miércoles, 23 de febrero de 2011

Caza Mayor, nueva novela de Aquilino Duque



20 minutos.

Aquilino Duque revela "historias paralelas" a las dos guerras mundiales en 'Caza mayor', publicada por Renacimiento.


El escritor sevillano Aquilino Duque revela "historias paralelas" a la I y II Guerra Mundial en 'Caza mayor', algunas de ellas concernientes a la Familia Real inglesa de comienzos del siglo XX y otras a otros muchos personajes, reales y ficticios, que interactúan en esta obra publicada por la Editorial Renacimiento.


El escritor sevillano Aquilino Duque revela "historias paralelas" a la I y II Guerra Mundial en 'Caza mayor', algunas de ellas concernientes a la Familia Real inglesa de comienzos del siglo XX y otras a otros muchos personajes, reales y ficticios, que interactúan en esta obra publicada por la Editorial Renacimiento.

Según ha manifestado a Europa Press Duque, el libro se inicia y cierra con un episodio de caza que tiene lugar en el Parque Nacional de Doñana, y es que, asegura el autor, 'Caza mayor' es "un relato entre paréntesis, un paréntesis que se abre en Jerez de la Frontera (Cádiz) y se cierra en Doñana en el año de gracia de 1927, antes de que la máquina del tiempo proyectara el gran documental del siglo XX".

En este sentido, el escritor sevillano ha señalado que el contenido de la obra supone "un repaso general a la historia secreta de las dos guerras mundiales, sobre todo la segunda, en la que los príncipes de Inglaterra desarrollan un papel muy importante, teniendo en cuenta que gran parte de la Familia Real inglesa es alemana".

Asimismo, Duque ha mencionado que el personaje central, que contempla elementos autobiográficos, es un estudiante que evoca relaciones con algunas de las personas reales del relato, si bien las aventuras que rigen el hilo conductor de la novela son reales entremezcladas con la ficción.

Al hilo de esto, ha indicado que parte de la historia se desarrolla en Jerez, aprovechando toda la documentación con la que el escritor cuenta acerca de la visita del entonces príncipe heredero a la Corona de Inglaterra, visita que realizó junto a los Reyes de España, don Alfonso XIII de Borbón y doña Victoria Eugenia, momento a partir del cuál "partió la idea de escribir 'Caza mayor' para ponerle un marco a este cuadro histórico".

Aquilino Duque nació en Sevilla el 6 de enero de 1931, pero su infancia y adolescencia transcurrió en las localidades onubenses de Zufre e Higuera de la Sierra. Cursó estudios medios y superiores en Sevilla y amplió estudios en Inglaterra y Estados Unidos. Cultivador de géneros diversos, tiene el premio Washington Irving de cuentos, el Leopoldo Panero y el Fastenrath de poesía, así como el Nacional de Literatura por su novela 'El mono azul'.

Duque es individuo de número de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y ha residido en diversos países como profesor visitante y como funcionario internacional. Otras novelas suyas son 'Las máscaras furtivas', 'El piojo rojo', 'La loca de Chillán', o 'La operación Marabú y otros relatos' y 'Entreluces', estas dos últimas de la Editorial Renacimiento.

martes, 22 de febrero de 2011

Entrevista "Im-pertinente" con Aquilino Duque

Aquilino Duque

"Si me pierdo, que no me busquen en Dallas"

El escritor, retirado en su finca del Aljarafe, contempla con ironía y entre selectos libros el devenir de los días · Como no le publican, sostiene, se ha pasado a internet
Carlos Mármol

El escritor Aquilino Duque. / Diario de Sevilla


PRIMERO, exterior tarde. Pasamos después al interior: a la biblioteca, maravillosa guarida, hogar. Entrados en febrero, en el Aljarafe, territorio desde antaño mucho más romano que sevillano, refresca. Y bastante.

-¿Alguien que en Sevilla decide decir lo que piensa es impertinente, inconsciente o alguien sincero?

