jueves, 31 de mayo de 2012

HOMENAJE LITERARIO A MANUEL BARRIOS

miércoles, 30 de mayo de 2012

CRONICA DEL DIA DE SAN FERNANDO

http://forosevillanuestra.blogspot.com.es/2012/05/30-de-mayo-en-san-jeronimo-alamillo.html

jueves, 24 de mayo de 2012

SAN FERNANDO EN LA MEJOR MEMORIA DE ESPAÑA




Tras algunos años celebrando el día del Patrón de nuestra Ciudad, este año volvemos a hacerlo con un acto de excepción: por la temática, por los participantes y por el lugar en que se celebrará el acto del día de  San Fernando, Patrón y Conquistador de Sevilla.



1212-2012 LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA.


En la primera mitad del S.XIII se produjo tan heroica batalla, así como la Reconquista de Sevilla, dos hechos históricos que marcarían el sino de nuestra Historia y que siguen teniendo consecuencias en la actualidad.


Para ello contaremos con la presencia de dos insignes entendidos en la materia como son D. Enrique de Diego y D. Guillermo Rocafort, tras sus exposiciones mantendremos un interesante coloquio.


Posteriormente en el patio del lugar de celebración se ofrecerá una copa de vino español y un aperitivo de productos ibéricos.


Se ruega confirmar asistencia , el aforo es limitado. (Respondiendo al mail de alguna de las asociaciones colaboradoras).

forosevillanuestra@yahoo.es


¡¡Os esperamos!!

Dia: 30 de Mayo, día de San Fernando
Lugar: Palacio de los marqueses de La Algaba (detrás del mercado de abastos de calle Feria)
Hora: 19:00 hrs.

domingo, 13 de mayo de 2012

Juan Aparicio


25 años de la muerte de uno de los fundadores de las J.O.N.S.

El 17 de Abril se ha cumplido el 25 aniversario de la muerte en Madrid de Juan Aparicio López, periodista de temprana vocación, poeta, escritor y colaborador desde los primeros tiempos de “La Conquista del Estado” del fundador de la J.O.N.S. Ramiro Ledesma Ramos. Aparicio había nacido en la granadina población de Guadix un 29 de Julio de 1906. Ya con 12 años funda un semanario en el instituto de Almería donde cursaba sus estudios. Posteriormente estudia Derecho en Granada y, precisamente, allí recoge de uno de sus profesores, el socialista Fernando de los Ríos, la idea de tomar el yugo y las flechas como emblema de las J.O.N.S., él mismo lo cuenta en una entrevista que le hizo en 1967 Pedro Rodríguez publicada en Arriba y que merece la pena reproducir aquí con sus mismas palabras:

