miércoles, 23 de enero de 2013

Zoido atiende la petición de Loma en La Clave Cultural

 El Alcalde de Sevilla se sensibiliza con la carta de Miguel Angel Loma:

http://laclavecultural.blogspot.com.es/2013/01/sevilla-y-pilar-bardem-pilarbardem.html


 Gracias Zoido, en nombre de las víctimas de ETA.

ADEMAN

El Ayuntamiento borra las huellas de la «Antigua calle Pilar Bardem»

Escrito por  Javier Macías
pilar-bardem-placa-1

El Ayuntamiento de Sevilla ha retirado en la mañana de este miércoles la placa que recordaba la «Antigua calle Pilar Bardem», hoy «Nuestra Señora de las Mercedes». Un operario municipal ha procedido a eliminar la placa que estaba situada bajo el rótulo de la calle.
El anterior Gobierno municipal de PSOE e IU cambió el nombre de General Merry por el de Pilar Bardem, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. Esta rotulación no estuvo exenta de polémica, ante unas declaraciones de la actriz en la que señalaba que nació en Sevilla «porque en algún lado tenía que nacer». De esta forma, una de las primeras medidas que llevó a cabo el Gobierno de Juan Ignacio Zoido fue retirar el nombre de Pilar Bardem, recogiendo las peticiones vecinales que, mediante unas 2.500 firmas, solicitaban su sustitución por el de Nuestra Señora de las Mercedes, titular de la Hermandad de Santa Genoveva.
No obstante, una vez sustituido el nombre de la calle, el Ayuntamiento instaló una placa que indicaba el antiguo nombre de la calle. En los últimos tiempos, fueron muchas las quejas de los vecinos por esta placa, que se incrementaron cuando Pilar Bardem, junto a Willy Toledo, respaldó la manifestación en apoyo a los presos de  la banda terrorista ETA.
ABC, incluso, publicó el sábado pasado una carta al director de un ciudadano que proponía retirar esta placa coincidiendo con el aniversario del asesinato del concejal Alberto Jiménez Becerril y de su mujer, Ascensión García Ortiz, a manos de pistoleros de ETA, que se cumple el próximo 30 de enero.
De esta forma, el Ayuntamiento se ha hecho eco de estas peticiones y ha procedido a retirar la placa, borrando las huellas del antiguo rótulo que el Gobierno de coalición de PSOE e IU dedicaron a la actriz.

domingo, 20 de enero de 2013

EL JUGUETE NUEVO DE LA DERECHA (José Manuel Sánchez del Águila Ballabriga -*-)



Las derechas están con su Parlamento recién ganado como un niño con juguete nuevo. Creen … que el mundo es ese mundo que se ve con la linterna mágica del Parlamento. Encerrados en el Parlamento se creen en posesión de los hijos de España. Pero fuera hierve una España que ha despreciado el juguete.

                                                           José Antonio en “La victoria sin alas


Era cuando en las facultades de Derecho de España a la actual Teoría General del Derecho (esa disciplina de título tan tronitronante) se le llamaba Derecho Natural. Y los estudiantes más conspicuos, quizá los más avezados, ésos que esperaban entrar en la política y a lo mejor en el poder, se quedaron con eso que aquel jurista alemán, ese tal Carl Schmitt, llamó con gran acierto la "legislación motorizada".

Y parece que eso les gustó, y con eso y poco más se quedaron: la producción normativa industrial, asfixiante, a golpe de leyes y decretos atropellados, lejos del sosiego jurídico de antaño, cuando Savigny concebía el Derecho como expresión del espíritu de los pueblos y cualquier metamorfosis jurídica requería mucha reflexión. Ahora ya entrados en un nuevo siglo, el positivismo precipitado se ha vuelto más feroz si cabe, las normas se recambian a cada momento como neumáticos al gusto de cada partido o de cada idea instalada en el gobierno. Y llegó la derecha tras años de desencanto de gobiernos torpes y descerebrados, cuando las urnas –ese montón de votos que pesan más que los otros- les entregó con una sonrisa meliflua aunque cínica una victoria que al final ha resultado sin alas, todo un desastre, como hemos podido comprobar después.