-Sincero. En mi caso no tengo nada que perder. Me he montado la vida de manera que siempre he dicho lo que he querido. Tanto en la época anterior como en la actual. No he estado en ningún sitio donde pudiera sufrir represalias laborales. Cada vez digo más lo que pienso.

-¿Ese sentido de la libertad es muy difícil de ejercer en Sevilla?

-Aquí y en todos sitios la gente tiene cuidado de no herir ciertas sensibilidades cuando hay intereses materiales por medio. Vivimos en sociedad. Somos muy radicales cuando juzgamos a los demás. Pero lo que es evidente es que la gente tiene que comer. Quien no se pliega al poder establecido no trinca subvenciones. Si yo tuviera más cuidado, quizás me iría mejor en la vida literaria, pero hace tiempo que acepté que no voy a vivir de la literatura. Yo procuro llevarme bien con todo el mundo, claro. Pero para mí es mucho más importante acostarme con la conciencia tranquila, no tragando sapos continuamente.

-¿Fuera le ha pasado igual?

-En todas partes. En Italia he tenido experiencias análogas. Publiqué una novela que sentó muy mal a la gente biempensante. No fue bien recibida. Iba a contracorriente de la época en la que fue escrita.

-En su caso esta actitud es una constante de su trayectoria.

-Siempre he sido refractario a todas estas cosas. Tanto asociaciones de tipo religioso como político, o cofradías. Es cuestión de carácter.

-¿Ha perjudicado esto su obra?

-Creo que mi obra está reconocida. Lo que no está es remunerada. La gente me conoce y yo creo que me consideran. Se habla de mi fama negativa... pero al fin y al cabo es fama. Hay gente que menciona mi nombre como símbolo de todo lo reaccionario. Ciertos políticos. En fin, también hay políticos cultos. Pocos. Algo se les pega.

-¿No se ha planteado cambiar?

-Es el precio que hay que pagar por ejercer la libertad.

-No hay mucha gente así.

-No crea. Pero es gente de la que no se habla. Conozco escritores que después de publicar hasta diez libros no han recaudado ni 5.000 euros de beneficios. La libertad de criterio tiene su coste. Hay que pagarlo y conformarse. Es así.

-¿Sevilla no se ha portado bien ?

-No me puedo quejar. En su día me premió el Ayuntamiento, la Diputación, la Maestranza me encargó el pregón taurino. Ni de la ciudad ni de las instituciones tengo quejas. Pero lo que yo no puedo es ponerme al servicio de las instituciones para decir lo que a ellas les gusta oír. Comprendo que haya cosas que a mucha gente les chirríe cuando hablo. Alabado sea Dios. Lo siento. Pero yo duermo tranquilo. Para mí esto es fundamental.

-El crítico José Luis García Martín le reprochaba en una crítica a su libro 'Poesías incompletas' que contaminase su propia literatura con su "cruzada antiliberal".

-Él valora mi literatura pero me recomienda hacer literatura de evasión, que es lo que, en otros tiempos, le decían a los llamados poetas sociales. "Sería mejor si su poesía no se ocupase de los garbanzos", decían. El mismo reproche que se hacía a quienes estaban en contra del sistema me lo hacen a mí porque estoy en contra del actual. Yo estoy en contra de todos los sistemas porque es bastante difícil estar de acuerdo con la situación en la que se vive. El entusiasmo de las revoluciones dura sólo una semana. El político y el intelectual a veces hacen camino juntos durante un trecho, pero cada uno tira por su lado. Uno se adapta a la realidad y el otro, si sigue buscando la verdad... La verdad no es rectilínea, sino sinuosa. Comprendo a los políticos pero ellos no me comprenden a mí.

-Usted escribió un libro sobre la ciudad: 'Sevilla bajorrelieve'.

-Fue un libro que me encargó Jesús Aguirre, muy amigo mío, cuando la Expo 92. Quería presentar una urbe amable, abierta al mundo, mejorada en sus infraestructuras. Eso fue lo mejor que tuvo la Expo.