Para explicar esta historia, que muy pocos conocen, hay que situarnos en 1931. Es asombrosa esta cabal satisfacción de haber visto, al cabo de los años como lo que eran cábalas, elucubraciones literarias o incluso políticas, han plasmado símbolos por los que ha muerto mucha gente y que han amparado a mucha gente más. Yo nací en Guadix. Al reconquistarla los Reyes Católicos en 1489, a las puertas de Granada, le otorgaron el 'stegmma' del yugo y las flechas. ¿Sabe usted una cosa? No, no la sabrá. Hay un opúsculo del catedrático Maldonado en el que hace un estudio genial situando el yugo y las flechas en Virgilio, como un símbolo de la Roma imperial cuando superó un período de anarquía. ¿Sabe lo que ellos veían en el yugo?... Pues el 'devellare superbos' y el levantar a los humildes. Aquel yugo y aquellas flechas de Virgilio los recogió Nebrija que se lo propuso a los Reyes Católicos como un símbolo de la unidad después del período decadente de Enrique IV. Fernando e Isabel se lo iban dando a las tierras conquistadas y lo iban grabando, según avanzaban. ¿Sabe? Desde que tuve uso de razón el yugo y las flechas me rodeaban en Guadix: estaba en la plaza, en las fuentes, en las torres y hasta en los papeles del casino que lo usaban como emblema. Lo que son las cosas. En 1924, cuando yo estudiaba Derecho en Granada, nos llevó el catedrático socialista Fernando de los Ríos a ver una capilla. En su verja, en 1924, estaba grabado el yugo y las flechas. El se volvió y nos dijo: 'Este podía ser el emblema de un faschismo español'. Él decía 'faschismo'. Bueno, a donde iba: Yo era Secretario General de las JONS, con Ramiro. A Ramiro, que no era nada simpático, pero era un hombre genial, se le había ocurrido como símbolo una garra hispánica, incluso la llevaba bordada sobre un jersey amarillo con el que iba a esquiar. Debajo de la garra, el lema era: 'No parar hasta conquistar'. Una vez le escribió una carta al comandante Franco, a Ramón Franco, y le decía: 'Hay que hacer la revolución hispánica' y había puesto la garra rodeada de pistolas. Yo intenté convencerle del yugo y las flechas, pero tenía muchos reparos a lo del yugo: 'La gente va a pensar otra cosa'. Incluso llegamos a un intermedio: la garra empuñando las flechas. Y fue Roberto Escribano, cuyo padre, farmacéutico, había inventado la 'sanoaspirina', el primero que dibujó, en la edad contemporánea, el yugo y las flechas. Onésimo, que tenía los mismos reparos al yugo quedó convencido en 1931 y en aquel manifiesto, de cuatro hojas, apareció impreso el emblema. Por cierto, que en 1933, cuando empezamos a colaborar con José Antonio, Sánchez Mazas había llegado y pronunció una conferencia sobre ello– a lo del yugo y las flechas por distintos caminos que el mío, que el de Guadix. Y por cierto, también que yo expuse mi teoría en un poema en prosa, que firmé con mis iniciales, J. A., porque en el mismo número escribía otra cosa sobre las camisas. Y mire usted por donde, cuando la guerra, todos creyeron que el poema estaba firmado por José Antonio”.

Pero no fue la única aportación de Juan Aparicio a la simbología falangista, ya que también ideó la bandera roja y negra, así como el grito de “España, una, grande y libre”. La idea era atraer, si no a socialistas y comunistas al nuevo movimiento, si, al menos a sindicalistas procedentes del anarquismo que, como él, que había coqueteado con el comunismo cierto tiempo, sintieran un profundo amor por España y un enraizado patriotismo.

En su vertiente literaria, colaboró con Ernesto Giménez Caballero en la Gaceta Literaria, luego, ya en las J.O.N.S., se encargó de la Secretaría de Redacción y de la edición de la revista JONS. En 1932 comenzó a colaborar en El Sol, en marzo de 1933 participa en el Fascio, y desde de junio de 1933 trabaja en Informaciones. Cuando en febrero de 1934 se produjo la fusión entre Falange Española y las JONS, le fue asignado a Juan Aparicio el carnet número 7. En enero de 1935 figura Aparicio entre los dirigentes de las JONS que deciden abandonar la disciplina de Falange Española de las JONS. Comienza a trabajar en el diario Ya como editorialista.

Tras el estallido de la Guerra Civil, llega a Salamanca donde entraría en el aparato de prensa y propaganda del nuevo régimen junto a Giménez Caballero, se hacen cargo de La Gaceta Regional de Salamanca.

Tras la Guerra dirigió la Delegación Nacional de Prensa, fundó varias publicaciones y la Escuela Oficial de Periodismo, donde terminó de profesor, sin más cargos, tras la llegada de los tecnócratas del Opus Dei al poder y el relegamiento de los nacional sindicalistas dentro del régimen franquista.

A. C. Ademán 

sábado, 12 de mayo de 2012

Let it be (por Gustavo Morales)