Llegaron al gobierno, al poder, a los ministerios, pusieron a tope el motor legislativo y comenzaron a hundir la patita en el acelerador; y hundir así aún más a España en la miseria con la que otros gobernantes tan ineptos como éstos le habían inoculado en los últimos años. Con esas leyes y decretos hicieron regresar a este país a la situación más reaccionaria que cabía imaginar, y así posibilitaron que la pobreza y el infortunio llegase a límites insospechados. Un gobierno que ha venido y viene usando a discreción ese juguete tan nuevo y peligroso para suprimir sin empacho beneficios sociales que parecían irreversibles desde el mismo franquismo. Con ese caprichoso juguete legislativo en las manos llegan a decretar sin pudor un despido más o menos libre y, mientras, las cifras del paro escalando puestos de una manera vertiginosa, y sigue la desventura; fustigan a la clase media –precisamente su ingenua cantera de votos-, a la que imponen graves cargas tributarias –nuevo aumento del IVA y de retenciones- y a la que impiden acceder a los tribunales y a la justicia mediante la exigencia de unas tasas verdaderamente brutales pero fáciles de satisfacer por los poderosos. Atacan colectivos profesionales promoviendo incluso su misma desaparición en la práctica. Y mientras todo esto acontece, el español medio, que sufre toda esta miseria y que padece auténtico miedo ante el futuro, contempla como el legislador escandalosamente injusto financia a la banca sin exigir a cambio una retribución con fines sociales; y no solamente eso: la derecha en el poder ampara a las potentes empresas, a las grandes fortunas, los capitales fabulosos a los que no les exige un mayor, especial esfuerzo tributario o de creación de empleo. Todos éstos continúan en su limbo de bienestar y riqueza sin contribuir con sacrificio alguno a superar este tiempo de penuria generalizada. Por el contrario se les facilita el fraude, o al menos la evasión fiscal con apariencia de legalidad; me refiero a las célebres SICAV.

Mientras, las clases más desfavorecidas malviven con unas insuficientes, ridículas ayudas económicas de pocos cientos de euros una vez agotadas las prestaciones por desempleo. Las organizaciones no gubernamentales no han dado abasto este invierno para nutrir con alimentos a miles y miles de indigentes que hace pocos años gozaban de un empleo digno. Otros se refugian en las familias y comparten las humildes pensiones de jubilación de los abuelos. La masiva indignación social y aquellos lamentables suicidios llevaron a tomar medidas ante los millares de desahucios que se venían produciendo por el impago de unos préstamos hipotecarios que la banca fue concediendo irreflexivamente en tiempos en los que, aunque aún fueran de bonanza, ya se adivinaba el caos que había de suceder. Pues en esta España vivimos, en este panorama desolador, mientras los políticos, la derecha, vive atrincherada en el Parlamento.

            Y mientras todo esto acontece, cada día aparece un escándalo nuevo a babor y a  estribor. Los partidos políticos y los sindicatos están descalificados moralmente ante la gravedad de la corrupción generalizada, ese fango hediondo en el que llevan nadando años y años. La corrupción, la malversación, el saqueo, como telón de fondo de la vida diaria española. Es tal ya su magnitud que corremos el peligro de acostumbrarnos a ella, como si entre las funciones habituales de los políticos se encontrase la de meter mano en la caja

            ¿Y qué hacemos ante este desolador, indecoroso escenario de pobreza y corrupción? Desde luego que no se nos podría ocurrir sumarnos a las movilizaciones de perroflautas, ociosos y afines instigados por comunistas al mejor modo soviético; los mismos que disfrazados de izquierda plural lanzan la turbamulta a las puertas de las sedes de determinados partidos –con graves y racionales indicios de corrupción, eso es cierto- pero que del mismo modo, se abstiene de promover concentraciones idénticas ante las sedes de una izquierda que ha protagonizado (los socialistas), o en todo caso, amparado con su apoyo en pactos de gobierno (los comunistas), uno de los mayores escándalos de corrupción producido en los últimos años: Andalucía y sus corrompidos ERES.