-Alfonso Grosso decía de usted: "Aquilino fue el primero que se fue [de Sevilla] y fue el primero que volvió. ¿Por qué se fue?

-Me fui en 1954 porque me dieron una beca. El ambiente era muy provinciano no sólo en Sevilla, también en Madrid. Quería conocer otros países. Cuando conseguí entrar en Naciones Unidas siempre tuve la idea de no hacer toda mi carrera administrativa como funcionario internacional, sino venirme antes. Me fui por una aspiración cultural. Más de una vez me decían: "¿Prófugo político?". Y yo contestaba. "No, prófugo económico". En Naciones Unidas se ganaba lo que no se ganaba aquí. Como estudié Derecho las perspectivas eran o irse a un bufete y a los juzgados u opositar al cuerpo diplomático. No quise imponerle ese sacrificio a mi padre y, como creía que podría vivir de la literatura... Sabía que si no viajaba y veía otros mundos mi visión sería estrecha. Un poeta provinciano. Luego me metí a diplomático de complemento, como yo lo llamo, que es trabajar de funcionario internacional. El diplomático titular está sujeto al gobierno de turno. Debe cumplir sus instrucciones, acatar traslados. Yo, en cambio, he elegido siempre mis destinos: Ginebra, Roma, Viena, Nueva York.

-Se fue primero a Inglaterra.

-A Cambridge, que me marcó profundamente. López Estrada, el catedrático, me habló de unas becas que daba el Instituto Británico, del que yo era alumno. Conseguí la beca y me fui a Inglaterra. Luego hice la tontería de coger otra para ir a Estados Unidos en vez de quedarme en Inglaterra y hacer un doctorado. Me fui a Dallas. No era lo mismo. Lo que lamenté yo aquello. ...

-¿Lo pasó mal?

-No sentí el choque cultural. Dejé de vivir en casa de mis padres. Mi primera liberación en este sentido fueron las prácticas de milicia: ganaba un sueldo y vivía fuera de casa sin tener que dar explicaciones. Es importantísimo. En Inglaterra, igual. Fue maravilloso por los contactos y las actividades culturales. La vida no podía compararse.
-Estábamos con lo de Dallas.

-Sí. En Dallas... Un compañero mío, canadiense, me dijo que allí daban unas becas. En aquella época atravesar el charco era como ir a la luna. Otro mundo. Pasé allí un año, hice un máster, me trataron bien pero yo lo pasé muy mal. Me metí en muchos líos.

-¿Qué líos?

-Bueeeeeno. A esas edades se enamora uno con facilidad de quien no debe. La beca coincidía con la milicia. Logré a través del jefe de Estado Mayor, que era poeta, que me dejaran marcharme y hacer el resto al regreso. Me dieron la segunda beca y no dije nada: me fui a Estados Unidos. Cuando llevaba allí un año me llamaron diciendo que me degradaban y que tendría que empezar desde el principio. Y me vine para acá, cosa que me salvó. Si no... Lo tengo muy claro: si me pierdo, que no me busquen en Dallas. Lo de Kennedy vino después.

-¿Por qué vuelve para quedarse?

-Eso fue en 1975. Todavía vivía Franco. Yo iba y venía con frecuencia. El año anterior me dieron el Premio Nacional de Literatura. Era mi etapa de máxima rebeldía. Quería que España fuera igual que los países en los que había estado. Mi primer empleo fue en la base de Morón, con los americanos. En realidad volví por una cuestión de identidad: mis hijos no iban a saber de dónde son. El eje de mi vida era la literatura en español. Lo natural era volver. Tenía amigos.

-Y tenía nostalgia.

-La tierra tira. El flamenco. Amigos como Fernando Quiñones. Pero fue una decisión adoptada como otra cualquiera, sin traumas ni historias. He vivido bien en el extranjero. En Italia lo pasé fantásticamente. Lo que pasa es que mi mujer es norteamericana y siempre ha vivido en el campo. La ciudad no le gusta, aunque sea Roma, que es un sitio para quedarse siempre.