'Y todos llegan, borrachos y serenos, y en sus miradas al frente se pierde la historia de cada cual mientras la canción con que cortan el aire les hace uno. Y sonríen bajo los gritos cortos y secos que ordenan sus movimientos. Soñarán con bayonetas”,  escribí en mi diario cuando estuve en sus filas.    Son herencia de una colonia tardía, del fin de un imperio. Soldados secos y duros. Temibles el siglo pasado y éste. Profesionales de la muerte del de enfrente. Les han entonado desde Celia Gámez a Mecano. Unidad reciente y legendaria. “Los novios de la muerte” les cantaron en un teatro y ellos lo hicieron un himno  con sus hazañas escritas a brochazos de poesía por Luys Santa Marina en Tras el águila del César.    Son nietos de los Tercios y los conquistadores. Sus hombres combatieron por su nación,  y muchos no eran españoles por la sangre recibida sino por la derramada, en los límites de Europa: África y Rusia, sin pedir explicaciones, voluntarios permanentes.  La integración se había producido entre ellos medio siglo antes que se pusiera de moda en los cenáculos de Madrid y Barcelona.  Sus espíritus dicen cosas sobre la hermandad como “con el sagrado juramento de no abandonar a un hombre en el campo… acudirán todos y con razón, o sin ella, defenderán…”  Por cierto, nota: Lo de “o sin ella” lo quitó Franco. Y lo volvieron a poner.  Su fundador leyó el Bushido.    Son orgullosos y altivos, tienen espíritu de cuerpo. Se estrenaron en Bosnia a su llegada con una pelea con soldados ingleses. Sus heridos se niegan a ser relevados en Afganistán. Hombres recios, golpes recios. Alguno, en general, no soporta su arrogancia y convierte sus ofensas en venganza. A lo que se presta gustoso el club jacobino.  Como no pueden destruir la necesidad de esa unidad para compromisos que el presente internacional ha revalidado,  en Congo, Bosnia, Iraq, Afganistán…  sus detractores -que también lo son de España- buscan la lenta decadencia de su identidad, una identidad necesaria porque el hábito sí hace al monje en cuanto al espíritu afecta. Lo que unos construyen con su sangre y sus vidas otros lo socaban con sus normas y papeles. No se alzan y van donde les mandan.    Son guerreros y su peculiaridad la han ganado en combate, donde se forjan los espíritus de cuerpo. Son, mi general, legionarios. Déjelos serlo. Let it be.

jueves, 10 de mayo de 2012

Álvaro Cunqueiro y la familia de Merlín (Juan Ángel Juristo en www.cuartopoder.es)

Alvaro Cunqueiro y la familia de Merlín
JUAN ÁNGEL JURISTO | 28 de abril de 2012

En la presentación de la recopilación de artículos y cuentos de Alvaro Cunqueiro, 'De Santos y Milagros', se dieron cita (de izda. a dcha.) el poeta Pere Gimferrer, el profesor Xosé Antonio López Silva (autor del hallazgo de los inéditos), el presidente de la Xunta, Núñez Feijóo; el escritor y exministro de Cultura, César Antonio Molina, y Borja Baselga, presidente de la Fundación Banco de Santander. / Efe
Comenzaré por una confesión: considero, consideré siempre, a Álvaro Cunqueiro como uno de los escritores españoles más importantes del siglo XX. Esa calificación me ha llevado, con los años, a valorar de una manera más discreta y comprensiva las razones que me llevaron, desde mi juventud, a la fascinación por su obra y figura. Resulta que somos hijos espurios de nuestros prejuicios y nuestra astucia, y desde luego, ¿cómo no gustar de una literatura que se mostraba en el lado opuesto de lo que mi generación rechazó con pasión; el realismo chato y decimonónico que se llevaba antes de la explosión del boom latinoamericano, complementado por el socialrrealismo más plano aún si cabe de la oposición franquista? De ahí que gentes como Cunqueiro o Joan Perucho, o Juan Eduardo Cirlot, o Pere Calders, o Josep Plá, de tan distinto pelaje y condición, algunos de ellos encantadores gentes de derechas, cuando no abiertamente reaccionarios,  poseyeran una cualidad común, la de estar representando una excelencia en lo literario que chocaba frontalmente con el ambiente opresivo que se respiraba en los cenáculos literarios, ignorantes de lo mejor que se estaba realizando en Europa y los Estados Unidos. Fueron nuestro respiradero y, ya digo, Álvaro Cunqueiro estaba entre ellos, en lugar destacado, claro. Por si fuera poco, y como parte intrínseca de su personalidad, como si fuera un personaje de sus narraciones, artículos o novelas, la leyenda que le acompañó de los avatares de su vida, de cómo se apropió del coche de Ramón Serrano Súñer pocas horas antes de que éste lo necesitara debido a la presencia de un alto jerarca nazi en Madrid, o la invención del Premio Mark Twain que se sacó del magín para sablear un traje, acrecentada por mil anécdotas menos fabulosas y comprobadas por los biógrafos, como la retirada de su condición de periodista que sufrió por haber querido estafar a la Embajada de Francia cobrando unos encargos que nunca llegó a realizar. Todo esto le hizo un personaje único en su momento. Lo que no sabíamos entonces es que lo sería también en un futuro, una vez salido del purgatorio en que una generación posterior lo metió debido a su militancia falangista.


