soriano Dionisio Ridruejo se hace evanescente frente a ese señero novelador de la Historia que es Arturo Pérez Reverte ( Por cierto, que un falangista como Dionisio Ridruejo haya sido el traductor al castellano del mejor escritor español del siglo XX ( Josep Pla ) tiene un hondo sentido histórico, que malbarata sin duda la calígine neblinosa del zapaterismo ). La prosa de Eugenio Montes debe inclinarse, como el rudo Ennio ante Virgilio, ante esa gracia anacolútica que es Javier Marías. El santanderinísimo Víctor de la Serna se oscurece ante la luz penetrante y cegadora de Boris Izaguirre. El olvidado Mourlane se hunde ante la fuerza académica de Antonio Muñoz Molina. El fino helenista, comentador de los grandes stásima de la tragedia griega, Antonio Tovar, es un mero recuerdo caliginoso ante el sol esplendente de José Carlos Somoza. Gonzalo Torrente Ballester, con toda su Saga-Fuga de J.B., apenas puede ser más que el nombre de una calle salmantina ante la ironía genial y mediterránea de Eduardo Mendoza. García Serrano es un aprendiz balbuciente de escritor ante ese río enorme, enciclopédico, calepínico casi y tempestuoso que es la obra de Carlos Ruiz Zafón.
No pongo en la nómina a Cela, porque era tan amigo de Millán Astray que de hecho era millanista.
¿Y qué decir de los ecos olvidados del simbolista valenciano Samuel Ros, el poeta santanderino Luys Santa Marina, el poeta y ensayista burgalés José María Alfaro Polanco, el pensador zamorano Ramiro Ledesma Ramos, el periodista granadino Juan Aparicio, el religioso cascarrabias Fermín de Yzurdiaga, el fulgurante poeta granadino Luis Rosales, el poeta madrileño Luis Felipe Vivanco — también elegantísimo prosista y magnífico crítico de arte inédito -, el sevillano Manuel Díez Crespo, el hondo poeta Ángel María Pascual, el poeta leonés Leopoldo Panero, el aragonés Ángel B. Sanz, el sonetista Carlos Foyaca, el arqueólogo Martín Almagro, el vallisoletano taurófilo José María Cossío, Alberto Puig Palau, y de tantos otros miembros del movimiento cultural de la Falange? Sólo ecos infumables por su calidad inane y de baja estofa moral. Bien es verdad que también son un arroyo de montaña muy rico de cielo y fondo, cabrilleante pero con muchos argumento de arenas, guijarros, verdines, pececillos y pozas de misterio; no exactamente la “sorella acqua” de San Francisco.
Mientras, la nueva Falange que son nuestros partidos políticos, artífices sin duda de nuestra deslumbrante libertad política y moralidad pública (caso Urdangarín ), asistidos por el sistema educativo egresado de la LOGSE, cuya referencia pedagógica es el constructivismo marxista de Vigostsky, despreciador de la Memoria, Madre de las Musas, seguirá poniendo en marcha al pueblo hacia las cumbres de la más refinada estética literaria y artística y del buen gusto.
“Gocen otros del gobierno del mundo y sus monarquías…”
Martín-Miguel Rubio Esteban Doctor en Filología Clásica, autor de ensayos sobre literatura latina, política e historia y Catedrático de Instituto.
Magnífico análisis del panorama cultural de la partitocracia. Un gran artículo que me he permitido compartir en las redes sociales. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias, Ramiro. No dejes de participar en este blog.
ResponderEliminarADEMAN
Estupendo artículo pero echo en falta a un navarro ilustre,aunque de joven muerte. Ángel María Pascual.
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