            Ése no puede ser el camino, obviamente, entre otras cosas porque sería ir de la mano o a rastras de otro club de políticos (por mucho que se camuflen) que, cuando ha tenido gobierno y poder no ha dudado en ejecutar sucios actos de corrupción y saqueo de dinero público. Tampoco vamos a promover la deserción para el que puede escapar –escapad, gente tierna- aunque esta tierra esté enferma, parafraseando a Juan Manuel Serrat. Porque tiene que haber una solución, tenemos que buscarla, hacer lo que sea para salir de este despropósito al que nos está llevando la derecha con sus leyes brutales. Tenemos que cansarlos con nuestras palabras, con nuestras denuncias, inundar las redes sociales de nuestras más que fundadas quejas y de nuestro asco, levantarles las caretas, quedarnos con sus caras, no dejar de denunciar toda esta barbaridad, este atropello social que venimos soportando inermes. Porque estamos hartos de esos chicos que disparan miseria con sus juguetes; porque, como dijo aquél, … fuera hierve una España que ha despreciado el juguete.

(*) Abogado y escritor

miércoles, 16 de enero de 2013

Sevilla y Pilar Bardem, por M.A. Loma



Sevilla y Pilar Bardem











Pilar Bardem, actriz preocupadísima por el bienestar de los criminales etarras, expresó abiertamente su respaldo a la manifestación que tuvo lugar el pasado 12 de enero en Bilbao, en apoyo de «esos chicos» que tanto sufren por estar lejos de sus familias. Como estas manifestaciones se consideran legales, la Bardem está en su derecho de apoyar lo que viene apoyando desde hace años, y que no impide que le otorguen progresistas reconocimientos, como el que le concedió el anterior ayuntamiento de Sevilla gobernado por socialistas y comunistas poniéndole su nombre a una calle hispalense.

Además de su solidario corazón, el justificado gran mérito para la calle fue que la Bardem nació en Sevilla; ya que como ella mismo reconoció presa de un arrebato indescriptible: «En algún sitio hay que nacer ¿no?». Y por eso, gracias a PSOE e IU, Sevilla contó durante un tiempo con su nombre en una de sus calles; hasta que la victoria del PP en las últimas elecciones municipales restableció la cordura exigida casi por aclamación popular, eliminándola del callejero. 
Rotulo en honor a la artista
Y se le quitó la calle, sí, pero se colocó debajo del rótulo principal de la nueva, una placa de dimensión tan considerable, donde pone «Antigua calle de Pilar Bardem», que se continúa perpetuando la ignominia. Pues bien: el próximo 30 de enero se cumplirán quince años del asesinato de Ascen y Alberto en Sevilla, y aunque bien sabemos que no son los únicos sevillanos asesinados por los etarras, la fecha constituye una referencia ineludible en el dolor de esta ciudad por sus hijos asesinados por el terrorismo. 
Alberto y Ascen, asesinados por ETA en Sevilla
Por ello, sería muy conveniente que para esa fecha el ayuntamiento eliminase definitivamente la placa de marras, cuya presencia nos recuerda la burla de haberle dedicado una calle a  una señora (de alguna forma civilizada tendremos que llamarla) cuyo mérito más notorio es el de padecer muchísimo por Bolinaga y sus amiguitos asesinos.    

Miguel Ángel Loma



martes, 15 de enero de 2013

Desde Rusia con amor, por Antonio R. Taravillo




Desde Rusia con amor


Me hallará la muerte

Juan Manuel de Prada

Destino, 2012. Colección "Áncora & Delfín"