Cubierta de la obra de Álvaro Cunqueiro.

La Fundación Banco Santander acaba de editar un libro delicioso de Álvaro Cunqueiro. Se le ha puesto el atinado título de De Santos y Milagros y consta de 138 artículos y 7 cuentos inéditos en torno a gentes que fueron proclives a la santidad y a la vida milagrosa. Hay títulos que lo dicen todo. Los artículos provienen de diarios y publicaciones como Faro de Vigo, La Vanguardia, ABC, La Voz de España, Aire Azul, Misión y Catolicismo. De esta última publicación son los siete cuentos inéditos, que se les habían escapado hasta ahora a los especialistas y que se han revelado de una importancia capital para entender la posterior evolución en la obra de Cunqueiro, cuando dio entidad a gentes como Fanto Fantini, siete cuentos que fueron escritos después de 1944, una vez le retiraron el carnet de prensa y que publicó bajo el pseudónimo de Álvaro Labrada, siete cuentos de una imaginación espectacular, comparables a los que escribió posteriormente, donde se mezclan los ambientes exóticos, totalmente inventados y que tan bien se le daban, unos ambientes que tanto daban si eran hindúes o chinos pues incidían en algo del que él fue un maestro: revivir el imaginario colectivo de un pueblo. En esto actuó como Merlín, o Simbad, o Ulises, tres personajes de la Antigüedad real o inventada, que fueron maestros de la fábula y la imaginación exaltada. Siete cuentos, en fin, descubiertos por el profesor y filólogo Xosé Antonio López Silva, que es el encargado, además, de la edición de este libro y autor de un estudio preliminar bastante clarificador. Por su parte, César Antonio Molina, que conoció a Cunqueiro y lo ha estudiado y editado con cierta profundidad, es el responsable del prólogo, donde se contextualiza estos escritos dentro del panorama general de la obra de Cunqueiro. De esta manera, lo que en principio podría tomarse como una publicación hagiográfica de santos, santas, sobre todo santas,  y sus milagros, se inscribe dentro de una galería de retratos de raigambre mágica, mistérica, vale decir, de la familia de Merlín, una manera de burlar, esta vez de forma elegante, la férrea ortodoxia de la Iglesia. Y en esto de burlar ortodoxias Cunqueiro siempre fue un mago. Aquí se da cumplida muestra de ello.
Pere Gimferrer, que presentó el libro en la Biblioteca Nacional, con asistencia del Presidente de la Xunta, Alberto Nuñez Feijoo, incidió en la condición profundamente solitaria de este escritor,  “que no tuvo antecedentes ni consecuentes” e hizo un juego de palabras muy bello que explica, además, la particular fascinación que despierta el personaje: “Cunqueiro no hizo realismo mágico sino magia de las palabras”.  Y hasta tal punto es así, fue así, que leyendo estas páginas de santos uno comienza a sentir la invasión de cierta calidez de claro origen gozoso. La verdad es que la vida de los santos, cuando está bien escrita, pertenece a la galería de retratos literarios de clara excelencia. La prueba está en las hagiografías del padre Rivadeneyra, que en nuestra tradición representa lo más acendrado de la misma. Pocas veces he leído retratos literarios tan mórbidos como los que nos presenta Rivedeneyra, algunos que para sí hubiera querido el Marqués de Sade, y la verdad es que los escritos por Cunqueiro son más finos, están rellenos de una madeja más imaginativa que los del jesuita, también más amable. Al fin y al cabo el escritor gallego siempre pensó que los santos eran magos, condición inexcusable de la inteligencia de la imaginación, y de ahí que lo mórbido tuviera su lugar justo, pero no más, y desde luego no lo más importante. Molina recalca la identidad de Cunqueiro con la del poeta irlandés y Premio Nobel  Edward Butler Yeats y la recalca en lo que tiene de identificación con el inconsciente popular. En cierto sentido es verdad y estás páginas pertenecen tanto al imaginario católico, como a la invención del propio autor, pero también a la de su pueblo gallego. Esto habría que recalcarlo al querer dar cuenta de este libro. A mí, de todas maneras, me interesa destacar algo que creo tiene mucha mayor importancia: la de la calidad literaria de estos artículos, tan intensa como la de sus novelas o sus crónicas. Cunqueiro fue de los pocos que dignificaron el oficio elevándolo a la categoría de literatura fantástica: una de las pruebas es este libro. Aunque hable de santos y milagros, o quizá por ello.