-¿Sevilla no?

-Hombre, yo adoración por Sevilla no tengo. Me ha gustado mucho. Estando fuera la he añorado más que ahora. Pero es como la mujer con la que te casas. Todos los días la ves. No creo en el divorcio, así que no me voy a divorciar en Sevilla. Pero si me preguntan qué ciudad andaluza me gusta más yo diría que Cádiz. Cada vez que la piso es por algo bueno.

-¿Nota Sevilla muy cambiada?

-Muchísimo. Cuando volví y buscaba donde vivir fui a un caserón en Castilleja a hablar con el sobrino de la dueña. Eran los años de la piqueta. El hombre me dijo que había que ponerse al día y ser moderno. Era director de banco, claro. Tan malamente me sentó que no llegamos a un acuerdo. Hay cambios que no me gustan nada. Han desaparecido muchas cosas, el Hotel Madrid, el Hotel de la Generación del 27, donde yo también paraba. Aquí tengo azulejos del Palacio de Sánchez-Dalp. Romero Murube me dijo que los cogiera porque iban a tirarlos. Están en la cocina.

-Su imagen de Sevilla es...

-Yo nací en la calle Betis. La ciudad era pequeña. En Alfonso XII, donde vivía, tenía a dos pasos el Club La Rábida y la Escuela Hispanoamericana, la Universidad estaba en Laraña; mi colegio, en la calle Rosita, junto al Molviedro. La Escuela de Artes y Oficios, en Zaragoza. Todo estaba cerca. La gente se conocía. En los 50 ya empezó la gran dispersión, cuando el centro se quedó vacío. Yo he conocido la Sevilla agraria y tradicional. Los grandes ritos eran más accesibles. No había masificación. Sevilla la veo cambiada. No es que me parezcan mal ciertas cosas. El progreso material es incontestable. Entonces no había ni restaurantes. Los sitios se contaban con los dedos de una mano.

-Su obra está llena de ironía y de humor. ¿El sevillano sabe reírse de sí mismo?

-Se toma demasiado en serio. Recuerdo una anécdota sobre Lorca. Pemán se lo encuentra cuando había estrenado El maleficio de la mariposa, con subvención de Fernando de los Ríos. Y le pregunta: "¿Tu obra estará mucho tiempo en cartel?". Lorca le dice: "Hasta que pase por el teatro todo Madrid, uno por uno". No tenía más de un espectador cada noche. El sentido del humor no depende de la ideología. Lo que pasa es que cuando uno es muy militante se toma demasiado en serio. Compara a Paul Morand con gente como Zola o Sartre, siempre enfadados. O Goytisolo, Valente, Ángel González, Gil de Biedma, enfadados con la gente que les rodeaba, que les rendían pleitesía. Siempre con gesto de reproche. Con esa actitud de que la gente les debía algo. A mí la sociedad no me debe nada. Estaré en deuda yo por lo que he tomado de los demás, pero yo no le reprocho nada a nadie. Ese aire de de superioridad enfurruñada es muy propio del intelectual a la gauche. Con los franceses se da mucho. Son intratables.

-En Sevilla...

-Yo en Sevilla procuro no ser un sevillano oficial. Un sevillano oficial es la cosa más cargante del mundo. Sienta mal en otras capitales andaluzas, que tienen complejo con Sevilla. El sevillano está bien mientras no ejerza de chistoso. La gente tiene de verdad gracia cuando se expresa naturalmente y no se propone dedicarse a contar chistes.

-¿Por qué se vino al Aljarafe?

-Era el campo. Había mosquitos. Ahora no hay quien lo conozca. Casi me voy al barrio de Santa Cruz. Pero los pisos eran chicos, encajonados. Romero Murube me dijo que había dos sitios donde vivían los árabes y los romanos: los naranjales de Brenes y el Aljarafe. Aquí estoy cómodo. Quieren hacer una ciudad deportiva ahí al lado. Pero no vamos a ser eternos. Con esos condicionamientos, vivimos.