ISBN: 978-84-233-3921-1

592 páginas

22,50 €





Antonio Rivero Taravillo

El de Juan Manuel de Prada es un caso curioso. Estando dotado como muy pocos novelistas de su generación, su abierta confesionalidad, su señalada pertenencia a una ideología -más reaccionaria que conservadora-, le resta el aplauso crítico y aún de buena parte del público. A ese desapego contribuye en parte él mismo mediante el despliegue de un estilo apabullante, en el que un amplísimo léxico, rescatado en sus maestros y aliado con un regusto arcaizante, se vuelve a veces excesivo. Esto sucede, como veremos, en no pocas páginas de Me hallará la muerte, la novela con la que se confirma en el género y que, con Las máscaras del héroe es, a mi juicio, la mejor suya. Como en la primera, aparece en el telón de fondo la atractiva figura de José Antonio Primo de Rivera, ya no visto por los ojos acanallados de Pedro Luis de Gálvez sino ahora a través de algunos seguidores suyos. A nadie se le escapará que el título procede del tercer verso del Cara al sol, el himno falangista, una suerte de "renga" en la que intervinieron varios escritores próximos a José Antonio (esta estrofa, en concreto, fue obra del propio hijo del dictador, más Agustín de Foxá y José María Alfaro), y como comprobará el lector de la novela de Prada se trata de un lema nada gratuitamente escogido, a tenor de la trama.

La obra, como la Galia de César, se halla dividida en tres partes o actos de un drama en el que intervienen varias ideas motrices, a saber: si es posible alcanzar un bien mediante la realización de un mal o incluso de muchos; el juego de las identidades y los fingimientos; la lealtad a los ideales y la transacción vergonzante con lo práctico, haciendo dejación de los escrúpulos.

Reúne muchos registros la novela, esta amplia novela moral, desde los rasgos picarescos de la pareja protagonista de la primera parte, que se desarrolla en el Madrid de la posguerra, al relato bélico de la segunda (con pasajes que remiten a las narraciones también ambientadas en el Frente del Este del recién desaparecido Sven Hassel) o al folletín o la novela bizantina que se despliega, con lances de contrabando y crímenes, tesoros escondidos y 'quêtes' en su región más extensa, desarrollada cronológicamente a mediados de los años cincuenta.

Creo que no hay autor de prosa que escriba ahora en España con una capacidad como la de Prada para forjar el símil, tender la comparación y mostrar la epifanía de la metáfora. Sucede, sin embargo, que a veces se sobrepasa, como llevado por un prurito de iluminar con no menos de una frase brillante cada párrafo. Y está, además, el lastre de ciertas reiteraciones que parecen decir: “una vez recuperada esta palabra infrecuente, voy a emplearla a discreción, como para amortizarla”. Lo que sucede es que entonces el autor deja de ser discreto y se permite el abuso, lo mismo de voces que en esas comparaciones que continuamente está elaborando con pasmosa facilidad. Ahí está la recurrencia de “tiparraco”, “ricacho”, “bofia”, “tabuco”, o el dichoso “corazón autónomo” que es la mancha en el rostro de uno de los personajes, el falangista Cifuentes, junto con el también alistado en la División Azul Mendoza, islas de integridad en esta historia… Pero son leves manchas en una prosa llena de enjundia, que se manifiesta sin desmayo, como cuando al referirse al Palacio de Invierno de Leningrado (la antigua San Petersburgo) escribe: “aún conservaba su aire augusto y solemne, como una marquesa arruinada que se abanica los sofocos con las papeletas de desahucio”. Destellos expresivos como este los hay a puñados.

Peca a veces de maniqueísmo, incluso cuando lo denuncia: un traidor llamado Camacho monta entre los divisionarios prisioneros un “Grupo Artístico Español” que representaba “farsas teatrales” “protagonizadas por capitalistas sacamantecas y obispos inquisitoriales en proterva alianza por la opresión del proletariado y la desfloración de tiernas doncellas” (aquí, tal vez Prada esté pensando más que en aquellas “piezas repescadas del repertorio de alguna de las compañías que recorrían el frente republicano durante la Guerra Civil” simplemente en el cine español de las últimas décadas, más algunas series televisivas que cojeaban del mismo pie).

Hay homenajes a las obras de otros escritores, como ese Madrid, “ciudad que era un cementerio con un millón de muertos”, en eco manifiesto de Dámaso Alonso. Pero lo que en verdad hay es un constante aroma shakespeareano, que brota en varias alusiones a Macbeth y, aunque no se la cite, a La comedia de los errores, con la que comparte el tema de la confusión, del pasar uno por otro, en un elaborado enredo.