lunes, 7 de mayo de 2012

Panero, casi el alma. Por Carlos Agazo en ABC (7-5-2012)

Desde muy jóvenes, casi desde niños, Leopoldo Panero y su hermano Juan se fueron forjando como poetas y como personas en la casona familiar de Astorga, levantada muy cerca del deslumbrante Palacio Episcopal, que su tío Leoncio había adquirido a su regreso de América. Leopoldo construyó su pequeño reino de sueños en las alturas, en el palomar, y Juan extendía su territorio literario por la planta baja del palacete. Como en una novela inglesa del XIX. Mientras que Juan, un año mayor que él, se sumergía con entusiasmo en la gran herencia clásica de la poesía castellana, escribiendo aquellos versos de inspiración encendida que después cuajarían en poemarios como Cantos del ofrecimiento (1936) y Presentimiento de la ausencia (1940), Leopoldo se convirtió enseguida en un joven poeta vanguardista, formado en Valladolid, San Sebastián, Madrid, Cambridge, Tours y Poitiers, atraído por los aires del surrealismo y del dadá, y colaborador de Neruda en su rompedora revista Caballo verde para la poesía.



Cuando murió su hermano, en 1937, Leopoldo tenía 28 años. La tremenda sacudida que sufrió su espíritu le llevó no sólo a escribir, para desahogarse, un libro como Adolescente en sombra (1938), que rompía de manera evidente con sus obras anteriores, sino a emprender además un camino del que ya no se separaría nunca. Como asegura el profesor Francisco Martínez García, autor de una Historia de la literatura leonesa (Everest, 1982), al morir Juan «el torbellino de su inspiración lírica, grave, leve, transparente, sombría, pasó a sacudir los arraigados versos, aún no nacidos, de Leopoldo. Y la herencia poética de Juan no se perdió… del todo».



Si su hermano no hubiera desaparecido prematuramente; si en lugar de casarse con Felicidad Blanc, «la muchacha más bella de Madrid», lo hubiera hecho, por ejemplo, con Joaquina Márquez, la protagonista de los encendidos poemas de Versos al Guadarrama (1945), y, sobre todo, si se hubiera resuelto de otra manera el episodio de su detención en los inicios de la guerra civil, acusado de recaudar fondos para el Socorro Rojo, tal vez Leopoldo Panero no se habría convertido en uno de los iconos literarios más reconocibles del franquismo, sino que habría engrosado la lista de los epígonos de la denominada Generación del 27.

«Cristiano viejo»



Como recordaba en un poema su hijo Juan Luis, al que le regaló la pluma estilográfica de Agustín de Foxá y, con ella, su vocación poética más profunda, Leopoldo Panero fue un «cristiano viejo», pero también un «poeta húmedo», una víctima de los «ataques violentos de su propio genio»; un falangista fuera de molde que tomaba café en el Londres de los años cuarenta con Luis Cernuda y con su primo Pablo Azcárate, director del Instituto Español en el exilio, la misma institución que él dirigía de manera oficial para el régimen de Franco.



La cercha, el corsé, la contención a la que voluntariamente sometió Leopoldo Panero a sus versos, impidieron quizás que su poesía creciera en libertad absoluta, pero a cambio le dieron una dimensión única: una carga de referencias literarias, de belleza y de sugerencia que desborda, con mucho, los pretendidos cánones estéticos del garcilasismo militante de su tiempo. Un corazón con freno que se separó definitivamente del 27 para acercarse mucho más a la manera de ser y de sentir del 98. En Panero, la belleza hímnica de un Shelley, de un Wordsworth o de un Fray Luis de León al cantar a la naturaleza y al paisaje («¡oh vida retirada en lo más dulce! / ¡oh límite en penumbra, casi alma!») se imbrica maravillosamente con el sueño de Dios de don Antonio Machado o con la mano de Dios extendida sobre los campos de Castilla de don Miguel de Unamuno. Esa misma transparencia de la que después daría testimonio Claudio Rodríguez.