-¿Cuando reeditó sus 'Crónicas Extravagantes' se sintió igual de vetado que Agustín de Foxá?

-Al principio no fue nada divertido. Estaba en Viena y mi hijo me dijo que se había armado un gran revuelo. Algunos me llamaban fascista y, curiosamente, muchos evitaban coger el ascensor conmigo.

-¿Facilidad para escandalizarse?

-Toda la prensa estaba contra mí. Fernando Ortiz se partió el pecho en mi defensa. Ahora ha pasado al revés. Con lo de Foxá todo el mundo estaba en contra de las autoridades. Les estoy agradecido. Nos hicieron un favor. Si no llega a ser por ellos nadie se entera que Foxá existía. Las cosas son así. No les tengo rencor. Son coherentes con su manera de pensar. Alguien decía: "Parece mentira que unos demócratas hagan esto". Éstos tienen de demócratas lo mismo que yo. La metedura de pata jurídica es otro tema. IU, por lo demás, se ha portado bien conmigo: me pusieron un azulejo en Zufre. Claro que cuando presenté el libro por segunda vez redoblé la ración de la pócima.

-¿Usted es cofrade?

-Ese mundo me ha atraído siempre como espectador. La vida de una cofradía, no. Cuando yo he escrito alguna cosa lo he hecho porque lo sentía. Ahora, lo del pregón... Ir allí y echarle por obligación un piropo a todas y cada una de las cofradías. Decir lo que cada uno quiere oír. ¿Para qué hablar entonces?

-¿Es difícil ser uno mismo?

-Pues bastante, oiga.

http://www.diariodesevilla.es/article/entrevistasimpertinentes/891316/si/me/pierdo/no/me/busquen/dallas.html

jueves, 17 de febrero de 2011

CONGRESO NACIONAL: JOAQUÍN COSTA Y LA MODERNIZACIÓN DE ESPAÑA

sábado, 12 de febrero de 2011

España Cainita



Manuel Martín Ferrand. ABC

En España ningún tiempo pasado fue mejor, pero quizá fueron mejores quienes nos precedieron.

A diario, con recalcitrante crueldad, media España se dedica a machacar a la otra media. O, cuando menos, a ignorarla. Eso que nos perdemos las dos. Tan negativa circunstancia tiende a su límite cuando se trata de escritores y periodistas que, durante la Guerra Civil, o después de ella, personificaron la esencia de los dos bandos. Algunos, como el magistral Manuel Chaves Nogales, consiguió ser denostado por la izquierda y la derecha simultáneamente; pero lo común era el desprecio y, de esa manera, unos por «rojos» y otros por «fascistas» pasaron a la noche del olvido. Es sorprendente, aquí y ahora, la ignorancia que tienen los menores de sesenta años sobre las grandes plumas beligerantes en los treinta y los cuarenta. Ninguna de las dos negras formas de hemiplejía nacional ha querido, o sabido, valorar a la otra.

La Falange y su entorno supo germinar grandes escritores, desde Agustín de Foxá a Eugenio D'Ors, cuyos nombres siguen proscritos. Pocos, como César González Ruano consiguieron superar los estigmas de su clasificación previa gracias a su perseverancia productiva. González Ruano murió en diciembre de 1965 y el día de su muerte apareció aquí, en ABC, su último artículo, en el que nos enseñó que «morir no es sino perder la costumbre de seguir viviendo». Mientras la perdía, con su propia mano y su estilográfica de siempre, hilvanó las palabras de la colaboración que, pieza a pieza, le permitía ir tirando en lo económico y haciendo piruetas con las ideas.