Prada ha sabido reflejar muy bien la España de los casi tres lustros que abarca la novela: los fogosos camisas viejas falangistas; los acomodaticios arrimados al Movimiento; los alistados a la División Azul, en los que había muchos idealistas pero también otros poco menos que indigentes y -como en la Legión- tipos que querían dejar atrás un pasado (así, el Antonio Expósito protagonista); los blandos democristianos; los chupópteros del régimen que también querían hacerse olvidar su pasado de flirteos con el Eje; las “mujeres del partido”, los herederos del estraperlo y la riqueza turbia.

La novela está muy bien construida, con minuciosa atención al detalle, al ensamblaje de piezas, para que ninguna quede huérfana al final de la composición del rompecabezas. Salvo por esas indulgencias que el mismo Juan Manuel de Prada se concede, es una novela espléndidamente escrita y, no obstante, entretenida, comercial, de suspense, de amor y deseo, de guerra, culpa e infortunios. Tiene su tesis religiosa, sí, pero no es necesario frecuentar las iglesias para disfrutarla: basta ser amigo de librerías y bibliotecas.

Artículo publicado en el blog Crítico Estado

domingo, 13 de enero de 2013

NUNCA SABRÁ QUE NOS HEMOS IDO (Por José Manuel Sánchez del Águila Ballabriga *)



(El autor del relato, José Manuel Sánchez del Águila Ballabriga. La fotografía, en blanco y negro, alimenta la biografía desafiante de un autor ciertamente interesante)

La ciudad empezó a atosigarnos. Antes, nos había enamorado: cuando el paseo aquel con la novia y cuando recorríamos nuestros primeros kilómetros en el coche del padre, recién estrenado el carnet de conducir. Entonces la ciudad no dejaba de impresionarnos y la saboreábamos en cada esquina, en cada tarde y en cada beso. Y la verdad era que nos llegó a resultar atractiva con sus semáforos, y sus gentes con prisa, y sus luces de neón. Nos resultaba acogedor su tráfico incesante, sus comercios encendidos y sus pasos de peatones; en otoño, las pocas castañeras que iban quedando, y en verano, la soledad que dejaba la fuga de tantos. Despacio, como la excitante nicotina de nuestros primeros cigarrillos de juventud, aquella ciudad fue entrando en nuestra sangre hasta quedarse con nosotros; y el humo de sus coches y sus pecados se fue haciendo habitual en nuestros bronquios, en nuestras vidas, en nuestras pequeñas biografías. Hasta que la ciudad, toda entera, acabó penetrando en nosotros como una grave infección, pretendiendo unirse inseparablemente a nuestro futuro.
            Así, sin que llegáramos a entenderlo del todo, con nuestro amor y nuestra entrega, fuimos llegando a un punto sin retorno en el que ya no pudimos pasar sin ella, sin sus tiendas, sin su orden, sin la sombra protectora de sus edificios y sin su estridente vulgaridad.


            Pero hubo un día en el que llegamos a perder el entusiasmo y hasta el respeto. Pronto nos decepcionó su rutina; nos cansó la noche del viernes cuando aquella conversación banal en un bar de copas; pronto nos pareció que el paseo de la mañana de un sábado cualquiera en busca del aperitivo acababa siendo muy poca cosa. Fue entonces cuando nosotros, que ya nos sabíamos secuestrados, trocamos nuestra adhesión en una suerte de rebeldía y desesperación. Entonces nos dimos cuenta del engaño y quisimos escapar hacia una soledad que, por esta vez, no era castigo y nos acercaba a la luz. Un día nos levantamos y no le encontramos la gracia; nos negamos a entenderla, a seguir siendo fieles a todo aquello que nos había empujado al vacío, a esa lucha desesperada y moderna del éxito, del todos contra todos. Esa ciudad, esa lucha, otra selva, justificaba a Hobbes y su hombre, lobo de hombres y de lobos. Desde siempre habíamos querido algo más, como el anuncio, o, al menos, algo distinto.