(El poeta Leopoldo Panero)

Un nuevo humanismo



Leopoldo Panero fue capaz de comparar en sus poemas a Federico García Lorca y a José Martí con José Antonio Primo de Rivera, y de contestar (¡con tan poca fortuna!) al Canto general de Neruda con su propio Canto personal (1953), algo que, según él, sin duda habría hecho el mismísimo Miguel Hernández si hubiera seguido vivo… Pero también fue capaz de fundar, en plena España triste de posguerra, un «nuevo humanismo» que saludaron Luis Rosales y los poetas del 36; una visión personal del mundo y de la poesía donde al hablar de amor hablaba del paisaje encendido de Castilla, y al hablar del paisaje de Castilla hablaba de Dios, situándose muy cerca del misticismo vibrante y armonioso de San Juan de la Cruz, llama de amor viva. Desde la «penumbra» (una palabra que se repite en muchos de sus poemas) de su tiempo, sin duda Leopoldo Panero persiguió cada día con denuedo el fulgor de la luz. Y la encontró en la poesía. Corazón con freno, casi un alma, que merece una lectura puramente poética, lejos de los terribles prejuicios políticos con los que la poesía española lleva caminando sin duda demasiado tiempo.

El desastre económico de la II República visto por Juan Velarde




  



El decano 2012-04-17

La II República: un mal recuerdo en lo económico

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 La II República mostró una incapacidad extraordinaria para, de alguna manera, intentar superar el forzoso desastre que la Gran Depresión causaba en todo el mundo.&quote

También en lo económico. Por supuesto la I República fue, en lo económico, un autentico desastre. Pero la II mostró una incapacidad extraordinaria para, de alguna manera, intentar superar el forzoso desastre que la Gran Depresión causaba en todo el mundo, y que en España no sólo no se frenó, sino que, como consecuencia de una serie de desatinos, se amplió de manera bien clara.
Era entonces España un país esencialmente agrícola. En el año 1932, el 27% del PIB era agrícola; el 28% industrial y el 45%, servicios. Por una parte, una importación de trigo muy importante de la Argentina y por otra, la puesta en marcha de una Reforma Agraria que incluso afectaba a las finquitas de los ruedos de los pueblos, como nos probó el profesor Juan Muñoz, hundió el poder de compra de parte esencial de nuestra población.
Por otro lado, la II República se embarcó en un modelo autárquico creciente. Perpiñá Grau lo denunció en enero de 1935, en Weltwirtschaftliches Archiv. En esas condiciones era imposible pensar en escapar de una muy estrecha actividad productiva.
Eso lo agravó la suspensión, por Álvaro de Albornoz, en parte por presión catalana relacionada con la empresa eléctrica popularmente conocida como "la Canadiense", o sea, Barcelona Traction, la política de obras públicas relacionadas con las Confederaciones Sindicales Hidrográficas, cuyo efecto multiplicador sobre la industria siderúrgica era bien visible. La crisis en estas industrias básicas ratificó el desbarajuste económico.
Para intentar paliarlo, a partir de Largo Caballero se puso en marcha una política social que impulsó al alza los costes laborales de manera importante, con lo que la coyuntura no fue capaz de escapar del ambiente general que la Gran Depresión traía consigo. Y tampoco alivió las tensiones sociales, que estallaron con mucha fuerza en la Revolución de 1934, con impactos muy importantes en Asturias, en Cataluña y en las provincias vascas, esto es, en el núcleo industrial esencial.
Medidas aisladas, que no coronaban nada, como podía ser un asunto de progresividad fiscal con la Ley Carner, o las acciones agrarias de Prieto, con el asesoramiento del ingeniero agrónomo Leopoldo Ridruejo, nada serio pudieron ante la combinación de erróneas políticas económicas señaladas. La prueba de que la depresión se adueñaba de España, la tenemos en el aumento considerable del paro y la caída del PIB por habitante (PIB p.c.). Para 100’0 el último año de la Dictadura de Primo de Rivera, en 1933, fin del binomio azañista‑socialista, este PIB p.c. era de 90’7, y aunque se recuperó algo en el binomio radical-cedista, en 1935 éste índice no había pasado de 94’3, aparte de su fuerte mala distribución, y del incremento del paro. En diciembre de 1935, el paro registrado llegaba a los 700.000 desempleados, para un empleo asalariado total de 3.900.000, o sea, el 14’8%, después de haber logrado el pleno empleo en la Dictadura de Primo de Rivera.
Un economista diría: ¡Para recordar el denominado mundo progresista el 14 de abril de 1931!