Hace solo unos días se ha despedido de nosotros Ismael Medina, otro de los grandes de la pluma azul. Digo bien, se ha despedido porque cuando sintió llegar la hora le dictó a uno de sus hijos la última columna para su sección, «Corazón sin corazón», en El Correo de Burgos. Es un preciso y didáctico testamento profesional: «La opinión debe construirse desde el conocimiento de los hechos comprobados y no de la rumorología y los cotilleos de salón». En España ningún tiempo pasado fue mejor y a la vista están los resultados, pero quizá fueron mejores, más cabales y comprometidos, quienes nos precedieron, quienes desde las dos —¿inamovibles?— Españas, limpiaron mucha de la mugre del pasado para que hoy pueda ponerse en pie una España, renqueante y empobrecida, mejor que su precedente. La reflexión sobre ese pasado que se trata de ignorar por unos y revindicar por otros, dos formas de insensatez, puede ayudarnos a construir el futuro que, sin contumacia cainita, será rotundamente mejor.

(Escribo esta líneas en memoria de Jaime Campmany, que me predicó esas ideas, ganó un Cavia por su necrológica de César y era amigo de Medina)

domingo, 6 de febrero de 2011

Nuestros célines



Abc de Sevilla Día 06/02/2011
En uno de sus artículos más brillantes —«Los réprobos» (El País, 30.01.11)— Mario Vargas Llosa puso el dedo en la llaga de la incoherencia del gobierno francés, que denuesta a Louis-Ferdinand Céline por antisemita mientras celebra que Polanski ya no tenga que comparecer ante los tribunales americanos por violación y pederastia. Vargas Llosa dejaba claro cuánto le repugnaban las ideas pro-nazis de Céline, mas sin dejar de reconocer su genialidad como novelista. Y como aquel artículo era irreprochable desde la primera hasta la última palabra, otros escritores y columnistas españoles se han apuntado con entusiasmo a la defensa de la memoria del autor de «Viaje al fin de la noche». Uno celebra el reconocimiento del talento a pesar de las discrepancias ideológicas, pero me pregunto si en las letras españolas no existirá más de un caso como el de Louis-Ferdinand Céline.
Pienso en Alvaro Cunqueiro —el único escritor español que resiste la comparación con Borges—, preterido por su pasado falangista. Pienso en Wenceslao Fernández-Flórez, maestro del humorismo y narrador extraordinario, de quien apenas se habla por culpa de su amistad con Franco. Pienso en Leopoldo Panero —amigo y discípulo de César Vallejo— ridiculizado por Neruda y por su propia familia. Pienso en Tomás Borrás —autor de «Checas de Madrid» (1940)— cuyo nombre todavía es anatema. Pienso en Enrique Jardiel Poncela, un autor desopilante que tocó todos los palos, arrumbado entre los autores menores por culpa de sus ideas. Pienso en Rafael Sánchez Mazas —autor de «La vida nueva de Pedrito de Andía» (1951)— cuyo rescate literario le costó a Javier Cercas más de un menosprecio. Pienso en Agustín de Foxá, quien gracias a la prohibición de un homenaje literario orquestada por el ayuntamiento de Sevilla, disfruta hoy de un «revival» editorial. Y pienso —por supuesto— en César González Ruano, sin duda el más parecido al peor Céline, pero que sigue siendo el mejor articulista español de todos los tiempos.
Es decir, que constato que desde España es más sencillo criticar la política cultural francesa, en lugar de predicar con el ejemplo dentro de nuestras propias fronteras. Ninguno de los autores convocados tuvo que exiliarse, pero eso no los convierte en autores menores o mediocres; de la misma forma que no todo escritor por su condición de exiliado fuera sublime, genial y memorable. De hecho, se podía ser franquista y decente, de la misma forma que los hubo exiliados y canallas. Bastaría con repasar la biografía de Miguel Hernández para constatar cómo se portaron con el poeta pastor, tanto sus correligionarios republicanos como los poetas falangistas.
A mí me alegra que una discusión surgida a propósito de la memoria de Louis-Ferdinand Céline promueva una discusión nacional, pero para no quedarnos en una mera pirueta retórica, deberíamos buscar a nuestros Célines e intentar un desagravio a la manera de «Reivindicación del Conde don Julián» (1976) de Juan Goytisolo, donde tengan cabida los genios más miserables de nuestras letras, sin distinción de ideologías.