            También fue entonces cuando nos empezó a cansar esa geometría de bloques iguales impuesta por la sinrazón de unos extraños arquitectos. Nos parecieron irrazonables y absurdas esas rondas de circunvalación que llevaban las prisas de muchos a la insatisfacción de unos hogares en los que olía a rancio y sonaba en la televisión, inevitable, la media naranja de la rutina y la zafiedad, Almodóvar puro en cinco metros cuadrados de salón-comedor-estar-televisor-singer. El cuadro nos aterrorizaba. Queríamos escaparnos; necesitábamos huir, buscar asilo en la diferencia.
            Y al final, casi sin esfuerzo, nos acabamos escapando; queriendo encontrar la luz y la vida con mayúscula en horizontes más abiertos y en cielos distintos. Nos fuimos a la vida difícil y bella de un atardecer de silencios en una geografía de árboles, y de arroyos, de colinas y de colores. Ya era de noche y, sólo con levantar la vista, se nos ofrecían, titilando, todas aquellas estrellas que no acabábamos de encontrar en las noches iguales de la ciudad de bloques y distancias.
            Aunque fuese una ilusión de fin de semana, aunque sólo disfrutáramos de régimen abierto, comenzamos a cifrar la alegría y la belleza en una tienda de campaña plantada en medio de un claro de bosque y de luna; en nuestra dura caminata hacia las pequeñas cumbres que en febrero se cubrían de nieve. La vida empezó a sabernos distinta en el frío y la esperanza que nos sacudía al amanecer, cuando reavivábamos el fuego que nos calentó, que nos acercó en la noche.
            Nos volvimos entusiastas de nuestro descubrimiento. Llegamos a sentirnos nuevos, felices. De este modo, y sin pretenderlo, nos acabamos vengando del repartidor de propaganda de las últimas ofertas de aquel hiper, que ensuciaba nuestros buzones y nuestra economía; del camión de la basura que interrumpía nuestros sueños a las tres de la mañana; del semáforo siempre rojo que nunca acababa de encenderse, y del niñato aquel –me quedé con tu cara- que estrellaba la litrona vacía y su frustración contra un pavimento lleno de papeles, de colillas, de paseos tristes y de cacas de perro; todo un detritus que acabaría siendo endémico, definitorio de una ciudad a la que, posiblemente, nunca llegaríamos a entender y que nunca sabrá que nos hemos ido.
(*) José Manuel Sánchez del Águila Ballabriga es abogado y escritor

GUÍA PARA EXPLORAR MEJOR EL LIBRO "HISTORIA MEDIEVAL DE LA TIERRA DE MÁLAGA. MUSULMANES Y CRISTIANOS EN EL VALLE DE ARDALES"


(El autor: Francisco Ortiz)

El historiador Francisco Ortíz Lozano, tras el éxito de su primera incursión en la Historia, vuelve ahora con "Musulmanes y cristianos en el Valle de Ardales", un libro que hereda del primero su minuciosidad y rigor.

El propio autor ofrece una guía para su lectura en su blog http://olibros.blogspot.com