viernes, 4 de mayo de 2012

PROBOSCÍDEOS LITERARIOS por Fernando Iwasaki

"Un pollito se encajó en la cabeza del elefante del Retiro
y allí vivió como un parlamentario, como si el
elefante fuera su escaño"
PROBOSCÍDEOS
LITERARIOS
FERNANDO
IWASAKI

23 de Junio de 1944, Julio Camba le dedicó la Tercera de ABC
al elefante del zoológico de Hamburgo —«El elefante bombero»—, porque
durante un bombardeo el animal comenzó a regar con su trompa a los
demás animales para que no murieran abrasados: «¡Curioso animal el
elefante, quien lo mismo derriba de un empujón una locomotora que
recoge cuidadosamente una moneda de la mano de un niño, y se la pasa
al guarda de su Parque Zoológico para que éste le entregue a cambio de
ella un cartucho de golosinas! El poeta hablaba de la Edad Media
enorme y delicada —le moyen âge enorme et delicat—, pero nada es tan
delicado y a la vez tan enorme como un elefante: ni siquiera la propia
Edad Media».

El 14 de Marzo de 1957, Agustín de Foxá tituló su Tercera de ABC «El
elefante flechado», porque narró cómo el famoso cazador William Negley
había ganado una apuesta después de abatir a un elefante con arco y
flechas, como los cazadores del neolítico: «William Negley tensó el
arco; disparó la plumada flecha y la clavó en el costado rugoso, color
de piedra. Corrió, galopó el elefante herido derribando árboles con la
misma facilidad con que avanza un hombre entre las espigas de un campo
de trigo. Y luego se derrumbó como un lienzo de muralla. El cazador,
para abreviar la inmensa agonía, grande como un crepúsculo, le
atravesó con otra flecha el rojo corazón. El elefante murió, creyendo,
sin duda, que había sido herido hace veinticinco mil años. Que era uno
de sus antecesores, uno de esos mamuts de rojiza lana, de los cuales
todavía sus hembras actuales se acuerdan en el momento del parto, ya
que los pequeños elefantes nacen con una pelusa bermeja, que
desaparece a las pocas horas».

César González-Ruano

 El 18 de mayo de 1963, César González-Ruano le dedicó su artículo a un
pollito que se encajó en la cabeza del elefante del Retiro y que allí
vivió como un parlamentario hasta que se engalló, porque el pollo
creció persuadido de que el elefante era su escaño. «Tonta parábola
del elefante y el polluelo» terminaba así: «Un buen día, el polluelo
se le puso en la trompa y el elefante le vio con sus ojillos sagaces y
tiernos. No se le ocurrió espantarle ni mucho menos. Le dio cordial
albergue. Acaso se preguntó cómo habría ocurrido aquello. Se hizo su
amigo. Su protector bondadoso y divertido. Y el pollito suponemos que
fue creciendo y haciéndose a la idea de que el elefante era su criado.
Gustamos —en agridulce imaginación— suponer que una noche cualquiera,
al notar contrariadamente algún movimiento brusco del elefante, el
pollito le amenazó con irse y dejarle solo. Y que otra noche, de mal
humor, intentó picarle en los ojos. Y que otra mañana le llamó
desgraciado, inútil y estúpido, y le dijo que tenía una piel muy
ordinaria y que le estaba haciendo un favor por pura lástima no
marchándose a vivir encima de otro elefante. Y nos tememos que el
elefante le suplicó que no se fuera. Que ya no sabría vivir sin sentir
su chirriante pío-pío, su grato y tierno peso al que se había
acostumbrado».

Los proboscídeos literarios de ABC son inmortales.