sábado, 5 de febrero de 2011

Enrique Jardiel Poncela en el Lope de Vega



NOTA DE LA REDACCIÓN:


Este se año se cumplen 110 años del nacimiento del escritor y genial creador humorístico, Enrique Jardiel Poncela. El teatro municipal Lope de Vega de Sevilla, acogerá estos días la representación de su obra "Angelina o el honor de un brigadier".
Jardiel Poncela estuvo preso en una checa en el Madrid republicano durante la Guerra Civil, consiguió salir de España y, a través de Sudamérica y Portugal consiguió llegar a la zona nacional.
Como suponemos que será considerado un personaje "franquista", a pesar de sufrir durante toda su carrera la censura de la época, es más que probable que la concejal Medrano de IU, edil Ayuntamiento titular del teatro, no asista a ninguna representación.
Andrés González-Barba. ABC
El 2 de marzo 1934 Enrique Jardiel Poncela estrenó en el Teatro Infanta Isabel de Madrid su obra «Angelina o el honor de un brigadier». Se trataba de una comedia en verso ambientada en 1880, quizás por ello no se representó lo que debiera en detrimento de otras obras suyas más famosas como «Eloisa está debajo de un almendro». A pesar de ello, la compañía de Juan Carlos Pérez de la Fuente mostró su empeño en recuperar este clásico que ahora llega al Teatro Lope de Vega y que permanecerá desde mañana hasta el próximo día 13.

Aunque en su tiempo esta obra tuvo una buena acogida, pronto dejó de representarse pues, en palabras del director del Lope de Vega, Antonio Álamo, «Jardiel fue arrinconado por motivos espurios, por lo que es un autor a reivindicar, pues no se le suele montar en determinados teatros».

Entre el reparto de los 12 actores que forman parte de esta obra, destaca Soledad Mallol, muy conocida por ser integrante del dúo cómico Las Virtudes. Para esta actriz «es un honor hacer esta obra porque la función es una maravilla». Asimismo, esta intérprete destacó el hecho de que esté escrita en verso, «y a pesar de que dura una hora y media y no tiene descansos, no aburre nada y muchos espectadores desearían que fuera más larga».

Para Mallol, que encarna el papel de Marcela, la mujer del brigadier, «se trata de una tragicomedia, pues aunque hay muchos puntos cómicos, los actores llevan la tragedia por dentro». Además reconoció que «Jardiel es uno de los mejores autores y estoy conforme en que estuvo denostado».

Además reconoció que «es el papel más dramático que he hecho». A este respecto, preguntada por si se veía identificada con los roles más cómicos, la actriz dijo que «con tal de que me den trabajo, que me encasillen».

Por su parte, el actor Chete Lera, que hace de don Marcial, el brigadier, explicó en la presentación de esta obra que su personaje es un hombre «de honor y valores inviolables al que todo se le desbarata. Su hija, que se iba a casar con un poeta, es raptada por una persona que además le engañaba con su mujer». Igualmente, este intérprete destacó que este espectáculo «pasa muy rápido, con carcajadas continuas, algo que nos ha permitido obtener un lleno en casi todas las plazas en las que hemos actuado desde hace más de un año».

Esta obra de Jardiel Poncela fue llevada al cine en el año 1935También subrayó Lera el trabajo tan intenso que han realizado con el director y escenógrafo, Juan Carlos Pérez de la Fuente, que ha hecho «algo maravilloso». Por eso, a pesar de que «nos ha machacado durante los ensayos y nos ha exigido mucho, luego nos ha dado una pista enorme para viajar por toda España».

En cuanto al éxito que tuvo esta obra, cabe considerar el hecho de que ésta se estrenara como película en Hollywood del año 1935. En el filme intervinieron actores tanto de origen mexicano como italiano. «Creo que Jardiel Poncela se adelantó mucho a su tiempo, por eso creo que se le prestó tanta atención por parte de Hollywood», manifestó Soledad Mallol.