viernes, 11 de enero de 2013

ADEMAN apoyando el Premio de Poesía Luys Santamarina

Enviar los originales hasta el 1 de Marzo

Relanzan el Premio Internacional de poesía Luys Santamarina

Luys Santamarina

El reputado premio internacional de poesía Luys Santamarina alcanza en 2013 su décimo octava edición; un ejemplo de la colaboración entre la sociedad civil y la Universidad. Su promotor es la Asociación Cultural Pueblo y Arte de la murciana localidad de Cieza y con el premio colabora la Universidad de Murcia.
Ahora, coincidiendo con la nueva convocatoria, el premio recibe un nuevo impulso fruto del acuerdo entre la Asociación Pueblo y Arte y la Asociación Cultural Ademán, radicada en Sevilla.
XVIII Premio internacional de Poesía Luys Santamarina
Eduardo López Pascual, presidente de la Asociación
Asociación Cultural Pueblo y Arte Cieza
 El acuerdo se fraguó hace unos días entre el representante de “Pueblo y Arte”, el poeta y catedrático de literatura Eduardo López Pascual y el presidente de la Ademán, el escritor y empresario, Javier Compas.
La colaboración supone la presentación del premio también en la ciudad Hispalense y la incorporación en el jurado del escritor José Manuel Sánchez del Águila.
Luys Santamarina pertenece al grupo de literatos españoles silenciados por su vinculación a la Falange Española, hecho que según López Pascual y Compás proscribe en los libros de textos a escritores y artistas de gran calidad como Agustín de Foxá, Samuel Ros, Gonzalo Torrente Ballester, Rafael Sánchez Mazas, Leopoldo Panero, Rafael García Serrano, José María Alfaro o Mercedes Formica, entre otros. En opinión de los impulsores del premio, la calidad literaria debe estar al margen de las filiaciones políticas de cualquier autor.
Precisamente la Asociación Ademán llevó a los tribunales a la concejal comunista del Ayuntamiento de Sevilla, Josefa Medrano, por intentar prohibir un acto de homenaje a Agustín de Foxá. Un acto de censura político que provocó el rechazo de intelectuales y personalidades del mundo del arte, la política y los medios de comunicación.
El plazo para enviar los originales al premio Luys Santamarina finaliza el 1 de Marzo. Los interesados pueden enviar sus obras a Asociación  Cultural “Pueblo y Arte”, Apdo. 217/ 30530-Cieza (Murcia)

martes, 8 de enero de 2013

Poetas con pistolas

"Mientras el primero aportaba versos al ‘Cara al sol’, el segundo componía odas a Stalin. Toda su obra está salpicada por las circunstancias y su posicionamiento político."

  por Kiko Méndez-Monasterio


 Para Agustín de Foxá los versos de Rafael Alberti, de Cernuda, de Miguel Hernández, es decir de casi todo el 27, “son poemas de laboratorio, sin fuerza ni hermosura, equívocos, cobardes, llorones”. Por eso declina la invitación de Luis Buñuel para asistir al estreno de la Edad de Oro, esa tarde prefirió acudir a un mitin de José Antonio. Con esa elección, al abismo estético se une la confrontación política.
Desde entonces, las figuras de Foxá y de Alberti están condicionadas por el tiempo fratricida que vivieron. El primero contribuyó con algunos versos al himno falangista –“Cara al sol con la camisa nueva, que tú bordaste en rojo ayer”–; el segundo prefería dedicarle poemas a Stalin –“Padre y maestro y camarada”–.

Agustín de Foxá: mucho más que anécdotas
Para hacerse una imagen adecuada de él, nada mejor que su autorretrato: “Gordo; con mucha niñez aún palpitante en el recuerdo. Poético pero glotón. Con el corazón en el pasado y la cabeza en el futuro. Bastante simpático, abúlico, viajero, desaliñado en el vestir, partidario del amor, taurófilo, madrileño con sangre catalana”.
Nació en Madrid casi con el siglo, en 1903. Además de conde de Foxá y marqués de Armendáriz fue periodista, diplomático, autor teatral, académico y poeta. Sólo escribió una novela, pero es legado suficiente como para considerarlo uno de los mejores prosistas de la pasada centuria. Ahora no tiene el hueco debido en el mausoleo cultural porque nunca le han perdonado su orgullo reaccionario, su cuna aristocrática, su versátil talento y su vinculación con la Falange.
Cincuenta años después de su muerte, además de las polémicas por la necia censura con la que pretenden silenciarle, queda de Foxá su Madrid, de Corte a checa, una novela maestra por la fuerza de su estilo, como La educación sentimental, de Flaubert, pero que además se puede leer como libro de aventuras, como crónica intelectual de la época o incluso, a pesar de ser un enemigo declarado del romanticismo, como continuación de Las memorias de ultratumba de Chautebrieand, por ese guiño melancólico de quienes han conocido la dulzura de vivir del antiguo régimen.
Él contaba que logró salir de aquel Madrid chequista gracias a que se comió, mano a mano con el secretario de un ministro, los últimos cochinillos de la ciudad. Le dieron un puesto como representante de la República en Bucarest, y allí acudió, previo paso por la zona nacional, claro, para ponerse al servicio del gobierno de Burgos.
Llegó la paz aquí y la guerra al resto de Europa, y todavía, prisionero de su ingenio, se metió en líos tan gordos como él mismo llegaría a ser: diplomático en la Italia de Mussolini, fue declarado persona non grata por el Régimen: unos dicen que a causa de sus bromas inadecuadas hacia el conde Ciano; otros que por decirle a la embajadora alemana, delante de varios jerarcas fascistas, que el Reich demostraba gran valor al elegir a sus aliados. Y es que, además de su novela, su teatro, sus artículos y sus poemas, a Foxá le sobreviven sus anécdotas, tan innumerables como sus apariciones en sociedad, porque no hay quien le haya conocido y no cuente de él alguna ocurrencia genial. Eso sí, imposibles de contrastar.
Fue en Chile, dando una conferencia en la que afirmaba que en España aún se moría por honor, donde un exaltado le interrumpió diciendo que allí sólo se moría por la democracia. “Ya –contestó rapidísimo el conde–, pero eso es como morir por el sistema métrico decimal”. En España, en una tertulia, algún pelota institucional tuvo la osadía de decir que el Espíritu Santo inspiraba los discursos del Caudillo. “Mañana mismo me hago de Tiro al pichón”, apostilló Foxá.
Tenía de diplomático la carrera y la condición, pero la incontinencia de su vivísimo ingenio creó más de un problema, como cuando en una cena oficial una dama norteamericana se quejaba de que en España se criticaba mucho a los EE UU, pero gustaban mucho más los dólares. “Señora –respondió el conde–, también nos gusta el jamón y no por ello nos revolcamos con los cerdos”.
Renegar no renegó nunca, pero ya instalado en la figura de epicúreo senador romano, miraría con cierta condescendencia su etapa más juvenil: “Todas las revoluciones han tenido como lema una trilogía: libertad, igualdad, fraternidad, fue de la Revolución francesa; en mis años mozos yo me adherí a la trilogía falangista que hablaba de patria, pan y justicia. Ahora, instalado en mi madurez proclamo otra: café, copa y puro”.
Murió en 1959 sin haber pronunciado el discurso de ingreso en la Real Academia. Para la ocasión hubiese servido su mejor poema, Melancolía de Desaparecer: 


“Y pensar que después de que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas. (...) 
Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja,
que he de marchar yo solo hacia el abismo
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja.”

domingo, 6 de enero de 2013

Juan Marsé (Artículo publicado en ABC -Andalucía- por Miguel Ángel Loma el 5/1/2013)




(El escritor Juan Marsé)

El escritor Juan Marsé, en la entrevista publicada en ABC del pasado 30 de diciembre, al ser preguntado respecto a su preocupación sobre la enseñanza pública, contestaba que «Este es uno de los focos cancerígenos más graves que sufre España. La escuela debe ser laica, como debe ser y dice ser, pero no es, el Estado. La enseñanza no debe actuar según parámetros confesionales. Mientras no se legisle eso, España no será un país moderno ni una democracia creíble». 

¡Vaya tela! O sea que Marsé nos descubre que el grave problema de la enseñanza pública en España radica en que no es laica, sino que «actúa... según parámetros confesionales» (?). Y eso lo dice en un país como el nuestro donde las ofensas al cristianismo son moneda habitual, y en un sistema educativo en el que la asignatura de religión es optativa y exclusivamente para aquellos que eligen cursarla. 

Ante un hallazgo tan impresionante como el que nos denuncia Juan Marsé habría que indagar un poco más y preguntarle cuáles son esos centros públicos donde impera la temible y castradora confesionalidad que denuncia... Pero sus palabras cobran su auténtico significado al leer otras declaraciones anteriores de Marsé donde decía que «La realidad me interesa poco, de modo relativo. Tiendo a una realidad elaborada... Adoro la verdad inventada». 

Ahora sí que se le entiende todo.

Miguel Ángel Loma