Además de estos dos actores, hay que subrayar un elenco en el que participan intérpretes de la talla de Jacobo Dicenta (Germán, el amante) o Carolina Lapausa (Angelina).

De difícil representación
En todo caso, ambos actores reconocieron la dificultad que supone representar una obra en la que participan un total de 12 actores sobre el escenario. Además, la escena presenta unos telones que han sido pintados a mano. Otro de los factores que supone mayor dificultad para su representación es que esté ambientada en el año 1880, lo cual obliga a usar trajes de aquella época.

Por otra parte, hay que subrayar el empleo en esta obra de un sentido del humor que no era cómodo para ciertos sectores del público. Así, al principio el autor se mete con los banqueros, algo que criticaron tanto los de izquierda como los de derecha.

A pesar de que esta comedia no es de las más conocidas de este dramaturgo, el propio Poncela adoraba este texto y decía que era el que más satisfacción le producía.

viernes, 4 de febrero de 2011

Ismael Medina "In memoriam"


En la localidad burgalesa de Aranda de Duero ha fallecido el periodista Ismael Medina Cruz. Afiliado de joven a la CNT pasó, como muchos jóvenes españoles de la época, a militar en Falange Española. Sin abjurar de sus ideas, fue testigo privilegiado del periodo franquista y de la posterior transición política. Esto le permitió conocer de primera mano los avatares del falangismo cultural y político durante el régimen de Franco y, posteriormente, su papel en el cambio de Régimen.
Como muestra ajustada de su calidad humana y profesional, extraemos de Vistazoalaprensa el siguiente documento:

NOTA DE LA REDACCIÓN:

ISMAEL MEDINA tuvo el coraje de despedirse de sus lectores cuando se veía ya iniciando su último viaje y dictó el texto que sigue a su hijo. Le encargó que lo enviase al Diario de Burgos, publicación con la que también colaboraba, pero no le dio tiempo a terminar su despedida para los lectores de Vistazoalaprensa. Por tal motivo, nos permitimos reproducir a continuación su última columna en el periódico burgalés que consideramos también su adiós a nuestros lectores:

"ÉSTA es la última columna de Corazón sin Coraza. La escribe mi hijo al dictado de mis emociones. Yo he de partir hacia un destino soñado: el del reencuentro con mis dos hijas, Miriam y Esther, y el amor de mi vida, Conchita. Ante eso ya no hay crisis, ni dislates políticos, disparates legislativos, incongruencias administrativas o francachelas mundanas que me retengan. Me voy en paz con la vida, pues las satisfacciones y las alegrías pueden más que los embates del dolor, la incomprensión y las difíciles experiencias que ésta me ha deparado. Creo honestamente que he sido consecuente con mis ideas y en todo momento sincero con mis lectores, a los que he ofrecido mi punto de vista sin otra pretensión que llevarles a la reflexión y ayudarles a decidir por sí mismos. He callado lo que pensaba que debía callar; y he dicho lo que creía que había que contar, siempre en posesión de información y nunca desde la especulación. La opinión debe construirse desde el conocimiento de los hechos comprobados y no de la rumorología y los cotilleos de salón. Y ello ha constituido siempre la base de mi independencia profesional, que creo haber mantenido hasta el final a pesar del excesivo coste personal que en ocasiones me he visto obligado a pagar. Sé que en estos días se dirán muchas cosas de mí. Unas buenas y otras malas. No me preocupa. Nunca me ha preocupado. Siempre he pensado que es mejor no hacer caso, antes que iluminar a los ignorantes con la verdad. Allá ellos. Me quedo con lo mejor, con la familia y los amigos, a los que tengo verdadera devoción. Porque, créanme, es lo que realmente merece la pena en la vida: el amor de los tuyos. Éste es el equipaje con el que emprendo mi último viaje hacia el reencuentro ya anunciado, embarcado en la fe de lo que me voy a encontrar. Lo único que siento es no poder volver a ocupar este espacio para contarles mi experiencia. No me queda otra que despedirme con un simple y entrañable A Dios."